55.

659 46 8
                                    

Tapé mi cara con mis manos e intenté ocultar mis sollozos en estas, sin éxito alguno.
Lentamente sus brazos me rodearon y me apretó contra su pecho hasta que mis lágrimas comenzaban a mojar su remera.
Con una de sus manos me tenía aferrada a él, con la otra acariciaba mi cabeza a la vez que daba pequeños besos en esta.
Allá, abrazada a él y ahogando mis penas en su pecho, parecía calmarme poco a poco después de tanto tiempo.
- Lucía...vos no te mereces esto.
- No sé qué hacer Mauro, ya no sé qué hacer.- me aferré a él y me apretó más contra su cuerpo pero sin asfixiarme.
- Tenés que relajarte, tranquila, todo pasa, vos ya lo sabes.
- Pero parece tan lejano...
- ¿Qué estabas viendo?
Preguntó de repente, cambiando de tema radicalmente. Me separé de él para mirar que mi ordenador se había quedado entre abierto, dejando una pequeña luz.
- Eh...Friends.
- ¿La serie de...?
Sin decir nada dejó de abrazarme para ir a mi cama, sentarse como si nada y poner el ordenador en sus piernas, abriéndolo y dándole al play, ignorándome.
Le miré confundida y fui hasta él para ver cómo había cambiado su atención a la serie. Parece que eso le interesaba más que yo, quizás se hartó ya de todas mis boludeces.
Me senté a su lado y él puso el ordenador entre nosotros antes de pasar su brazo alrededor de mis hombros y acercarme a él, todo esto sin quitar la atención de la serie.
Le miré atentamente, parecía que escondía una risa de las suyas, de las que resonaban por toda la habitación.
- Te podés reír eh.
- Lucía, te quiero.- me miró sonriendo.
- ¿Qué?
- Cuando vine acá pensaba que estaba escuchando música triste o algo, me daba una paja...
- ¡Mauro!
Y ahí fue cuando rió , moviendo el ordenador y moviéndose al son de sus carcajadas.
- Era joda, gil.- dijo entre risas.
- No tiene gracia.- me crucé de brazos y rió aún más
- Pues estás sonriendo.
Le miré confundida pero sí, había sonreído porque siempre me hacía gracia las locuras que hacía cuando se reía. Se movía como si nada y al final siempre rompía algo.
- Pelotudo.
- Sí, pero te hice reír.
- Tampoco es muy difícil.
- ¿A no? Hace unos segundos parecía que no volverías a sonreír en la vida.
- Déjame.- dejé de mirarle y me tumbé en la cama, girándome y dándole la espalda.
- ¿Te enfadaste?
- ¿Ti infidisti?
Oía sus carcajadas atrás de mí y me molesté aún más. No sé en qué momento pensé que podría darme buenos consejos.
- Era una joda.
- Iri ini jidi.
Notaba como también se deslizaba por el colchón hasta tumbarse y sin decir nada pasó su brazo por mi cintura como si nada pasara.
Intenté no sonreír cuando noté que iba a apoyar su cabeza en mi hombro.
- ¿Estás enfadada?- susurró en mi oído y sin quererlo, se erizó mi piel.
- Sí.
- ¿Por qué?
- Porque pensé que venías a verme.- su risa suave pero grave retumbó en mis tímpanos
- Martina llamó a Tomás para estar un rato distraída y de regalo apareció Duko, pero no, no venía a verte a vos, ¿Viste el sofá que tenés? Re cómodo.
- Ja, ja, que gracia.
- Obvio que venía a verte a vos, pelotuda, ¿A qué iba a venir sino?
- ¿Cómo lo supiste?- pregunté, disminuyendo mi tono de voz porque de nuevo parecían querer salir todas esas lágrimas.
- ¿Lo que te pasó? Martina me llamó por la noche, cuando te encerraste en la habitación y no la dejabas pasar. Me lo contó todo y preocupada, me pidió que fuera a verte.
- ¿Y por qué no lo hiciste hasta ahora?
- Porque te conozco y sabía que necesitabas tiempo
- ¿Viste la cara de orto que tengo? Si me hubieras abrazado antes igual...
- Seguís igual de bien que siempre, no seas pelotuda.
Me giré molesta y noté su respiración a pocos centímetros de mí. Aún así, aunque no pudiera verle, sabía que sonreía.
- ¿Pero me has visto de verdad o no?
- Te he visto y no me importa.
- Mauro.
- ¿Qué? Te he visto peor.
- ¿Así?
- Te he visto de tantas maneras...
Sin poder aguantar, sonreí recordando rápido como siempre me tenía que traer de las fiestas borracha, aunque seguramente él recordaría otros momentos.
- Eso es verdad.
- Tengo sueño.
- En mi cama n...
- Buenas noches.
Le miré atenta pero esta vez parecía que no estaba bromeando. Se colocó mejor, acabando por quedar boca arriba, y pasó su brazo por mis hombros para acercarme a él hasta que mi cabeza quedase en su pecho.
- Mauro.
- ¿Qué?
- ¿Te vas a ir cuando despierte?
- ¿Debería?
- No lo sé.
- Entonces lo pensaremos mañana.
Susurró y sonreí una vez más, abrazándole también. No sé en qué momento había pasado de estar en el mismísimo infierno a, al menos por ahora, ser rescatada por un diablo.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora