Nathan estaba completamente empapado, en plena madrugada, en la puerta de mi casa. ¿Qué clase de sueño surrealista era ese? Me froté los ojos para comprobar que estuviese viendo bien. Hubiese seguido creyendo que era un sueño de no ser por el viento de la tormenta que azotó la puerta y casi la cierra en mi cara.
Nate la detuvo en un reflejo e impidió que se cerrara.
- ¿Puedo pasar o vas a seguir dejando que me moje? - preguntó.
- ¿Estás loco? - reaccioné - ¿Qué haces afuera en plena tormenta? - lo hice pasar y le alcancé rápidamente una toalla para que se secara.
- Estaba en camino a mi casa pero decidí hacer un pequeño desvío. - me sonrió mientras se secaba la cabeza. - Perdón por despertarte.
- ¿Qué..? ¿Por qué... estás aquí? ¿No ibas a estar con tus amigos esta noche? - no entendía nada.
- Lo estuve pero...no sé, sentí ganas de verte.
Mierda. ¿De verdad estaba pasando eso? ¿En serio estaba diciéndome esas cosas?
No dejaba de chorrear agua en mi limpio piso. No sabía ni por qué me fijé en eso en ese momento.
- Vas a enfermarte así, idiota. - fue lo único que pude responder. - Ven, te prestaré ropa seca.
Lo llevé a mi cuarto y le hice sacarse toda su ropa mojada. Se terminó de secar y luego se puso la ropa que saqué especialmente para él. La verdad es que se veía como un cachorrito recién rescatado de la calle en plena tormenta. Me dio mucha ternura verlo de esa forma y terminar de entender que me había venido a buscar en una noche así.
- Espero que no te enfermes. Porque no te voy a dejar seguir faltando a clases. - le dije mientras nos sentábamos en mi cama.
- No lo haré, no te preocupes. Estoy bien. - sonrió - Pero estaría mejor si me abrazaras y me dieras calor.
Definitivamente no me esperaba que dijera eso pero ni dudé en hacerlo. Me acerqué y lo abracé con fuerza.
- No tienes idea de lo feliz que me hace tenerte aquí. - le dije sin separarme.
- Liam...siento que soy un desastre. Pero... te amo...¿será que eso lo compensa un poco?
- Escúchame, tonto. - lo tomé del cuello y lo obligué a mirarme - No eres un desastre. Tal vez tengas que solucionar muchas cosas todavía pero eso no te hace un desastre. Además, quiero estar ahí para ayudarte en cada paso, en lo que necesites.
- Dios ¿por qué eres tan bueno? Insisto que eres demasiado bueno para mí. - me miró a los ojos, luego bajó la vista hacia mis labios al mismo tiempo que acercaba su mano a mi rostro para acariciarme.
- Y yo insisto en que dejes de decir esa tontería. Nadie es mejor que nadie. Solo somos dos personas que se quieren y pueden pelear por eso...o dejarlo de lado. Depende de ti, Nate. Es tu decisión.
- Yo...Liam....
No sabía qué me iba a responder. Se veía extraño, como si no encontrara las palabras que quisiera decir.
- ¿Me dejarías...hacerte el amor? - preguntó acercándose más a mí. - Esta vez en serio, como en verdad te mereces.
- ¿Qué..? - me sorprendí.
No pude decir más nada aunque quisiese porque enseguida se abalanzó sobre mí para besarme. Caí en la cama con el arriba mío.
La ropa que se había puesto hacía tan solo unos minutos, ahora estaba de nuevo fuera de él. Y la mía tuvo el mismo destino.
Como si me fuese a negar a hacer el amor con él, como si no fuese a dejarlo que me tocara y besara de la manera en que lo estaba haciendo. Tan apasionante como todas esas veces que estuvimos juntos, pero esa vez su toque era diferente. Había cierta delicadeza y suavidad en sus movimientos y podía sentirse tanto amor. Realmente me estaba sintiendo amado.
- No creas que vine solo a esto. - me dijo en un momento mirándome a los ojos. - Te amo, Liam, y quiero hacer esto contigo todas las noches.
- Y hazlo entonces...amor.
Me estaba muriendo por dentro. Quería más, más. Estaba arriba mío y no dejaba de acariciarme el rostro con tanta dulzura.
- ¿Estás realmente seguro? - preguntó. - Porque si tienes la más mínima duda de estar conmigo, quiero que la aproveches y me mandes a volar.
- No voy a hacer eso, porque no la tengo.
- Entonces...te prometo intentar...ser el mejor novio posible.
¿Acaso había escuchado bien?
- ¿Estás pidiéndome que sea tu novio? - pregunté aún sin poder creerlo. Los ojos se me empezaban a llenar de lágrimas.
- Sí, con una condición.
- ¿Cuál?
- Que me tengas paciencia...porque jamás fui el novio de nadie. - me sonrió.
Dios, se me caían pequeñas lágrimas de felicidad.
- No te preocupes, mi amor. - le sonreí yo también - Si así empezamos la relación, haciendo el amor, no me cabe duda que serás un gran novio.
Reímos juntos y seguimos besándonos como nunca. Las risas entre los besos eran lo mejor. Mierda ¿se podía ser tan feliz en la vida?
Y esa noche, con la lluvia y truenos de fondo, nos conectamos como nunca.
Esa fue una de las mejores noches de mi vida. El momento en que nuestra pequeña aventura comenzaba.
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El chico que detesto
Romance¿Qué pasa cuando es el hetero el que insiste en buscar al chico gay? Nathan, con su personalidad extrovertida, su gusto por las fiestas, salir a divertirse, beber y llevar a la cama a cualquier chica que quiere, no puede dejar de querer obtener la...