34.

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Le miré con atención y mi mente volvió a despertar, tocando a la puerta antes de entrar como si eso valiese para algo.
La abrí y Mauro y yo nos asomamos a ver cómo Martina se escondía entre las sábanas con Tomás a su lado, fumando y mirándonos sin interés.
- Acá la tenés.- susurró Mauro en mi oído.
Hasta ahora no me había dado cuenta que al girarme para abrir él estaba pegado a mi espalda, medio apoyado en el marco de la puerta, demasiado cerca de mí.
- Martina, ya podés salir de allá eh.
Lentamente, la sábana comenzó a moverse hasta que apareció su cabeza con todo el pelo despeinado y los labios un poco hinchados. Prefería no preguntar por qué.
- Dale, vistete y vámonos.
- ¿Cómo qué se va?- Tomás frunció el ceño y yo le señalé.
- Vos callate y fumá, gil.
Martina resopló y se sentó en la cama, tapándose con las sábanas a la vez que las agarraba. A continuación, se levantó enrollada en estas, dejando a Tomás sin ella.
Por suerte, una mano en mis ojos evitó que viera tal escena. Minutos después, ella ya estaba delante de mí vestida y Mauro decidió destaparme la vista, dejándome verla a ella y a Tomás ya con al menos los calzoncillo puestos.
- Vamos.
Me fulminó con la mirada y chocó su hombro con el mío, saliendo de la habitación. Mauro y yo la miramos irse y luego le dimos una última mirada a Tomás antes de irnos juntos de allá.
- Gracias por ayudarme.- le dije una vez salimos de la casa y la música no ocupaba todo mi oído. Él sonrió viendo a la lejanía a Martina montarse en el auto de Tomás.
- ¿Volviste a robarle el coche a tu novio?
- No, está vez a mí mejor amigo.
- Sos toda una ladrona eh, hasta le robás la novia a mí amigo.
- No son novios, ¿Vale? Estaría demasiado débil para decirle que no a ese pelotudo.
- Sí, seguro, al final a todas os gustan tatuados.- sonrió y yo resoplé, haciéndole reír.- Dale, volvé a casa que es tarde.
- ¿Conseguiste dormir aquella noche?- pregunté cuando ya se había girado para volver a la fiesta.
- Sí, seguí tu consejo y me drogué lo suficiente para no...- respondió girándose, pero se calló ahí.
- Para no...
- Olvidalo, buenas noches.
- Buenas noches.
Susurré viéndole irse. Era raro que no terminase una frase cuyo tono era el de recriminarme la solución que le di y lo dura que fui, pero lo hizo.
Suspiré y volví con mi mejor amiga al coche de Tomás. Puse la llave en el contacto y la miré.
- No fue nada.
- Acabaste en la cama.
- Fue sin querer.
- Ya, claro.
- Vale, puede que me dejara llevar un poco.
- Martina...
- Ya, ya sé que es un pelotudo y que hemos terminado, pero una noche no me la quita nadie, ¿Vale?
- Tiene que hacerlo demasiado bien para que volvieras por una noche.
- No sabés vos...
Susurró, aunque la oí. Reí levemente y le di la vuelta a la llave, arrancando y llevándonos de vuelta a mi casa.
Manejé despacio, mirando de reojo a mí mejor amiga borracha sacar su cabeza por la ventana del auto para que le dé mejor el aire, aunque a veces perdía el equilibrio y parecía resbalarse hacia afuera, así que agarraba el volante con una mano y con la otra su top intentando mantenerla dentro.
Por suerte, no tardamos mucho en volver a mi casa y allá, nada más oyó el coche llegar, salió Tomás con sus manos en los bolsillos de su pantalón, apoyado en el marco de la puerta, mirándonos fijamente.
La primera en abrir la puerta y salir fue Martina, tropezándose y cayendo al suelo. Entonces me vino la mente la imagen mía haciendo lo mismo, ayudándome con Mauro para levantarme. Que pelotuda que fui.
Salí del auto y le tiré las llaves a mí mejor amigo, agarrándolas al vuelo.
- ¿Todo bien?- preguntó mientras ayudaba a Martina levantarse y caminábamos hacia él.
- Estaba en la cama con él.
- Uh dios, Martina, que pelotudas que son mis amigas.
Dijo Tomás mirándonos pasar por su lado cuando nos dejó entrar en la casa. Llevé a Martina al baño y le lavé la cara antes de llevarla a su habitación. Después, volví a dónde estaba Tomás.
- ¿Mejor?
- Sí, mejor.
- ¿Y vos? ¿Cómo te fue?
- Llegué y el primero que me abrió fue Mauro, él me ayudó a encontrarla.
- Que lindo.- dijo él sonriendo con ironía y yo puse mis ojos en blanco.
- Callate, gil.
Rió levemente levantándose del sofá cuando yo me senté y se acercó a mí a besar mi frente como despedida antes de marcharse de vuelta a su casa.
Resoplé y fui a ver a mi hermano pequeño, que se había quedado dormido en mi cama, ocupándola toda.
Odiaba despertarle y sólo con moverle sabía que lo haría, así que agarré mi pijama y me lo puse en el salón, dejando mi ropa en el sillón.
Después, busqué una manta, prendí el televisor y agarré mi teléfono para meterme en mis redes sociales y mensajearme con mi novio y su insomnio.
Poco a poco, el sueño se hizo dueña de mí y acabé por apagar la televisión y despedirme de él, arropándome hasta el cuello y cerrando los ojos para dormir.
Pero, segundos después, parecía que el sueño se había ido. De verdad que no se podía tener tan mala suerte.
Resoplé y al instante mi teléfono vibró en la mesa. Abrí los ojos y lo busqué, encendiéndolo para ver qué fue.
- Número desconocido.
Che.
¿Qué tal Martina?

¿Y vos sos?

Nada, sólo un famoso.

¿Famoso?

Sí.
Un tal Duki.
No sé si oíste sobre él.

Algo oí.

Está mejor.

Gracias por ayudarme.

Siempre lo haré.
Chao.
Miré como se desconectó antes de que yo le respondiera y suspiré, dejando de vuelta el teléfono en la mesa y volviendo a cerrar los ojos sin entender muy bien al que una vez fue mi pareja.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora