24.

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- ¡Lucía! ¡Espera!

Seguí caminando ignorándole mientras agarraba el celular dispuesta a llamar a un taxi para volver a casa y encerrarme durante otra semana en mi habitación.

- ¡Lucía!- agarró mi brazo y tiró de él hasta hacerme dar la vuelta.- ¿Estás sorda o qué? Te llevo llamando desde...

- Te estaba ignorando, gil.- dije interrumpiéndole.- Y déjame ir, quiero encerrarme en mi casa.

- Pero, ¿Qué he hecho?

- ¿Qué has hecho? Les has contado lo que hicimos y de lo que ni siquiera yo me acuerdo porque estaba demasiado borracha como para mandarte a la mierda.

- Si te sirve de consuelo los borrachos siempre dicen la verdad.- sonrió y yo fruncí el ceño, soltándome de su agarre.- Espera, Lucía, era una joda, ¿Vale?

- Vos y tus jodas se pueden ir a la...

- Vale, vale, quizás fui un pelotudo por decirles pero qué querés que haga después de acostarme con la única con la que de verdad he estado enamorado.

- Tarde para decirlo.

- Lucía, perdóname, ellos no dirán nada si es lo que te preocupa.

- Me preocupa que vos y los pibes rompan mi relación con Mateo.

- Se ve que le querés...

- Chao, Mauro.

Una última mirada y me pude alejar por fin sin que me persiguiera. Sentí entonces como un trozo de mí se desilusionaba sin motivo alguno, aunque quizás era por eso, porque me dejaba ir una vez más.

Llamé a un taxi, llegué a mi casa y me fui directamente a la cama, sin cambiarme y sin cenar. Al siguiente día mi teléfono no paraba de sonar aunque yo no tenía intención de agarrarlo, ni siquiera de levantarme a desayunar y trabajar.

Pero el alquiler se tenía que pagar, así que sólo me quedaba levantarme aunque mi ánimo aún siguiera en la cama. Bajé, agarré la manzana y llamé a la empresa para decirle al jefe que enfermé y me quedaría hoy en casa, no puso ningún impedimento y me pude ir al sofá a desayunar.

Me tapé con una manta y dejé el celular en el suelo, dándome la vuelta para comerme la manzana tapada completamente. Al terminar la dejé en la mesa y justo sonó el teléfono. Era Tomás.

- ¿Sí?

- ¿Seguís dormida? ¿Hoy no laburabas?

- Se supone.

- ¡¿Te despidieron?!

- No, se supone que estoy enferma.

- ¿Enferma? ¿Pasó algo?

- Mauro, eso paso.

- Voy para allá.

Terminó la llamada y volví a acostarme, esperando a que la puerta sonara para ir a abrir y que apareciera mi mejor amigo con alguna solución para mí, mis preocupaciones y sobre todo mi relación con Mateo, que ahora mismo la sentía demasiado lejos como para ser verdad.

Minutos después, mientras me ahogaba en mis pensamientos, el timbre sonó y fui a abrir, encontrándome con Tomás agarrando una caja con donas. Le dejé pasar sin decir nada y fui directamente al salón, dejando la caja al lado de donde estaba la manzana comida.

- ¿Y esto?

- Mi desayuno.

- A ver si de verdad enfermaste.

Agarró la manzana por el palito que sobresalía y la llevó a la basura, sentándose después en el sofá con los brazos apoyados en el respaldo mientras que yo me quedaba de pie, mirándole sin ganas de nada.

- A ver, ¿Qué pasa ahora?

- Ayer fui a verle, le escupí todo lo que había escrito y después él me dijo que demasiado tarde, ya les contó.

- Es rápido eh.- fruncí el  ceño y levantó los brazos en señal de defensa.- ¿Qué pasó después?

- Me fui, pero me siguió y me dijo que no contaría nada.

- Entonces bien, ¿No?

- Se nota que no los conocés. Si les decís que no digan nada son los primeros que lo hacen.

- Entonces no está bien.

- No, nada bien.- me senté a su lado, apoyando mis codos en mi rodillas para taparme mi cara con las manos y resoplar, agotada de todo esto.

- Tranquila, Lucía, todo se solucion...

- No digas que se solucionará Tomás, porque mentís, esto no tiene marcha atrás. Estoy o estaba con un pibe que era re piola conmigo, que me cuidaba y quería, y yo ahora soy la pelotuda de la relación que en una borrachera se acostó con su ex, que parece no entender la gravedad de la situación y les va contando a todos lo que pasó, ¿Entendés vos ahora que está pasando o estoy rodeada de idiotas sin razón ni sentido común?

- Uo, frená un poco, nena, o te vas a estrellar

- Eso sería mejor que enfrentarme a Mateo.

- Lucía, ¿Y si te perdona?

- No lo hará.

- Siempre te entiende.

- Sí, pero si le digo que estoy borracha tampoco me hará caso, Tomás, esto no es romper un jarrón de su familia, es acostarse con el pelotudo que te rompió el corazón y que se supone que él hizo olvidarte de él.

- Pues lo ha hecho bastante mal.- le fulminé con la mirada y no aguanté a darle en la nuca con mi mano.- Eh, sin agresiones eh, eso es tarjeta roja.

- Te la merecés.

- Lucía, si no hay solución...¿Qué hacemos?

- No lo sé...yo...

- ¿Querés volver con Mauro?

- ¿Qué? ¡No!

- ¿Segura?

- Obvio que sí, estaría loca si lo hiciera.

- Entonces...¿Querés volver con Mateo?

- Sí, pero no sé si seré capaz de olvidar lo que...

- A veces hay que hacerlo, Lucía, todo merece tener un sacrificio y el tuyo es olvidar completamente lo que pasó y quién es Mauro.- dijo interrumpiéndome.- ¿Cómo hacerlo? Pues día a día, dejando que pase el tiempo pero no separada de Mateo.

- ¿Cómo puedo estar junto a él si me acuerdo todo el rato de Mauro?

- Con la misma solución que te he dicho, el tiempo.

Sonrió con dulzura y a continuación me abrazó. Quizás es verdad, quizás era el tiempo quien diría la verdad, quien me ayudaría a estar junto a Mateo sin importarme el pasado que, al fin y al cabo, es como la mochila que siempre llevaré, pero puedo hacer que se note menos. 

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora