Los días anteriores a ese sábado había visto a Nate en la facultad o habíamos salido juntos por ahí pero sin la oportunidad de tener sexo. Así que no sé por qué fui tan tonto de pensar que ese día cuando fui a su casa iba a seguir igual. Dios, había extrañado sus caricias y besos.
Había ido sintiéndome mal y ahora estaba completamente hecho un fuego sentado arriba de él.
Me olvidé de todo y de todos por ese momento. Todas mis preocupaciones se habían ido.
Masajeaba mi trasero con mucha firmeza y eso me encendía más.
- Vayamos al cuarto. - le pedí.
- No, quedémonos aquí.
- ¿En la cocina?
- Sí, hay que probar algo nuevo. - me sonrió.
Le di el gusto y nos quedamos allí. A la sesión de besos en la boca le siguió una sesión de besos en mi cuello. Mi punto débil. Mientras, me sacó toda la ropa de la parte de arriba y me desabrochó el jean. Hice lo mismo con él y luego metí mi mano en sus pantalones. Estaba durísimo, por supuesto, como siempre. Gimió cuando lo tomé en mi mano y empecé a masturbarlo.
Me encantaba. Me encantaba tocarlo y verlo morirse de placer. Me hacía sentir que lo tenía bajo mi control cuando la mayor parte del tiempo en nuestra relación, era yo el que me sentía bajo su poder.
Nate también metió su mano en mis pantalones por detrás e introdujo un par de dedos en mí casi sin avisar. Me sobresalté pero luego empecé a moverme sobre su mano, auto penetrándome con sus dedos.
Eso lo volvió completamente loco.
- Dios, hoy estás terrible, bebé. - me dijo y le sonreí en respuesta sin dejar de moverme y de tocarlo. - ¿Te gusta?
- Sí, me encanta.
Entonces me moví un poco más rápido a la vez que seguía tocándolo a la misma velocidad.
Carajos, se estaba sintiendo tan bien. Tranquilamente podría acabar haciendo eso.
Pero no quedó allí. Rápidamente se levantó de la silla y me colocó sobre la mesa. Luego se terminó de quitar los pantalones.
- Date vuelta. - me dijo casi como una orden. Ahora había vuelto él a tomar el control.
No me podía quejar. También amaba eso. Obedecí y me puse contra la mesa. Me terminó de quitar mi ropa y sentí como su miembro duro se acercaba a mi entrada. Lo había lubricado con su saliva y lentamente después empezó a penetrarme.
En un instante la cocina se había llenado de nuestros ruidos, gemidos y suspiros.
Al principio me tomó de mis caderas pero luego fue subiendo una de sus manos y terminó tomándome del cuello haciendo una leve presión, casi como si estuviese por ahorcarme. ¿Por qué eso era tan malditamente excitante?
Me folló tan duro ese día, quitándonos las ganas que veníamos juntando desde hace rato.
Fue tan delicioso, tanto que me hizo acabar primero al encontrar mi punto justo y concentrarse en él durante unos minutos. Nathan se vino dentro de mí, momentos después.
Amaba el sexo con él. Simplemente lo amaba. Nos conectábamos como nunca.
Más tarde, ya descansados mientras me vestía me dijo algo que me quitó la felicidad en tan solo un segundo.- Aún no sé cómo haces para tener tanta energía, incluso después de haber salido anoche. ¿Te levantaste muy tarde, eh? - pregunté.
Nate me miró un poco extraño.
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El chico que detesto
Romance¿Qué pasa cuando es el hetero el que insiste en buscar al chico gay? Nathan, con su personalidad extrovertida, su gusto por las fiestas, salir a divertirse, beber y llevar a la cama a cualquier chica que quiere, no puede dejar de querer obtener la...