29.

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- ¿Todo bien?- preguntó Mateo mirándome.

Hacia tiempo que no nos sentábamos a ver una película por la noche mientras comíamos pizza en su casa, exactamente desde que estamos juntos y él dejó de consolarme porque no había nada que me preocupara. Aún así, hacía unos minutos que mi mente se desconectó y ya no sabía que pasaba en la película.

- Sí, sí, todo bien...sólo tengo sueño.

- Puedo llevarte a casa si querés.- me sonrió con dulzura y yo hice lo mismo.

- ¿Puedo dormir acá?

- Bueno, mis abuelos ya están dormidos así que...

- No en ese sentido, pelotudo.- reí levemente y él sonrió más aún.- Digo con ropa.

- Obvio que podés.

Asentí y le agarré del mentón antes de besarle. Estábamos en su habitación, con las luces apagadas y la puerta cerrada para no molestar a sus abuelos, que hace rato se habían ido a dormir. 

Me levanté y me quité el pantalón vaquero que llevaba antes de volverme acostar, pero esta vez para dormir. No había traído ningún pijama, así que decidí que dormiría con mi sudadera y nada debajo, ya que los vaqueros molestaban demasiado para dormir.

Poco a poco mis ojos se fueron cerrando mientras iba dejando de oír el diálogo de la película para concentrarme en la respiración de mi novio, que si atendía a la pantalla.

- ¿Lucía? ¿Estás dormida?- intenté no sonreír ante su estúpida pregunta.- Está bien...creo que es hora de descansar.

Durante los próximos minutos le oía moverse un lado a otro, ponerse su pijama y finalmente sentí su cuerpo volver al colchón mientras a todo esto yo le daba la espalda. Antes de dormir, sentí su brazo pasar por mi cintura y como tiraba de mi hacia él, pegándome a su cuerpo antes de que dejara su cara apoyada en mi cuello, sintiendo su respiración chocar contra mí.

Desperté cuando la alarma de mi teléfono sonó. Mi jefe había vuelto y con él yo al trabajo. Me levanté despacio para no despertar a Mateo, que había dejado de abrazarme y estábamos dándonos la espalda. Me volví a poner el pantalón y bajé a la cocina a desayunar.

Saludé a su abuelo y, mientras comía mis cereales y bebía café, le oía decir las noticias en alto. Me despedí de él y, después de lavar lo que había utilizado, me marché de vuelta a mi casa para poder cambiarme de ropa e irme en taxi a trabajar.

Saludé a todos como de costumbre y volví a mi rutina de siempre, esperando que se termine por fin mi turno y me pueda ir. Horas después, mi deseo se cumplió y pude salir libre de allá. Decidí caminar a casa y ahora mi nuevo deseo era poder quemar todos los papeles que llevaba en la mano y no cabían en el maletín que siempre me llevaba para guardar lo necesario, que suele ser todo.

Sentí el celular vibrar en mis pantalones y al mirar hacia abajo no supe que alguien caminaba hacia mí, también mirando hacia abajo o más bien a su teléfono. Así que, ocurrió el choque que ninguno de los dos nos esperábamos y que hizo caer todos los documentos que llevaba. Gracias a Dios no estaba lloviendo y el suelo no estaba mojado.

- Perdón, perdón.- repetía mientras me agachaba a recogerlo todo. Me levanté y vi con quien me choqué.- ¿Vos otra vez?

- Perdoname, estaba...

- Ya, con el celu, ¿No?- sonrió nervioso y resoplé.- Suerte que no perdí ninguno.

- ¿Querés que te ayude?

- Estoy bien, Mauro.

- ¿Seguro? Tengo el auto acá y puedo llevarte.

¿Dejo mi orgullo a un lado y me subo con él o sigo mi camino con tantos papeles en mis manos y que se pueden perder?

- Está bien...llevame a casa.

Sonrió aún más y caminamos hacia su coche, el cual ya casi ni recordaba el olor de su interior. Dejé los papeles en mis rodillas y él arrancó.

- ¿Seguís trabajando allá?

- Ajá.

- No te merecen.

- ¿Otra vez diciendo quien me merece y quien no?

- Perdón, no era...

- Está bien, Mauro, no pidas perdón por todo.- sonreí con diversión y agarré una de sus mejillas. Me miró divertido unos segundos y luego volvió su mirada a la carretera.- ¿A dónde ibas?

- A casa de Alejo.

- ¿Sigue con Ana?

- Algo así.- le miré confundida.- Están como vos y yo antes de...

- Oh, entonces les queda poco juntos.- me miró sonriendo y yo desvié mis ojos hacia la ventanilla.

- ¿Seguís yendo de joda?- preguntó y asentí aún sin mirarle.- Podés venir a la próxima.

- La última vez que...

- Sí, sí, vos y yo nos acostamos. Pero ahora sé que eso se acabó, así que, ¿Por qué no? ¿O vas a dejar que un pibe te quite las ganas de fiesta?

- Eso nunca.- le miré por fin y él sonrió.- Está bien, iré, pero...

- No pasara nada, te lo juro.

Asentí y volví a mirar por la ventanilla. Minutos después me despedí de él, bajé de coche y volví a mi casa, donde Martina me esperaba tumbada en el sofá para comer juntas. Por suerte no vio su coche.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora