18.

706 40 1
                                    

- Lucía.- levanté la mirada de los papeles que tenía expandidos por toda la mesa del salón.- Me voy.

- ¿De verdad que no hace falta que vaya con vos?

- No quiero que luego tenga que estar cuidándole como enfermera en el hospital.

Reí levemente y se acercó a abrazarme, susurrándome un "Gracias" antes de separarse de mí e irse de casa. Habían pasado dos días desde aquel encuentro y por fin había decidido ir a hablar con él, aunque dijo que le haría a solar, que ya habíamos hecho suficiente por ella.

- ¿Ya se fue Martina?

- Sí.

- Pero me dijo que me ayudaría con los deberes.- afirmó Thiago, apenado.

- Bueno, yo puedo hacerlo.

- Vos tenés los tuyos.

- No importa, tengo tiempo para todos.

Sonreí y me fui con él a su habitación, ayudándole primero con matemáticas y después con un trabajo que tenía que hacer de otra de sus asignaturas. Después, le dejé jugando y bajé a terminar lo que me faltaba de mi trabajo, guardándolo todo en el maletín que siempre llevó.

- Hola.- mi vieja llegó de comprar.

- Hola, Thiago está arriba.

- Vale.

La ayudé a colocar todo lo que había comprado y después salí con Thiago al parque para después ir acompañada de él a ver una de las casas que había visto y me gustaba, además de que me la podía permitir.

Una hora después, todos mis objetivos de hoy habían terminado y podía volver a mi casa a cenar con mi familia. La que habíamos visto era pequeña y faltaba pintarla como quería, ya que toda estaba en blanco. Aún así, si lo mío con Mateo va bien todas nuestras cosas cabrían allá dentro con él incluido, sólo faltaba ponerla a mi gusto para ser perfecta.

En la cena le informé a mi familia y después continuaron ellos con una conversación tranquila que fue interrumpida por una llamada. Me acerqué al sofá y agarré mi teléfono.

- ¿Sí?

- ¿Lucía?

- ¿Martina? ¿Qué pasa?

- ¿Podés venir?

- Sí, claro, ya voy.- terminé la llamada y me giré a ver a mi familia.- Me tengo que ir.

- Está bien, no te preocupes.

Mi padre me sonrió suavemente y salí corriendo, agarrando un taxi para llegar más rápido. No podía evitar preocuparme con el tono de voz que había oído al otro lado de la línea.

El taxi paró justo en frente de la casa y allá estaba ella, delante de la puerta, peleando con Tomás, que estaba sin camiseta, mientras en el marco de la puerta estaban apoyados Neo y Mauro, fumando con indiferencia. 

Salí del taxi mandando un mensaje a Mateo, diciéndole que no podía ir a dormir a su casa porque tenía que estar con Martina.

- Martina.

- Al fin.- sonrió y comenzó a andar hacia mí, pero Tomás la paró agarrándola del brazo.- Soltame, gil.

- No podés dejarme, por favor.- suplicó él entre lágrimas.

- Soltame dije.

- Tomás, dejala ir.- dijo Neo, mirándome con una sonrisa. Sabía que estaba de nuestro lado.

- Por favor...- Tomás ignoró a su amigo y Marina se soltó de su agarre.- No soy nada sin vos.

- Entonces buscate a otra que te llene.

Sonreí al oírle decir eso, parecía estar bien después de todo. Me abrazó nada más llegar a donde estaba y luego entró ante que yo.

- Todo esto es tu culpa.

- ¿Mía?- pregunté incrédula.- Quizás deberías mirarte un poco antes de echar la culpa a otros.

- Andate ya, gil, que siempre estás cuando nadie te llamó.

- Mauro.- Neo miró molesto a Mauro, que pareció no importarle.

- Chau.

Me despedí con la mano y una sonrisa victoriosa, andando hacia el taxi sin nada que reprocharme porque, sin darme cuenta, llevaba días plantándole cara sin importarme cual fue nuestro pasado y las promesas que nos hicimos antes de que todo e destruyera. 

- ¿Qué hacés vos acá?

- Recibí tu mensaje y quería esperaros acá, ¿Cómo os fue?- preguntó Mateo mientras le abrazaba como saludo.

- Bien, todo se acabó y...creo que es mejor así.- sonrió levemente y Mateo le devolvió la sonrisa.

- Aún tengo una habitación de sobra.

- Pues no se diga más.

Reí viendo como Martina se iba hacia la casa de Mateo después e abrazarme como gratitud por todo. Luego, los dos nos quedamos solos.

- Y mi cama aún sigue vacía.

- Estás vos en ella.

- Sí, bueno, pero es demasiado grande para alguien tan pequeño.

- Si vos sos pequeño yo ya...- rió y sonreí.

- Dale, mañana voy a la tuya, ¿Sí?- me guiñó el ojo y volví a sonreí.

- ¿Cómo decirte que no?

Pregunté pasando mis brazos alrededor de su cuello. Sonrió y le besé desesperadamente, pues habíamos estado todo el día separados, ni desayunamos juntos. 

Le agarré de la mano y fuimos adentro mientras le contaba sobre la casa nueva.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora