Volvimos a casa sin dejar de reírnos sobre lo que pasó en la plaza.
Nathan me empujó y pude llegar tan alto como nunca antes me había animado en ese columpio.
Tenía razón, aunque sea una vez tenía que intentarlo. Y no me arrepentía, porque si bien me dio miedo al principio, fue increíblemente genial.
Pero lo mejor de todo es que fue con Nathan a mi lado. Eso fue lo que hizo ese simple momento tan especial.
De vuelta en casa, se quedó un buen rato en la cocina charlando con mi madre mientras la ayudaba a preparar el almuerzo. Insistí en ayudar yo también pero mamá me dejó muy en claro que quería hablar un rato a solas con su "yerno".
- Que no es tu yerno - aclaré.
- Lo que sea - me ignoró mi madre. - ¿Por qué no te vas a dar un baño antes de comer? Vamos, fuera, fuera - me empujaba fuera de la cocina.
- Ten cuidado con lo que cuentas - amenacé a Nathan quién observaba divertido la situación.
Me quedé mirándolos un minuto de lejos antes de irme. De verdad parecían llevarse bien y por alguna razón eso me hacía sentir feliz.
Papá apareció a mi lado justo en ese momento y contempló la escena conmigo.
- No sé qué le ve tu madre a ese chico - comentó. - O qué le viste tú para empezar.
- Papá, no empieces.
- Ya sé que es guapo y todo eso. Pero se comportó muy mal contigo...ojalá me hubiese dado cuenta de cuánto sufriste, hijo.
- No dije nada porque no quería preocuparlos. Pero no te preocupes por eso. Ya estoy bien...y Nathan, él ha cambiado muchísimo desde entonces.
- Entonces ¿vas a volver con él?
- No lo sé. Pero para que sepas aún sigo muy enamorado de él, papá. Siempre lo he estado. ¿Tú crees que Nathan no es el indicado para mí? - pregunté con miedo.
Sabía que a papá no le agradaba Nathan, como nunca le agradó ningún chico o novio que tuviese, sin importar quién fuese. Pero siempre era muy sincero conmigo. Sabía cuándo dejar su orgullo y celos de lado para decirme lo que de verdad pensaba de alguien. Sí había una opinión que pudiese tener realmente en cuenta esa era la de mi papá.
- Bueno, aún no lo conozco mucho - respondió con duda. - Pero parece ser una persona muy insistente cuando quiere algo.
- Uff ni que lo digas.
- Quiero decir, te siguió hasta aquí sin importarle nada más. Y suponiendo que es cierto cuando dice que te ama, creo que lo está demostrando bien por ahora.
- ¿Eso crees? ¿En serio?
- Creo que es una buena cualidad cuando una persona no se da por vencida y pelea por lo que quiere. Voy a darle eso a su favor.
- Sí, yo también creo que es algo bueno. No importó cuántas veces le dije que no y lo quise alejar de mí. Nathan nunca lo hizo.
- Serás tú quién decida al final si es el indicado o no. Solo confía en tu corazón. Y yo confiaré en tu decisión - me sonrió con dulzura.
- Gracias, pa - lo abracé con fuerza.
- Aunque me sigue sin agradar que duerman juntos en la misma habitación - agregó luego cambiando el tono al mismo celoso de siempre.
- ¿Y dónde quieres que duerma? ¿En el patio?
- ¿Y por qué no?
- Ay, papá. No te preocupes, no vamos a hacer nada de lo que te estás imaginando - aseguré.
- Eso espero. Y si lo haces, vas a recordar este rostro durante todo el acto - señaló su cara de enojo.
- Eso es...muy perturbador.
- Es la idea.
- Okay, me voy a bañar antes de que esta conversación se ponga más incómoda - respondí alejándome.
Lo escuché reírse a lo lejos mientras me dirigí a mi cuarto. La ducha que tomé fue tan relajante. No sé cuánto tiempo estuve allí pero me parecieron siglos.
Por un rato mi mente se calmó y dejó de pensar en tantas cosas al mismo tiempo como venía haciendo. ¿De dónde me nacía toda esa paz? Hacía tanto que no la sentía. Pero supe que la tenía desde que volvimos de la plaza con Nathan. Por supuesto que tenía que ver con él.
Salí del baño de mi habitación solamente con una toalla envuelta en mi cintura. Nathan estaba allí y por un segundo olvidé que compartíamos el cuarto. Gracias a Dios no salí desnudo como había hecho él más temprano.
- ¿Qué haces aquí? - pregunté como un idiota cuando me asusté al verlo. Estaba sentado en mi cama aparentemente chequeando algo en su celular.
- ¿Cómo que qué hago aquí? - me contestó sin dejar de mirarme. - Duermo aquí también.
- Digo...¿no estabas cocinando? - me hice el tonto mientras buscaba ropa limpia en mi ropero.
- Ya terminamos, queda esperar a que esté listo nada más. Solo vine a cargar mi celular y chequear unos mensajes - se levantó y se acercó a mí innecesariamente por detrás.
- Okay... - me di vuelta y me sorprendí de verlo tan cerca. Más que sorprendido, estaba empezando a ponerme nervioso.
- Mensajes de mis amigos - aclaró.
- Está bien. Igual no pregunté - me alejé y volví a poner distancia. Si no se iba, iba a tener que ir a vestirme en el baño.
- Solo aclaro, para que no pienses cosas raras.
- No estoy pensando nada raro.
- Bueno. ¿Vas a vestirte o no? - preguntó señalando la ropa que seleccioné y que traía en la mano.
- ¿Delante tuyo? - reí con ironía.
- ¿Cuál es el problema? Ya conozco cada centímetro de ti - sonrió.
- ¿Y qué? - no podía verme pero sabía que mi cara estaba super roja por ese comentario. - Respeta la privacidad ajena, idiota.
- Sigues siendo igual de sexy y lindo que siempre - ignoró lo que le dije y vi como sus ojos se paseaban por mi torso desnudo.
Me ponía tan tímido y no sabía por qué, si él tenía razón, ya nos conocíamos desnudos. Estaba haciendo mucho drama por nada (para no perder la costumbre).
Antes de que pudiera decirle algo estiró una mano y acarició con suavidad una de mis mejillas. Fue bajando, acariciando también mi cuello y parte de mi hombro.
La piel se me erizó y fue imposible disimularlo. Las rodillas me temblaron y eso me recordó a las primeras veces en las que Nathan me había tocado.
- Basta... - la voz me salió apenas en un tono muy bajo. Aparté su mano de un pequeño golpe y bajé la mirada porque me moría de vergüenza.
- Perdón, no me aguanté - se disculpó. - Pero me alegra saber que mi toque todavía ejerce su efecto en ti.
Maldito Nathan. Sabía perfectamente cómo me ponía. Finalmente me dejó a solas en mi cuarto para que pudiera vestirme.
Antes de salir para ir a comer, por un momento dudé de lo que le había prometido a mi papá antes, eso de que no iba a pasar nada entre Nathan y yo. Pero no. Sacudí la cabeza y traté de volver al mundo real. Autocontrol, Liam. Autocontrol.
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El chico que detesto
Romance¿Qué pasa cuando es el hetero el que insiste en buscar al chico gay? Nathan, con su personalidad extrovertida, su gusto por las fiestas, salir a divertirse, beber y llevar a la cama a cualquier chica que quiere, no puede dejar de querer obtener la...