91 | Nathan

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Nueve de la mañana. Estábamos todos sentados en la mesa de la cocina desayunando. El padre de Liam me miraba seriamente y no quitaba sus ojos de mí. Me hacía sentir un poco incómodo e intimidado como si estuviese en alguna clase de juicio y yo fuese el acusado.

Su madre, al contrario, se veía feliz, animada y no dejaba de hablar sobre cualquier cosa.

Liam se veía cansado. Probablemente no había dormido mucho la noche anterior ya que tuvo que pasarla en el sillón de su casa mientras que yo dormí en su cama. Me la había ofrecido amablemente ya que era obvio que no íbamos a poder dormir juntos, y menos con sus padres presentes.

Esa mañana mientras su madre intentaba sacarme conversación sobre lo que sea para conocerme mejor, yo lo observaba cada tanto mirando y escribiendo en su celular. Quise creer que hablaba con sus amigos pero sabía que también se seguía hablando con ese tal Daniel, y esa opción me desquiciaba por dentro mientras intentaba poner una sonrisa en mi rostro al hablar con su madre.

Más tarde me ofrecí a lavar los platos y tazas usadas durante el desayuno, mientras que Liam me ayudaba secándolas. Por fin estuvimos solos así que decidí averiguar más sobre lo que ocurría con ese otro.

- ¿Te sigues hablando con el chico ese con el que te besaste? - fui directo al grano.

- Ya sabes que sí - respondió viéndose un poco incómodo y luego me dio la espalda.

- ¿Por qué te gusta? - pregunté con claro desagrado.

- No empieces ¿quieres? Es solo un amigo. Mejor hablemos sobre qué carajos pretendes hacer en mi casa. ¿Planeas quedarte hasta el fin de semana? ¿Qué hay de tu trabajo?

- No te preocupes por eso. No trabajan los feriados y hay compañeros que me cubren los otros días.

- No puedo creer que te hayas invitado solo a quedarte en mi casa. Eres un atrevido - creí que me había hablado con molestia pero cuando alcé la vista para mirarlo casi que se le escapaba una sonrisa.

Le sonreí también y luego lo salpiqué con agua que escurría de mis manos.

- Pero te encanta que haya venido. No finjas - lo molesté. No me dijo nada y agachó la mirada mientras se secaba las gotas que cayeron en su rostro. - Sabes que si de verdad te molesta que esté aquí solo tienes que decírmelo y entonces me iré. No voy a quedarme a la fuerza en tu casa.

- No me molesta que hayas venido - confesó. - Solo estoy sorprendido.

- Entonces ¿vas a dejar que me quede?

- Si digo que sí de todos modos no significaría que vamos a volver a estar juntos.

- Lo sé, Liam. Pero al menos tengo una oportunidad - dije serio y luego lo volví a mojar.

- ¡Eres un idiota! - se quejó, pero después metió las manos bajo el grifo para intentar mojarme también.

Cuando su padre entró a la cocina a ver qué ocurría nos encontró riendo y haciendo una tonta pelea con agua entre ambos.

Se aclaró la garganta para hacer notar su presencia y Liam y yo volteamos a verlo.

- Si rompes algo, vas a tener que pagarlo - se dirigió a mí cruzado de brazos. Era un hombre alto e imponente. La verdad es que sí me daba un poco de miedo.

- ¡Papá! - lo retó Liam. - No estábamos haciendo nada.

- Y espero que siga así. Entonces ¿qué va a hacer este chico? ¿Se va a quedar, se va a ir?

Miré a Liam esperando su respuesta. Él pareció pensarlo un momento pero luego nos miramos a los ojos fijamente durante unos segundos y antes de que hablara yo ya sabía su respuesta.

El chico que detestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora