56 | Nathan

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La cabeza me daba mil vueltas. Mi corazón latía con fuerza por lo que acaba de pasar con Liam, pero mi mente estaba totalmente preocupada por aquel chico que nos había visto en el baño.

¿Cómo pude ser tan descuidado? Bueno, tampoco es que haya sido la persona más cuidadosa del mundo antes. Era más que obvio que algún día algo así podría ocurrir.

Estaba muy nervioso. Quería encontrar a Marco y asegurarme de que se quedaría calladito aunque no sabía exactamente cómo pensaba hacer eso. Lo de la paliza era una buena amenaza pero realmente no me veía haciéndole eso.

Gracias a Dios, lo alcancé a la salida cuando estaba yéndose de la facultad.

- ¡Oye, espera! - le grité para que se detuviera. Al escucharme volteó a verme. - No vas a irte a ningún lado hasta que termine de hablar contigo.

- ¿No te bastó con amenazarme? - me sonrió. Estaba muy tranquilo, como si todo lo que le había dicho antes realmente le hubiese importado un carajo.

Puse mi mejor cara de chico malo e intimidante pero él seguía con su actitud relajada.

- Ya te dije que no voy a decir nada. - me miró tranquilo.

- Bueno ¿y yo cómo sé que vas a cumplir y no vas a andar ventilando mi vida privada por ahí?

- Si fuese tan privada no andarías besándote con chicos en los baños públicos de la universidad. - rió.

Me molesté y lo tomé de su camisa de nuevo. Marco levantó las manos en señal de rendición aunque todavía seguía riéndose y luego lo solté.

- Yo no...ando besándome con chicos en los baños. - le expliqué. - Lo que viste fue algo totalmente imprevisto que no te interesa en lo más mínimo.

- Está bien, lo supuse. Solo estoy molestándote. Además jamás te pedí explicaciones. - me sonrió simpáticamente.

Y entonces me di cuenta de que no había estado burlándose de mí en ningún momento. Por lo poco que conocía a Marco de las clases que compartíamos, sabía que era un chico tranquilo y relajado. Siempre estaba riendo o haciendo reír a los demás, siempre me pareció simpático. No parecía del tipo de los que se podría aprovechar de los demás. Pero aún así no sabía qué tanto podía confiar en él. Decidí calmarme y tratarlo un poco mejor.

- Escucha, sé que no nos conocemos mucho, y no me gusta el hecho de tener que amenazarte pero ¿Tú de verdad tienes idea de lo que pasaría si la gente se entera de lo que viste?

- Sí, me hago una idea. ¿Tus amigos... tampoco saben? - preguntó un poco dudoso.

- Sobre todo ellos. Por favor te lo pido. Yo sé que esto es un gran chisme que cualquiera se moriría por contar pero realmente necesito que cierres la boca. Haré lo que tú quieras. - él me miró extraño luego de decir eso último.

- Dios, ¿quién te crees que soy? - sonrió - Sí, es un gran chisme...pero que no me incumbe. ¿Crees que voy a chantajearte o algo por estilo?

- Bueno ¿cómo sé que puedo confiar en ti?

La verdad me costaba creer que no le fuera a decir a nadie. Si hubiese sido al revés, yo ya estaría chismoseando con mis amigos al respecto. Pero que yo fuera un imbécil, no quería decir que los demás también lo fueran ¿o sí?

- No te va a quedar otra que confiar en mí, Nate. Lo siento. - intentó continuar su camino pero yo no me podía conformar con eso.

- No, ¿estás bromeando? ¿Te vas a ir así como así? ¿Como si esto no fuese la gran cosa? ¿Tienes idea del pánico que siento ahora mismo?

- Para mí no es la gran cosa. ¿Sabés? - me miró curioso - Siempre pensé que algo rarito te traías. Siempre tan mujeriego y depredador. No sé, tal vez era una excusa para ocultar tu verdadero ser.

- ¿Sabes? Me están regresando de nuevo las ganas de querer golpearte. - le dije molesto. Marco solo seguía divirtiéndose con mi situación.

- No tengo nada en contra de los gays, no te preocupes. - me dio una palmada en el brazo. - Haz tu vida, amigo. Pero si no quieres que te descubran, trata de evadir los lugares públicos.

Me sonrió por última vez y luego se fue, dejándome completamente perplejo. ¿Pero qué le pasaba? ¿Por qué actuaba tan tranquilo? ¿Es que acaso no le importaba realmente? ¿O estaba tramando algo a futuro?

Sea como sea no me iba a quedar tranquilo. No hasta que me sintiera completamente seguro y a salvo.

Una vez en mi casa, un poco más calmado, me fue imposible no recordar todo lo que hablé con Liam. Y ni hablar de los besos. Dios, había extrañado tanto besarlo. No dejaba de pensar en sus palabras. Sentía que tenía razón con todo lo que me dijo. Yo también quería estar con él e intentar. Lo amaba. Lo amaba de verdad. ¿Pero sería capaz de enfrentar mis miedos, de arriesgarme por completo? La verdad es que por dentro me seguía sintiendo un cobarde.

Tenía muchas cosas en las que pensar y decidir, demasiadas. ¿Cuándo fue que mi vida se había complicado tanto?

No podía seguir así, tenía que empezar a encontrar soluciones y dejar de quejarme. Aunque sea de a poco, iría despacio y asunto por asunto, y lo primordial en ese momento era Marco. 

 

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El chico que detestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora