57.

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- ¿Estás segura?
- Segura.
- ¿Segurísima?
- Sí.
- Lucía si necesitás volver estoy acá eh.
- Lo sé, pero por ahora...
Un coche negro frenó delante de nosotras y la ventanilla del copiloto se bajó.
- Dale, subí.- Mauro asomó su cabeza y sonrió, saludando con la mano a Martina antes de darle una calada a su cigarro.
- Chao.
- Cuidate, ¿Sí?- asentí y Martina me abrazó.
Después, agarré la pequeña valija que había hecho con esperanzas de que estaría poco tiempo allá. La guardé en el auto y después entré en este.
- Hola, Guille.
Su padre me sonrió y saludó antes de volver a pisar el acelerador. Miré hacia atrás para ver a Martina entrar en la casa.
Le dije que contara que no quería ver a nadie, que no quería visitas durante este tiempo pero que estuvieran tranquilos que sería poco tiempo.
- ¿Estás bien?- miré al espejo retrovisor para encontrarme con los ojos negros de Mauro mirándome mientras fumaba.
- Todo bien.
Sonrió levemente y desvió su mirada a la ventanilla a la vez que yo. Se me hacía raro esto.
La última vez que estuvimos juntos discutimos sobre el tema de vivir juntos y la primera vez vivimos poco tiempo y todo acabó conmigo vendiendo la casa.
Y ahora, yo iba a vivir en la suya durante un período de tiempo para encontrarme mejor. Todo se estaba volviendo demasiado raro.
Hace dos días estaba llorando en mi cama por Mateo y el embarazo, ahora estaba en un coche con Mauro y su padre. Éramos raros.
El coche fue frenando hasta acabar quieto delante de una casa pequeña, sencilla.
Bajamos del auto y Mauro esperó a que su viejo sacara mi valija aunque yo me negaba a su ayuda justificando que sabía hacerlo sola. Pero no sirvió de nada y ahora me encontraba detrás de Mauro, que iba al lado de Guille y mi valija.
- Bienvenida a tu casa.
- Por ahora.- dije entrando.
Era igual de sencilla que por fuera. Las paredes blancas y vacías. Mauro ayudó a su viejo y le agarró mi valija para llevarla a su habitación.
- Bueno, yo acá terminé.
- Seguramente nos veamos más.
- Seguramente.
Me sonrió y me abrazó, esperando luego a que su hijo bajará para despedirse también de él e irse.
- Y ya estamos solos.- Mauro me sonrió y yo puse los ojos en blanco.- No tiene referencia sex...
- Lo sé, sólo voy a ver la habitación.
Le interrumpí a lo que iba a decir mientras yo subía las escaleras.
Estaba algo perdida, no me conocía las habitaciones porque nunca había venido acá. Pero, no tardé mucho en encontrarla.
Las paredes vacías, la cama grande, una mesilla de madera marrón claro y vacía, sólo con una lámpara. El interruptor de la luz por dentro y el armario a mí derecha, dejando la ventana a la izquierda
- ¿Qué?- preguntó detrás de mí, apoyándose en el marco de la puerta. Me giré y subí mis hombros, ignorando los pocos centímetros que nos separaban, mirando sus ojos para evadirme de los nervios.
- Parece cómodo.
- Lo es.
- Entonces todo bien, ya sabés que no necesito grandes lujos.
- Lo sé, es lo que más me gusta.
- ¿Así?
- Todas van buscando esto, pero vos no.- tocó su cadena y sonreí.
- No me hace falta eso, estoy bien con esto.
Ahora yo toqué la pequeña cadena que colgaba de mi cuello. Simple, sólo era una cadena fina y dorada. Él sonrió y asintió mirándome directamente a los ojos. Después, se apartó y fuimos juntos a la cocina.
Me fue enseñando poco a poco la casa, mayormente donde estaban las cosas, ya que las habitaciones tampoco eran muy importantes porque no tardaría en encontrarlas.
- Y listo, ahora...
- Ahora te vas.
- ¿Cómo lo...?
- Me lo suponía.
- Volveré pronto.
- Volverás a la noche.
- No lo sa...
- ¿Vas a grabar?- pregunté y él asintió.-  Entonces te veo a la noche.
Me miró confundido, yo levanté mis hombros indiferente y me dejé caer en el sofá de su salón sin dejar de mirarle.
- Te conozco demasiado.
- Igual que yo a vos.
- Igual.
Sonrió y desapareció para ir a cualquier lugar de su casa. Saqué el teléfono de mi pantalón y miré la pantalla en negro. Hacía días que estaba así.
Lo dejé en la mesa y a los segundos oía sus pasos acercarse hasta que su cara apareció en frente de mí, cuando miraba al techo del salón.
- No te emborraches sola.
- ¿Hay alcohol?
- No para vos.
- ¿Y droga?- frunció el ceño y reí.- Es joda.
- Nos vemos.
- Chao.
Me sonrió, negó con la cabeza y se fue, dejándome sola en su casa. Me levanté, prendí el televisor y puse las noticias de fondo mientras que yo exploraba toda la casa.
Primero la cocina a memorizar todo y a ver que había en la heladera para cocinar por si tenía hambre. No había mucho, pero se podía hacer algo.
Después subí a la habitación a abrir la valija y sacar mi ropa. Abrí su armario e intenté no invadirlo mucho.
Guardé la valija debajo de la cama y salí para irme al salón y ya sícambiar el televisor y ponerme alguna película a esperas de que anocheciera.
Me sentía bien, era como un cambio de aires cuando en realidad era de casa y compañero. Estaba tan evadida de lo que pasaba afuera en mi casa que ahora, acá, parecería que estaba aislada de todo.
Aún así, como ya he dicho, me sentía mejor y seguramente era porque, aunque tengamos nuestras diferencias y un pasado turbio, no había otra persona mejor que Mauro para recuperarse. Al fin y al cabo, llevamos juntos desde antes que dejara sus estudios y se dedicará a la música.
Poco a poco, entre la película y mis pensamientos, se hizo de noche y yo pude correr a hacer la cena. Estaba demasiado hambrienta pero si comía antes posiblemente me pasaría la noche sin cenar.
Hice lo que se me ocurrió y luego fui a ducharme antes de que él volviese. De nuevo, volvía a mí pijama suave y cálido.
Salí del baño y comencé a bajar las escaleras a la vez que me secaba el pelo con una toalla de la estantería que había allá, la que dijo que estaba limpia.
En ese mismo momento, Mauro abrió la puerta y apareció algo mojado porque había llovido fuera. Me vio, sonrió y me siguió a la cocina sin decir nada.
- ¿Cocinaste?
- Algo había que comer.
- Pensaba que pedirías algo de fuera.
- Está bien así, estoy triste y cocinar me hace bien.
- Vale, vale...vos sabrás.
Se quitó la campera y salió de allá, después, desapareció mientras que yo servía lo poco que había hecho.
Bajó más tarde con ropa más cómoda y sin gotas cayendo de su pelo. No dijo nada, sólo agarró su plato y fue al salón. Supuse que estaba cansado, rara vez llegaba de grabar enfadado y no parecía tener su cara de bronca.
- Mauro.
- ¿Mm?- no me miró, mantenía sus ojos en el televisor aunque no había nada interesante porque la película se había acabado.
- ¿Todo bien?
- Sólo estoy cansado.
- Entonces te vas a dormir pronto.- me miró y sonrió.- ¿Qué?
- Yo no duermo pronto, a veces no duermo, ¿No viste qué cara?
- Dale, hoy sí.
- ¿Por qué?
- Porque dormís conmigo.
Volvió a desviar su mirada de la televisión y yo sonreí, enseñando mis dientes antes de comer. Rió negando con la cabeza y siguió mirando hacia el frente.
- Mauro.
- ¿Qué?
- ¿Estas enfadado?
- No.
- Entonces puedes dormir temprano.
- Lucía.
- Estás cansado.
- La música necesita horas.
- Y vos
- Que te quedes en mi casa no significa que tengas que cuidar de mí.
- No lo hago, pero si te veo otra vez con esa cara de orto me voy.
Me miró y nos quedamos en silencio, mirándonos a los ojos, yo con una ceja levantada para desafiarle y que viera que era verdad. Pero, segundos después de mantenernos así, serios, él comenzó a reír intentando que la comida de su boca no saliera y yo también al verle así.
- ¿Era en serio?- preguntó después de reírse.
- Según, si me vas a hacer caso no, sino sí.
- Eso quiere decir que...
- Que sí.
- Entonces...
- Entonces terminás de comer y vas a la habitación y mañana te levantas temprano y hacés lo que querés.
- Trabajo mejor de noche.
- Lo sé, pero sólo hacelo por hoy.
- Sólo por hoy.
Asentí sonriendo y él volvió a negar con la cabeza, siguiendo con su cena como si nada. Cuando terminamos, sentados en el sofá y mirando sin ganas el televisor, los dos llevamos nuestras cosas a la cocina y me ayudó para después dejármelo a mí e irse a la habitación como le dije.
Apagué todo, dejé mi teléfono en la mesa del salón y fui a la habitación para encontrármelo acostado mirando su celular. Desvió su mirada de la pantalla a mí y me sonrió mientras yo iba a la cama.
Me metí entre las sábanas y le di una última mirada antes de girarme y darle la espalda para evitar la luz. Minutos después, la luz desapareció y lo último que sentí antes de dormirme fue su brazo abrazándome por la cintura y su respiración en mi cuello.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora