Honestamente ese día no estaba en mis planes la idea de ponerme a estudiar. Pero Liam resultó ser muy aplicado y responsable por lo que me terminó obligando a ponerme a leer.
De todos modos no fue mucho tiempo el que estuvimos concentrados en nuestros respectivos apuntes. No podía con mi genio de hablar de cualquier estupidez. Quería hablar con él, divertirme y pasarla bien un rato. Para eso lo invité al fin y al cabo. Lo del estudio solo había sido una excusa para hacerlo venir.
- ¿Quieres que tomemos un descanso? - insistí. Esa ya era la segunda vez que le decía lo mismo en cuarenta minutos.
- Apenas pasaron cuarenta minutos. ¿Acaso es demasiado tiempo para ti o sólo estás jugando conmigo? - preguntó con aspecto de cansado.
- Tú también estás cansado, no lo niegues. Vamos, es sábado, anoche nos dormimos tarde los dos. Definitivamente no es un día para que estudiemos. Es un día para estar relajados charlando, tomando algo.
Suspiró al escucharme decir eso y luego volvió su mirada a los apuntes como si estuviese pensando mi propuesta.
- Bueno, tampoco es como si estuviese procesando todo lo que leo. La verdad que no me acuerdo nada. - comentó luego dejando caer sus apuntes al suelo junto con otros que ya estaban allí.
- ¡Ves! Ven, vayamos a sentarnos al patio. - me levanté y me dirigí hacía la puerta trasera que daba a mi pequeño patio. Liam me siguió sin decir nada.
Afuera tenía dos sillas de jardín bastante cómodas así que ahí nos sentamos. El día estaba hermoso, no hacía demasiado frío pero tampoco hacía calor. El clima perfecto. El cielo estaba despejado, no había ni una sola nube.
- ¡Me encantan los días así! - exclamé relajándome en la silla.
- Sí. - coincidió él - Al final te saliste con la tuya.
- ¿De qué hablas?
- Vamos, tu idea de juntarnos a estudiar era pura mentira desde el principio. - sonrió.
- Bueno, puede ser. Pero hey, leí al menos... ¿tres párrafos? - bromeé y reímos juntos.
- Sé que mañana me voy a arrepentir de esto.
- ¿De qué? ¿De pasar conmigo un lindo día? Que malo eres.
- No idiota, de no haberme puesto a estudiar. Sabía que me ibas a hacer perder el tiempo. - se quejó.
- Si quieres puedes irte a tu casa. - propuse - O...quedarte conmigo aquí por esta tarde y disfrutar este lindo día.
Sabía por la forma en que estaba sonriendo y por cómo me miraba que la estaba pasando bien. Se hacía el duro conmigo pero sabía que lo estaba conquistando.
- Sólo me quedo porque ya se me fueron las ganas de estudiar. - habló luego - Probablemente no haga nada más productivo en mi casa.
- O sea me eliges a mí. Me siento halagado, rubio. - declaré satisfecho.
- Aún así sigo molesto por haber caído en tu trampa.
- Sabías que era una trampa y de todas formas viniste. Por lo tanto ya deja de ser una trampa ¿no? - me encantaban estas discusiones tontas con él.
- Dios, te detesto ¿Sabes? - dijo sacudiendo la cabeza.
- Y aquí estás sin embargo, en mi casa.
- Bueno, ya basta. Ya entendí ¿okay?
- De acuerdo, de acuerdo. No te enojes. - reí - Dime ¿con tus amigos eres así de difícil también?
- Claro que no.
- ¿Y cuando sales con un chico?
- ¿A qué te refieres? - me miró confundido.
- Ya sabes, cuando conoces a alguien. ¿Te haces el difícil y el complicado como conmigo?
Ni siquiera supe por qué hice esa comparación si yo no estaba saliendo con él. Pero me di cuenta tarde, una vez que ya dije esas palabras.
- Yo no soy difícil ni complicado. Ya te dije que soy una persona dulce y cariñosa. - respondió.
- ¿Y cuándo voy a ver ese lado tuyo?
Se quedó callado unos segundos como si estuviese pensando la respuesta.
- Cuando te lo merezcas, tal vez. - dijo finalmente.
- Dices que ahora en este momento ¿no me lo merezco?
- ¿Por qué tanto interés por eso? - preguntó mirándome extraño - ¿Acaso te gusto? - sonrió burlón después.
Diablos, ese comentario era tan mío. Era algo con lo que yo definitivamente bromearía. Pero lo extraño fue que no me causó ni una pizca de gracia. Sólo me dejó pensativo hasta que reaccioné.
- No te van esas bromas. Mejor déjamelas a mí. - sonreí.
- ¿Y quién dice que estaba bromeando? - preguntó esa vez más serio.
Me dejó callado por segunda vez mientras me miraba con esos ojos azules impresionantes que tenía. En ese preciso momento pensé que se veía muy atractivo. Conocía chicos lindos en la facultad pero jamás me habían llamado la atención como lo hacía Liam. Además si me ponía a comparar, ninguno era tan lindo como él.
¿Pero por qué pensaba en esas cosas? Eran pensamientos muy, muy...gay.
Por primera vez esa palabra cruzó por mi mente y me sentí asustado.
Me empecé a sentir nervioso e intimidado por él. Sensaciones completamente nuevas para mí ya que nadie me ponía así. Ni siquiera las mujeres.
- ¿Estás coqueteando conmigo? - bromeé para tratar de fingir mi nerviosismo. Esperando que no se diera cuenta.
- Jamás coquetearía contigo. Ya te dije que no eres mi tipo. - volvió a sonreírme. - Además no me fijo en heteros.
- Bueno, mejor así entonces. - no sabía qué responderle exactamente. Me sentía descolocado.
¿Por qué me sentía así? Como si de alguna forma estuviera perdiendo el control.
No sabía cómo actuar o cómo responder ante estos sentimientos.
¿Qué me estaba haciendo ese chico?
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El chico que detesto
Romance¿Qué pasa cuando es el hetero el que insiste en buscar al chico gay? Nathan, con su personalidad extrovertida, su gusto por las fiestas, salir a divertirse, beber y llevar a la cama a cualquier chica que quiere, no puede dejar de querer obtener la...