Estuve pasando mucho tiempo con Zoe y Alex esa semana. Como en los viejos tiempos. En parte se sentía bien, pero tampoco iba a fingir que no pensaba en Nathan, que me moría por verlo. Por suerte, los chicos sabían cómo distraerme, cómo hacerme reír y hablar de otras cosas.
Especialmente estuve mucho con Alex. Incluso ya nos veíamos más seguido que antes cuando todavía no conocía a Nathan. Era como si todo esto solamente nos hubiera vuelto más unidos, pero trataba de ser cuidadoso, no quería hacer ni decir nada que pudiera lastimarlo.
No me había vuelto a hablar de sus sentimientos ni mucho menos insinuado nada, pero yo lo sentía. Sentía en cada mirada, lo diferente que ahora me veía. En cada caricia o abrazo que me daba, era otro toque el que percibía. ¿De verdad él estaba bien estando así conmigo? Un día me animé a preguntarle.
- Estoy feliz de que pasemos tanto tiempo juntos. - me respondió. - De verdad extrañaba esto. - se lo veía feliz, no podía no creerle. O sabía fingir muy, muy bien.
- A mi también me gusta estar contigo...pero es que...tal vez estamos viéndolo desde lugares diferentes. - dije con miedo.
- Liam, tú no te preocupes por eso. Yo sé perfectamente cuál es mi lugar, lo que puedo y no puedo hacer contigo. - respondió muy seguro. - Y estoy bien con eso, de verdad lo estoy.
- No puede ser que sea tan fácil.
Me imaginaba teniendo la misma relación con Nathan, y no, yo no podría, yo no podría ser tan fuerte como Alex. No sabía cómo hacía.
- Es que es tan fácil sentirse feliz a tu lado. No puedo negarme a eso. - me sonrió.
No lo entendía. ¿Por qué los sentimientos tienen que ser tan complicados? Por momentos solamente quería dejar de sentir, convertirme en alguna especie de zombie emocional, en una planta o lo que sea para dejar de pensar y complicarme la existencia.
¿Cómo hacía Nathan, cómo hacía él para no enamorarse nunca, para no darle importancia al amor? Deseaba ser como él, pero no, esto era lo que yo era. Un debilucho que se enamoró, incluso del tonto que tanto detestaba en un comienzo. Carajo, sí que extrañaba esas épocas. Todo era mucho más fácil.
Y hablando de Roma, lo volví a ver después de esa semana saliendo de clases. Había estado usando otras salidas y otros caminos desde hacía rato para no cruzarme con Nathan pero ese día iba tan distraído pensando en todo que no me di cuenta que iba saliendo por la puerta principal de la universidad. Y obviamente, como soy la persona con más mala suerte del mundo, allí estaba él llegando.
Hubiese sido muy cobarde, y estúpido si como mínimo no lo saludaba. Mierda ¿Por qué tenía que verse tan lindo ese día? Hacía tanto que no lo veía. Esa semana para mí había sido eterna.
- !Liam! - me saludó sonriente después de que yo le hablara primero. Me fue imposible no sonreírle, y más después de ver cómo me sonreía él, y cómo se le iluminaron los ojos al verme.
- ¿Estás entrando a clases? - pregunté.
- Sí, salí de trabajar y a eso vengo...
- ¿Qué tal...va todo?
- Ah....normal, supongo, todo igual que siempre....bueno no todo.
- Sí, lo mismo digo...
Silencio incómodo.
- Bueno, te dejo ir a clases. !No vayas a llegar tarde. Adiós! - me despedí ya que no sabía qué más decir.
- !Espera! - me detuvo - ¿Te gustaría....que nos juntemos a hablar? - preguntó algo tímido.
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El chico que detesto
Romance¿Qué pasa cuando es el hetero el que insiste en buscar al chico gay? Nathan, con su personalidad extrovertida, su gusto por las fiestas, salir a divertirse, beber y llevar a la cama a cualquier chica que quiere, no puede dejar de querer obtener la...