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Miré el cielo. Era absurdo llorar por esto y parecía que la lluvia quiso disimular mis ridículas lágrimas en el agua que caía en pequeñas gotas sin parar, mojándome mientras corría hacia la puerta.
Me atragantaba con mis sollozos y la campera no me abrigaba lo necesario, así que estaba temblando mientras llegaba, deseando que estuviera en casa.
Sabía que no tendría que llorar, que él tendría que ser quién se arrepintiese por lo que me dijo. Era demasiado injusto conmigo, incluso después de todo.
Toqué la puerta varias veces, pero al no recibir respuesta toqué el timbre a la vez que golpeaba la puerta. El frío se hizo más presente y cansada, me senté en el suelo apoyada en la puerta.
Entonces me acordé de su llave y de que esta era su campera. Metí mis manos en los bolsillos y de uno de ellos saqué las llaves que me dio cuando vivía acá.
Quizás estaba dormido o en el baño, pero lo único que sabía es que le necesitaba por muy bobo que fuera llorar por lo que había pasado.
Abrí la puerta y entré para dejar de sentir tanto frío. Miré la casa y parecía vacía.
Intentando calmarme, subí a la habitación a buscarle y al no encontrarle acabé por bajar de nuevo. Miré en la cocina, que tenía la puerta cerrada, pero tampoco, así que me desesperé más.
Sollozando, me senté en el sofá sin importar que toda mi ropa y mi pelo estaba mojado de la lluvia. Aunque seguramente a él sí le importaría.
Me abracé a mis rodillas para entrar en calor, llorando en silencio mientras todos nuestros recuerdos se rompían cada segundo.
Me lo esperaba de todos menos de la persona que siempre me sonrió. Sí, le había engañado, pero lo último que dijo fue lo que realmente me dolió.
Sí, también tenía la culpa de que acabase abortando, pero nunca me lo habían repetido tanto como él y eso dolía más que los demás, pues era el padre y al principio se mostró comprensivo o al menos no tan cruel, quizás por no hacerme sentir aún más la mala de todo.
Estaba a oscuras, tan sólo iluminada por la luz de fuera que pasaba por las ventanas. Pero, no estaba para asustarme de estar sola en su casa a oscuras, incluso prefería que me asustara como una vez hizo para dejar de sentirme sola en este momento.
De repente, entre mis oscuros pensamientos, oí la puerta abrirse, pero tenía demasiado frío como para levantarme a ver quién era.
Encendió la luz y se acercó hacia donde estaba. De reojo vi su cara confundida junto a su pelo mojado y su buzo con algunas gotas en los hombros.
- ¿Lucía? ¿Qué ha pasado? ¿Qué hacés acá?
- Lo siento...
Susurré y rápido se colocó delante de mí para abrazarme. Intenté aguantar y no llorar en alto, pero al abrazarle y sentir su calor me debilité y acabé por llorarle escondiendo mi cabeza entre su cuello y su hombro.
- ¿Qué ha pasado?- susurró sin parar de abrazarme y yo sollocé.
- Tengo toda la ropa mojada.- susurré.
- No importa, no me importa, ¿Vos estás bien?- se separó un poco para mirarme y negué soltando un par de lágrimas.- Lucía...
Limpió un par de ellas, me besó en los labios y me abrazó de vuelta pero con más fuerza. Yo me aferré a su buzo y callé mis sollozos en su hombro.
- ¿Qué hacés acá? ¿Ha pasado algo?
- Yo...
- ¿Vos qué?- de nuevo se separó para acariciar una de mis mejillas con sus manos, limpiando las lágrimas que caían por ellas.- Decime Lucía, si es malo no me voy a enfadar y si te pasa algo estoy acá para vos.
- ¿Dónde estabas?- susurré.
- En casa de Alejo.
- Fui al hospital.
- ¿Te pasó algo?- negué con la cabeza y chasqueó su lengua para luego besarme, está vez en la mejilla donde no estaba su mano. Después, me agarró las mías con fuerza.
- Fue...fue el abuelo de Mateo.
- ¿Mateo?
- Mi vieja fue a buscarme, me dijo que estaba en el hospital y me llevó con ella yo...
- ¿Estaba él allá?- asentí, pero no hizo nada.
- No nos dijimos nada pero luego...
- ¿Qué?
- Me besó, le dije que no te engañaría y discutimos.
- ¿Por qué no me engañaste?- sonrió intentando cambiar mi estado de ánimo con sus jodas, pero a los segundos borró su sonrisa al ver como negaba cerrando mis ojos para dejar un par más de lágrimas caer.
- Me echó la culpa del tema del embarazo, otra vez.
- Lucía...
- Ya sé que fui yo, sé que fui una pelotuda y todos los días lo recuerdo, pero él fue demasiado cruel y...y no me lo esperaba.
Chasqueó su lengua, quitó las lágrimas que había y me volvió a abrazar con menos fuerza para acariciar mi espalda.
- Vení, no podés estar así.
Se levantó y a mí con él, llevándome de la mano hasta su habitación. Me dejó de pie mientras buscaba ropa en su armario y luego me dejó uno de sus buzos y un pantalón que me quedé yo acá.
Me cambié a la vez que él, pero terminando después. Llegó del baño con una toalla para que me secase el pelo y un clínex para limpiarme las lágrimas que quedaban.
Después, me volvió a abrazar, besando mi cabeza para conseguir tranquilizarme poco a poco.
- Olvídate de ese gil, ya no te hace falta .- se separó y me sonrió con mi cara entre sus manos.- Vos estás bien así.
- Con vos, ¿No?- sonreí levemente y él también.
- Entre muchas cosas.
Rió levemente antes de besarme y yo también puse mis manos en sus mejillas. Me sonrió al separarnos y me volvió a besar.
Me olvidé de Mateo como me dijo, de sus punzantes palabras y de todo lo que me relacionase con él. Sólo me dejé llevar en sus manos hasta caer juntos en la cama.
Le quité su buzo y él hizo lo mismo con él mío igual de rápido y necesitado por abrazarme sin falta de este.
Sonreí entre los besos sintiendo como sus manos recorrían todo mi cuerpo lento y suavemente, con todo el cariño que me podía mostrar antes de seguir por quitar los pantalones que hace minutos me había puesto.
Yo hice lo mismo con él después, adelantándome a su camino de besos hacia mí vientre para volver a subir, dejando mordiscos en mi cuello antes de saborear mis labios.
Nos separamos por falta de aire, yo mordiendo su labios inferior antes de volver a juntarnos, girando hasta quedar yo encima de él.
Me senté en sus caderas, viéndole sonreír con sus manos en mi cintura. Después, descendí hacia sus labios de nuevo a la vez que sus manos subían para abrazarme durante mis mordiscos en su cuello.
Volvió a girarse para no perder tiempo y deshacerse por fin de toda la ropa interior que tenía. Sus manos pudieron acariciar entonces todo mi cuerpo sin la interrupción de alguna prenda innecesaria.
Bajé mis manos desde su pelo por su espalda hasta sus boxer para quitárselo con la misma rapidez que hizo él conmigo.
Me sonrió separándose de mí antes de ponerse la protección y adentrarse a la vez que volvía a besarme.
Le abracé con fuerza, apretándole contra mi cuerpo mientras él se agarraba al colchón, comenzando a moverse.
Suspiros y gemidos se comenzaron a oír, subiendo de volumen a la vez que él de ritmo. A veces nos besábamos, a veces me mordía el cuello y otras yo mi labio inferior.
Hundía mis dedos en su pelo y movía mi cintura a su ritmo antes de aferrarme a su cintura con mis piernas. Él me seguía dando besos en el cuello está vez, interrumpiendolo por algún gemido o resoplido.
- Mauro...
Suspiré echando mi cabeza hacia atrás y él escondió su cara entre mi cuello y hombro. Clavé mis uñas no muy fuerte en su espalda mientras sentía la intensidad subiendo rápido hasta hacer temblar mis piernas, tensando mi debilitado cuerpo.
- La concha de la lora Lucía...
Susurró segundos después,  resoplando en mi hombro a la vez que paraba, acabando por morderlo al no aguantar más.
Suspiré cuando se dejó caer lentamente de mi cuerpo hasta acabar a mi lado. Nos miramos, sonrió y me mordí el labio viéndole así a mi lado.
- Recuérdame que llore más.
- Tarada.
Rió levemente y sonreí. Nos tapamos con las sábanas cuando sentimos que el ambiente caliente se iba dispersando y acabé por dormirme con él abrazándome, dándole la espalda y sintiendo como besaba mi hombro antes de que acabase en unos plácidos sueños.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora