29 | Liam

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Insistí pagar a medias la cena con Nathan pero no me dejó. Era muy testarudo y terminó pagando todo él. Ni siquiera me dejó poner la propina para el mozo.

- ¿Sabes? Ese truco de pagar todo para que después la otra persona tenga que pagar con otros favores te funcionará con las mujeres pero no conmigo. - comenté afuera del restaurante mientras esperábamos un taxi.

- No lo hice por eso. Yo te invité, yo pago. Me gusta ser caballero, nada más. No hay intenciones ocultas. - le hizo seña a un taxi que pasaba pero no estaba vacío así que siguió de largo.

- Sí, claro, cómo no. Oye, no pasan muchos taxis por aquí y los que sí, están ocupados porque es la hora pico. Deberíamos empezar a caminar ¿no crees?

- Está bien. Como tu mandes.

Empezamos a caminar despacio. No había mucha gente en la calle por esa zona. Todo estaba tranquilo. Nuestras casas no estaban tan lejos pero íbamos a tardar un buen rato en llegar de todos modos.

- ¿La pasaste bien hoy? - preguntó en un momento rompiendo el silencio.

- Claro, gracias por todo.

- De nada...y dime ¿vas a cumplir con lo que dijiste?

- ¿Con qué?

- No te hagas el tonto. Dijiste que me ibas a dar un beso.

- Yo dije tal vez...

¿A quién quería engañar? Me moría por darle un beso. Durante la cena no hizo más que ponerme nervioso todo el tiempo. Me podía que me hablara tan seguro, tan dominante, tan sensual como era él.

- ¿Y de qué depende ese tal vez, eh? ¿No me porté bien lo suficiente todo este tiempo? - preguntó.

- Sí, supongo que sí. - admití.

- Bueno, entonces bésame. - insistió.

Se detuvo y se puso delante mío.

- ¿Qué acaso es una orden? - reí.

- Solo quiero que tú me beses. - respondió serio. No podía negarme cuando me miraba así. Se veía tan dulce.

- Estamos en la calle. ¿No te molesta?

- No hay nadie, casi ni pasan autos. Liam, bésame por favor. Te he extrañado.

Ya no necesitaba oír más. Me acerqué a él, coloqué mis manos en su rostro y lo besé. Lenta y dulcemente. Me tomó de la cintura y me atrajo hacia él. Me encantaba cuando sentía sus manos en mi cuerpo. De a poco nos fuimos corriendo hacia la pared más cercana para apoyarnos. Esta vez era él el acorralado.

Empezó a besarme más apasionadamente y a mover sus manos por toda mi espalda.

No era fanático de esta clase de espectáculo en la vía pública pero mierda, no podía parar.

Me tenía tan apretado contra su propio cuerpo que podía sentir el calor que emanaba, y por supuesto podía sentir lo duro de su entrepierna.

En un momento, su mano bajó más allá de mi espalda y me apretó una nalga. Eso solo me terminó de poner duro a mí también.

Siguió masajeando mi trasero y apretándome contra él como si no estuviéramos en la calle. Diablos, teníamos que parar antes de que alguien nos viera. Pero no podía alejarme. Yo también había extrañado esto. Además me sentía atrevido y en parte me gustaba esa sensación.

Me alejé de su boca y me dirigí a su cuello rápidamente. Me iba a cobrar lo de la última vez. No tuve piedad y apoyé mis labios en su piel dejando muchos besos húmedos en su recorrido.

- Liam, no me hagas esto por favor. - suspiró pero no hice caso y continué. La venganza era dulce. - No sabes con lo que te estás metiendo.

- ¿No querías besos? - lo provoqué y luego mordí su oreja tal cual como él había hecho conmigo antes. Luego continué con la sesión de besos pero esta vez del otro lado de su cuello.

- Te aprovechas porque estás en la calle. No es justo. ¿Pero sabes qué? No me importa. - dijo y apretó más mi trasero contra él, contra su erección, haciéndome suspirar en su cuello.

Tenía su piel erizada y caliente. Seguí besando su cuello como pude porque empezaba a sentir que me faltaba el aire. Por Dios, estaba muy excitado.

- ¿Te gusta lo que estás sintiendo? - susurró - ¿Puedes sentir lo duro que me pones?

- S-sí... - respondí apenas como pude en su oído. Sentía mucho calor, hasta incluso sentía mis ojos llorosos por la excitación.

- Vamos a casa por favor. - suplicó después.

- Está bien. - acepté.

Nos separamos como pudimos y retomando el aire empezamos a caminar nuevamente, esta vez más rápido. Prestamos atención por si pasaba algún taxi vacío y en una esquina ya un poco más transitada pudimos conseguir uno finalmente.

Fuimos directo a su casa. No sabía cómo iba a terminar esa noche...pero la verdad era que ya no quería pensarlo más.

pero la verdad era que ya no quería pensarlo más

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El chico que detestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora