Tenía mi celular lleno de llamadas de Michael, incluso de días diferentes. Supongo que alejarme de todos y desaparecer del mapa, le hizo entender que estaba enojado con él. Pero me parecía raro que insistiera tanto, él no solía ser así.
Realmente no tenía pensado hablarle nunca más, aunque sonara así de infantil, pero es que de verdad seguía enojado por todo lo que pasó. Sin embargo, en una de esas tantas llamadas que solía hacerme, decidí responder simplemente para entender por qué estaba tan insistente.
- ¿Qué quieres? - respondí con un tono neutro, sin enojo, ni entusiasmo, ni nada.
- Dios, al fin, hola. - le escuché decir - ¿Por qué crees que te llamo, idiota? Quiero saber por qué carajos estás enojado conmigo.
- ¿Y encima lo preguntas? ¿En serio? Tú me debes una disculpa.
- ¿Yo? Yo aún ni siquiera termino de entender qué fue lo de la otra vez.
- Tú dímelo, tú y Alex se encargaron de meterme en ese espectáculo, en el que no había ninguna necesidad de involucrar a media facultad - me quejé.
- De acuerdo, no sé cómo terminó así, en eso tienes razón, lo siento. Ya sabes cómo es la gente, se mete en cosas en las que no les interesa.
- Sí, créeme que ya me di cuenta. - no tenía nada más que decirle así que estuve a punto de cortar la llamada.
- ¿No crees que estás exagerando? - preguntó de repente.
- ¿Exagerando?
- Sí, dejando de venir a clases, ignorando mis llamadas, al resto de los chicos...y al mundo básicamente. Ya casi nadie se acuerda de lo que pasó. Ya ni hablan de eso.
- ¿Crees que por eso estoy así? ¿Que me da...verguenza o algo así volver a la facultad?
Michael de verdad no tenía ni idea de lo que me ocurrió ese día, de cómo se me vino el mundo abajo en tan solo minutos. Para él solo había sido una tonta pelea. Me molestaba que fuera tan ignorante sobre eso. ¿Tan tonto iba a ser? Entonces me di cuenta, si él de verdad no podía darse una idea por sí solo por lo que yo, su supuesto amigo, estaba pasando, tendría que decírselo de una puta vez. ¿Qué tenía para perder ya al fin y al cabo? No tenía nada.
- Ese día me sentí presionado para hacer cosas que de verdad no quería. - le conté.
- ¿Presionado por quién? - preguntó confundido.
- ¡Por ti, idiota! ¡Y todos los mirones que se acercaron a presenciar el show!
- Yo nunca te presioné a hacer nada. - se defendió.
- Dios, ¿es que no te das cuenta de nada? ¿Puedes abrir los ojos por una puta vez en tu vida y mirar a tu alrededor?
- Nathan, deja de dar tantas vueltas. Estoy harto de toda esta mierda. No sé qué te pasa, por qué estás así. No soy adivino ¿okay? Y...estoy muy preocupado por ti.
Esa última frase me sorprendió, sobre todo escucharla de él. Nosotros no hablábamos de nuestros sentimientos y todas esas cosas. Se oía sincero y serio, y sí, fue fuerte escucharlo decir que de verdad se preocupaba por mí. Me sentí un poco más aliviado para decir lo que tenía que decir.
- ¿Somos amigos de verdad, no es así? - pregunté.
- Pues ya no sé, porque ni te reconozco. Sé que no solemos meternos mucho en los problemas del otro pero es que estás muy diferente al chico que conozco y ya no sé qué pensar.
- Eso es cierto...pero, cuando dices diferente, lo dices como si fuese algo malo.
- Jamás dije que fuese malo. Pero no te entiendo, y cuando no entiendo algo me pongo de mal humor, ya me conoces. - lo escuché reír un poco del otro lado del teléfono.
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El chico que detesto
Romance¿Qué pasa cuando es el hetero el que insiste en buscar al chico gay? Nathan, con su personalidad extrovertida, su gusto por las fiestas, salir a divertirse, beber y llevar a la cama a cualquier chica que quiere, no puede dejar de querer obtener la...