75.

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- ¡Mauro!
- La próxima vez que te quieras mudar, decime cuando.
- ¿Para qué?
- Para no venir.
Dijo apareciendo por las escaleras con mi valija en sus brazos. Sonreí y me apoyé en la pared, esperándole
- Vos te ofreciste.
- Sí, pero es que pesa más que cuando viniste.
- Ah, sí, metí un par de cosas tuyas.
Frunció el ceño bajando la valija una vez terminó de bajar las escaleras y reí. Fui hacia él y le di un corto beso antes de agarrar mi valija y salir junto a él de su casa. Afuera nos esperaba Alejo con un auto.
- Conduzco yo.
- Obvio, señorita.
Me sonrió y puse los ojos en blanco antes de guardar mis cosas, viendo cómo los dos se subían entre risas. Finalmente, yo también subí y arranqué, poniendo rumbo a mi casa.
Mauro estaba de copiloto y atrás Alejo, discutiendo sobre que él debería de estar de copiloto porque era su auto. Parecía que viajaba con dos nenes pequeños, aunque tampoco me importaba. Uno me gustaba demasiado como para enfadarme por unas pelotudeces, el otro me hacía reír con sus pelotudeces.
- Llegamos.
Avisé mientras frenaba delante de mi casa. Allá fuera me esperaba Martina con sus brazos cruzados y Tomás, C.R.O, a su lado con un cigarro en sus manos.
- No sabía que vos venías.
- Tenía que saludar a mí enemiga.
Dijo mientras yo sacaba mi valija y me acercaba a ellos para abrazar a Martina antes de caminar a mí casa.
- Bueno, ustedes ya se pueden ir eh.
- ¿Nosotros?- me respondió Mauro mientras yo abría la puerta.
- Obvio, acá ya sólo vivimos Martina y yo eh.
- Pero yo me puedo quedar, ¿No?- preguntó Tomás.
- Vos sí.- Martina le sonrió y yo puse los ojos en blanco, abriendo por fin la puerta.
- Eso no vale.
- En el amor y la guerra vale de todo.- dijo Tomás sonriendo a la vez que abrazaba por la cintura a Martina, ya dentro de la casa.
- Lucía...
- Tomás, fuera.
- Pero...
- No, no, todos fuera.
- ¿Yo también?- preguntó ahora Mauro haciendo una cara aún más triste que la anterior.
- Vos también, pero esta noche te busco.- le guiñé un ojo y sonrió.
- Entonces bien.
Alejo rió alejándose de nosotros junto a Tomás y Mauro fue el último en irse, sin antes no despedirse con uno de sus besos más largos, oyendo a Martina toser detrás.
- Al fin solas.
- Al fin en casa.
Nos miramos, sonreímos y me acompañó hasta mi habitación. La luz, a diferencia de cuando me fui, entraba por la ventana dejando ver mi ordenada y limpia habitación. Martina hizo un buen trabajo.
- Oh, te extrañé.
Dije abrazándome a mi cama y Martina rió, apoyada en el marco de la puerta.
- Sí, sí, seguro.- la miré y las dos reímos.
- Bueno, dale, déjame colocar mis cosas.
- Vale, vale, pelotuda. Luego bajás eh.
- Sí, vos tranquila que ya no me encierro más.
- Bueno, sino llamó a Mauro y listo.
Sonreí y ella se marchó, dejándome a solas pero con la puerta abierta. Ya no hacía falta cerrarla, ya no me quería esconder del mundo.
Como un mensaje del cielo, mi teléfono comenzó a sonar y acepté la llamada sin mirar.
- ¿Sí?
- Soy tu viejo, Lucía.
- Ah, hola pa.
- ¿Cómo andan?
- ¿Quiénes?- pregunté nerviosa pensando que se refería a Mauro. Quizás si nos vio, quizás...
- Martina y vos, ¿Quién sino?
- No sé, con vos nunca se sabe.
- Ya...¿Venís este viernes a casa?
- No sé, tengo que laburar.
- Dale, a cenar, viene Paula con su novio.
- ¿Así? Entonces sí.
- Nos vemos acá entonces.
- Sí, sí, vos tranquilo.
- Está bien, te quiero.
- Y yo, pa, chao.
Terminé la llamada, abrí la valija y comencé a sacar todo antes de colocarlo. Primero mi ropa y finalmente las dos remeras que le robé a Mauro antes de irme, anoche cuando dormía en el sofá.
Una vez terminé hice caso a Martina y bajé junto a ella al salón. Allá me esperaba con dos mates y una película en el televisor.
- ¿Todo bien?
- ¿Con qué?- preguntó viendo cómo me sentaba a su lado a la vez que agarraba el mate.
- ¿Con Tomás?
- Ah sí, todo bien.
- ¿Sólo amigos?
- Sólo amigos pero con derecho.- me sonrió y negué con la cabeza a la vez que bebía y veía la película.- ¿Y vos?
- ¿Yo qué?
- Aquella vez te fuiste corriendo de casa.
- Como para no.
- ¿Estabas con Mauro?
- Sí, casi nos ven juntos cuando nos fuimos.
- Que suerte que tenés.
- Uy sí, creo que lo único en lo que he tenido suerte es en tener a Mauro.
Sonrió y se quedó mirándome en silencio mientras yo veía ka televisión, intentando ignorar su mirada hasta que se me hizo imposible.
- ¿Qué?
- Nada, lo mismo que te dije la otra vez, me alegra verte así.
- ¿Con Mauro?
- Con todo, aunque aún me moleste un poco Mauro, pero si el te hace feliz no hay nada que añadir.
- Lo hace.
- Entonces listo, ¿Para cuándo la boda?
Reí y agarré un cojín para darle en la cara, callando su risa. Ella me desafió con la mirada y segundos después, cuando desvié mi atención de ella, me devolvió el golpe.
La extrañé, aunque Mauro era un gran acompañante, Martina era mi mejor amiga y con ella podía pasar del odio al amor en segundos. Aunque pensándolo bien, igual con Mauro.
- ¿Qué?
- ¿Qué de qué?
- Te quedaste mirándome, sonriendo.- que pelotuda que soy.
- No, nada, sólo pensaba.
- Espero que no en como matarme, no quiero tener una joker en casa.
Reí y seguí viendo la película hasta que está se terminó y Martina se fue de fiesta sola al ver que yo no estaba pensando en eso. Agarré mi teléfono y busqué su nombre para llamarle.
- Lucía.
- ¿Venís?
- ¿Hicieron una fiesta con Martina o qué?
- Con ella no, pero vos y yo podemos hacerla.- oí su risa por el otro lado de la línea y sonreí.- Dale, vení.
- Mientras no me pongas una de tus películas.
- ¿Qué hay de malo en ellas?
- Nada, nada, ya voy para allá.
- Uh, te odio.
- ¿Tu vieja no te enseñó a no mentir?
- ¿Y la tuya a no romper las bolas?
- No, por eso estamos juntos.- reí.
- Está bien, vení que me duermo.
- El Wanakin va en camino.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora