Había tratado de mantenerme entero y controlado todo el tiempo en el bar. Pero la verdad era que me estaba costando mucho fingir que no me afectaba nada la maldita sonrisa de este chico. Su maldita mirada, esos ojos verdes y...esos labios.
Lo estaba mirando demasiado. Demasiado. Si no me controlaba Nathan iba a terminar pensando cualquier cosa de mí.
Quería irme a mi casa. Terminar con esa tortura. Pero a la vez la estaba pasando bien con él. Nathan me divertía. Me hacía sentir bien. No había logrado agradarme, había logrado más que eso. Dios, deseaba tanto poder volver a odiarlo.
Cuando me ofreció ir a su casa, fue tentador. Maldita sea, sí que lo era. Pero no, no podía. No sabía cuanto más podía fingir lo que me estaba haciendo sentir. Y no quería que él lo supiera. Jamás lo iba a saber, jamás.
Le dije que no. Que era tarde y que prefería ir a casa a dormir; que aunque no tuviese clases mañana planeaba levantarme a estudiar. Lo cual era completamente mentira.
- Bueno, aunque sea te acompaño a tu casa. - dijo cuando salimos del bar.
- De todos modos tenemos que pasar por la mía primero. - reí.
- Claro, tienes razón, ¡que idiota!
Lo notaba algo raro. Durante todo el tiempo en el bar también. Me sonreía, me hablaba y me hacía bromas como siempre. Pero estaba más apagado de lo normal. Como si tuviese mil cosas pasando por su cabeza. ¿Y si se había dado cuenta de que lo estuve mirando de esa manera y ahora se sentía incómodo? No podía ser. Nathan era un poco distraído naturalmente y yo creía haber disimulado bastante bien. Tenía que ser otra cosa pero me daba miedo preguntar. Tal vez simplemente era mi imaginación y él estaba bien.
Caminábamos bastante callados. Era incómodo y el silencio solo me ponía más nervioso. ¿O era el frío? Estaba fresco esa noche. Empecé a titiritar y Nathan se dio cuenta.
- ¿Tienes frio? - preguntó preocupado.
- Si, no pensé que iba a hacer tanto frío esta noche. Debí traer una chaqueta. Que idiota. Tú evidentemente fuiste más inteligente que yo. - señalé con la mirada su chaqueta.
Inmediatamente se la sacó y me la ofreció.
- Póntela.
- No, no te preocupes. Ya falta poco para llegar. - lo ignoré.
- Yo no tengo frío. Solo la traje porque quedaba bien con mi look. - me sonrió - Si no te la pones, te la pondré a la fuerza. - insistió al ver que yo no la tomaba.
Entonces la tomé y me la puse. Me quedaba un poco grande en las mangas pero eso solo la hacía más que perfecta. Estaba calentita. Era como traspasar el calor de su cuerpo al mío.
Maldita sea, eso me hizo sentir tan bien.
Llegamos a mi casa minutos más tarde. Apenas abrí la puerta con mis llaves me di la vuelta para ver a Nathan.
- Bueno...supongo que nos vemos otro día. - empezó a despedirse.
No quería que se fuera. No quería que la noche terminara. Simplemente no quería.
- ¿Quieres pasar? - pregunté sin pensarlo más.
- Creí que ibas a dormir.
- Un rato más no le hace mal a nadie. Además fuiste tierno al prestarme tu chaqueta. - bromeé. Necesitaba una estúpida excusa y no se me pudo ocurrir una peor.
- De acuerdo. - me sonrió y luego lo hice pasar.
- Gracias por cierto. - me saqué la chaqueta y se la entregué.
- Cuando quieras, rubio.
- ¿Quieres que haga café o...?
- No, así estoy bien. Todavía siento los efectos del alcohol. - me interrumpió.
Nos sentamos en mi living. Igual que ese otro día cuando fue a mi casa.
- ¿De verdad vas a levantarte temprano a estudiar mañana? - preguntó curioso.
- Uh, iba a intentarlo al menos. Soy un nerd ¿recuerdas? - sonreí.
Estábamos un poco cerca en el sillón. Era él el que había cerrado la poca distancia que había acercándose a mí.
Me sentía nervioso. Podía sentir la fragancia de su perfurme emanar de su cuello y de su ropa. ¿Acaso disfrutaba torturarme de esa manera?
- Liam...- habló sacándome de mis pensamientos.
- ¿Qué?
- Gracias...
- ¿Por qué? - no entendía de qué me hablaba.
- Por ser bueno conmigo. Todo este tiempo. Sé que te molestó diciéndote que eres un malhumorado y eso, pero sé que no eres así realmente. Gracias por darme la oportunidad de conocerme de verdad. Espero no decepcionarte.
- ¿Por qué...por qué te importa tanto lo que yo piense?
-Porque creo que eres un chico genial. - dijo manteniéndome la mirada. - Me alegra haber sido un idiota ese día de la fiesta. Porque sino no te hubiese conocido. - seguía estando serio...y mirándome. El corazón me latía a mil.
¿Por qué seguía diciéndome esas cosas? Estaba sonrojado para ese entonces. Lo sentía. No había manera de disimularlo.
Tenía que escapar de esa situación de alguna manera. Intenté levantarme rápidamente y alejarme pero él me detuvo del brazo y me hizo volver a sentar donde estaba.
- Espera...
- ¿Qué?
- ¿Por qué te pusiste así?
- ¿Así como? - trataba de esquivar su mirada en todo momento. No podía. No podía hacer eso en ese momento. Sentía que el corazón se me iba a salir del pecho.
- Así de colorado.
- No estoy colorado ¿de qué hablas? - era inútil negarlo. De seguro se me notaba con mucha claridad.
- Liam...- susurró. Volteé a verlo y nuestros ojos se encontraron. Nos vimos como nunca antes.
Y lo siguiente que vi fue a él acercándose a mí. Fue tan rápido que no tuve tiempo de procesar nada.
Sentí su mano en mi cuello, en mi nuca atrayéndome hacia a él, mientras sus labios se apoyaban en los mios.
Me estaba besando. Nathan me estaba besando...en la boca.
Y no parecía querer detenerse.
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El chico que detesto
Romance¿Qué pasa cuando es el hetero el que insiste en buscar al chico gay? Nathan, con su personalidad extrovertida, su gusto por las fiestas, salir a divertirse, beber y llevar a la cama a cualquier chica que quiere, no puede dejar de querer obtener la...