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Desperté con terrible dolor de cabeza y a mi lado estaba Mateo, que más que alguien normal se me parecía más a un dios griego colocándose los pantalones mejor. Sonreí y me coloqué mejor en la cama, notando que estaba en ropa interior y en su habitación.

- Buen día.- se giró y me sonrió.- ¿Qué hago acá y no en mi casa?

- Cuando llegamos estabas dormida, así que te traje acá y te puse cómoda, pero nada más.

Le sonreí y me levanté de la cama, agarrando mi ropa del suelo y vistiéndome para bajar después de él a la cocina.

- Buen día.

Volví a saludar, esta vez a Pedro, su abuelo, que estaba allá desayunando con su nieto. Me senté a hablar con él unos minutos, pero después me despedí y volví a mi casa.

- Hola.

- ¿Dormiste con Mateo?

- Sí, es que viniendo me dormí y me llevó allá para no armar un quilombo.- me enté en la cocina mientras rellenaba la taza de café.

- ¿Qué tal ayer?

- Bien.- sonreí a mi viejo y este me devolvió la sonria.

- Me voy a trabajar.

- Y yo con vos.- dijo mi madre dejando lo que estaba haciendo para irse detrás de mi padre.- Llevá a tu hermano al colegio.

- Sí, ma, chao.

- Chao.  

 Salieron y yo me quedé allá desayunando. Después, subí a ducharme y a cambiarme de ropa para luego despertar a mi hermano pequeño y quedarme con él mientras desayunaba. Subió a cambiarse de ropa y yo le mandé un par de mensajes a Martina preguntando por su estado y si nos podíamos ver hoy.

- Listo.

- Pues vámonos.

Guardé el teléfono en un bolso y salí de casa con él agarrado a mi mano, aunque no tardó en soltarse para salir a corrotear por ahí. Llegamos al colegio y me despedí de él, luego volví a casa y seguí durmiendo mientras recordaba la noche de ayer.

Parecía estar igual que siempre, sólo que su pelo estaba distinto, más largo y su aspecto algo desgastado, seguramente porque estuvo toda la noche en el boliche pero por suerte nunca coincidimos.

Resoplé levantándome de la cama para ir a cocinar para unas horas, sola, con la música del teléfono a todo volumen. Cuando terminé, fui al sofá y allá me quedé toda la mañana sin tener que hacer nada porque mi jefe hoy no estaba y no estaría por unos días, ya que había ido a Estados Unidos por unos negocios, dándome días libres al llevarse a su ayudante personal.

Las horas pasaron lentamente pero por fin mis viejos habían llegado con mi hermano. Nos sentamos a comer y, como siempre, cada uno se fue por su lado a partir de ahí.

Yo fui a dormir y chatear con Mateo en mi habitación, Lucas fue a la suya a jugar y mis viejos a trabajar otra vez. Entonces, me entró una llamada.

- Hey.

- Martina, al fin.

- Sorry, lo de ayer sigue doliendo.

- Pelotuda.

- Bueno, ¿Qué querías?

- ¿No vistes mis mensajes? Quería verte, gil.

- Ah ya, perdón.- suspiré y la oí reír por lo bajo.- Podés venir a partir de las seis.

- ¿Qué tenes? ¿Una oficina?

- Callate, gil, es porque luego vienen los pibes otra vez acá y...

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora