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Bajé decidida por las escaleras. Lo había estado pensando y parecía la mejor opción ahora mismo.
Cuando llegué al salón, él estaba fumando con la televisión de fondo y mirando su teléfono distraído. Me coloqué justo en frente con mis brazos cruzados y él desvió su mirada tal y como yo quería.
- ¿Qué?
- Mauro, creo que es hora de que me vaya.
- ¿Qué?
- Que ya no hace falta quedarme acá con vos.
- Pero...¿Hice algo?
- Nada.
- ¿Entonces? ¿Por qué querés terminar esto?
- ¿Terminar qué?
- Esto.- nos señaló y sonreí.
- Vos y yo seguiremos igual, pero yo me voy de vuelta a mi casa.
- Pero...
- Vine acá para estar mejor, ¿Recuerdas?- me senté sobre sus piernas y le aparté el teléfono antes de poner mis manos en su nuca.
- Claro, pero...
- Pero estoy bien y ya no hace falta quedarme acá.
- ¿Me vas a dejar solito?- preguntó haciendo un puchero y sonreí. Me resultaba demasiado tierno.
- Sólo cuando estés en tu casa, después estoy con vos.
- Pero yo quería dormir con vos siempre.
- Siempre no, pero alguna vez sí. Seguro que a Martina no le importa.- sonrió y su mirada subió de mis labios a mis ojos.
- Me había olvidado de ella.
- Pelotudo.
Susurré viendo cómo se acercaba para besarme a la vez que sus brazos me rodeaban.
Estuvimos así un tiempo, como si no le hubiera dicho nada sobre mi futura mudanza.
Lo había pensado esta noche, antes de dormirme. Él siempre quería hacer fiestas acá pero sin preguntarme decidía no hacerlas por no molestarme. Así que si yo me marchaba le dejaría su espacio.
Al fin y al cabo, desde el principio de una relación es raro vivir con tu pareja. Aunque en nuestro caso, nos conocíamos de hace mucho.
Después de aquello, yo subí a por mí teléfono a la habitación y Mauro llamó para pedir comida, ya que ninguno de los dos quería irse hoy de casa.
Mientras bajaba las escaleras le contaba a Martina lo que ya le había dicho a Mauro, que volvía junto a ella.
Al segundo me llamó preocupada por si había pasado algo.
- ¿Pero están todos bien?
- Sí.
- ¿Vos estás bien? ¿Todo bien con Mauro?
- Todo bien después de mucho tiempo.
- Está bien... sólo me parece raro que quieras volver.
- Dale, sos mi mejor amiga, pelotuda. Aunque seguro que vos ya te buscaste a alguno que te hiciese compañía.
- Las noches son muy frías.- se defendió y reí sentándome al lado de Mauro, que volvía a tener su teléfono en su mano.
- Pues conmigo ya no lo serán tanto, vos tranquila.
- Está bien...me alegra verte así.
- ¿Así cómo?
- Feliz después de mucho tiempo.
Sonreí al oírle decir aquello. Ella había sufrido junto a mí, siempre lo había hecho, al igual que yo con ella. Miré a Mauro y me di cuenta que ella y él eran, junto a Tomás, los que sufrían conmigo sin importar nada.
- Ya, a mí también.
- Bueno dale, voy a limpiar tu habitación.
- Oh, qué lindo.
- Sí, sí, chao.
- Chao.
Termina la llamada pero no dejé el teléfono. Me metí en mis redes sociales a distraerme mientras me tumbaba y dejaba mis pies apoyados sobre las piernas de él, que en un momento me miró y me sonrió de la misma forma que yo a él antes
- ¿Qué?- le miré por encima del celular y sonrió aún más.
- Nada.
- Nadar nadan los peces, gil.
No dijo nada, sólo siguió sonriendo y mirando su teléfono, al igual que yo.
Hasta que por fin, llamaron a la puerta y fue él quien se levantó y pagó mientras yo corría a por el pedido, hambrienta.
- Gracias.
Le guiñé un ojo al quitárselo de sus manos y frunció el ceño viendo cómo era la primera en sacarlo todo. Parece que él tenía la misma hambre que yo.
- Ché, no pediste ni helado para el postre.- le miré después de ver todo lo que había pedido y se sentó a mi lado.
- Dale, Lucía, hace frío.
- ¿Y qué? Si yo quiero helado, hay helado.
- Es caprichosa la nena.
Saqué la lengua, él rió y después comenzamos a repartirnos la comida. Con el televisor de fondo me comenzó a hablar sobre lo nuevo que tenía, ya que yo tampoco tenía mucho que contar.
- Mauro.
- ¿Qué?
- Lo siento, pero ni mil canciones van a hacerme olvidar mi helado.
- Uh dios, que rompe bolas...
- Sí, sí, rompe bolas, pero luego no querés que me vaya a mi casa.
- Bueno, es que allá si no hay postre no hay y listo.
- ¿Y acá sí?
- Acá puede haber otro tipo de postre.
Me miró mientras comía y aunque su mirada era pícara y sonreía, yo no pude evitar reír viendo como tenía toda la boca llena de comida y si hablaba posiblemente escupiría todo.
- ¿Qué te reís, tarada?- preguntó una vez tragó y yo negué con la cabeza.
- De vos, cariño.
Ahora fue él quien negó con la cabeza, sonriendo y mirando su plato antes de volver a fijar sus ojos en mí.
- ¿Qué?
- Nada.
- Que rompe bolas.- dije imitándole.
Rió por unos segundos, después me sorprendió con un beso. Por suerte no tenía la boca llena de comida.
- Tenés que venir a una joda conmigo.
- Ahora sí que sos un rompe bolas.
- Dale, Lucía, acuérdate de como la pasamos solos aquella noche.
- ¿Cuándo aún estaba con Mateo te refieres?- frunció el ceño y reí. Odiaba que le mencione y yo lo hacía para verle molesto.
- Sí, cuando aún tenías mal gusto.
- Ah, ¿Ya no?- levantó su ceja ante mi desafío y volví a reír.
- No puedo creer que me guste una pelotuda como vos.
- Ah, ya somos dos.
Sonreí y él negó con la cabeza. Soltó su plato bajo mi divertida mirada y después agarró el mío para alejarlo también, acercándose a mí.
- ¿Tenés más hambre?
- Me quedaste sin helado, obvio que sí.
Rió levemente y ya cuando nuestras frentes estaban a punto de pegarse negó con la cabeza y finalmente me besó, acercándose más a mí al igual que yo a él.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora