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Salí del auto ignorando todo lo que Mateo me decía por teléfono. Después de contárselo, agarró cualquier botella de alcohol y se emborrachó para celebrarlo, diciéndoselo también a los demás.
Ahora, había decidido tomar el mando de todo y ya me estaba haciendo una lista de que comprar cuando casi estaba por cumplir un mes. Mis viejos aún no lo sabían, se lo iba a decir mañana pero Martina quería ir a algún boliche para celebrarlo aún más, así que decidí que pasado mañana estaría bien, en alguna comida.
Entré en casa y fui a la cocina a rellenar la heladera. Me hice un mate y fui al sofá a ver la televisión.
Al segundo, Martina apareció con Tomás y Mateo detrás de ella hablando del único tema que parecía existir en este mundo: el embarazo.
- No, no te escucha aún.
- Pero...
- ¡Mateo, dejá de hinchar las pelotas!
Gritó, angustiada, Martina y yo reí levemente, tomando la atención de los tres. Vinieron rápido a saludarme, parece que ahora soy más importante.
- ¿Qué tal el trabajo?
- Bien.
- ¿Tuviste que agarrar mucho peso?
- Aún no es importante, gil.- respondió por mí Tomás a Mateo y este sonrió como un nene.
- ¿Cuándo se lo contarás al final?
- Pasado mañana, no voy a tener resaca así que...
- Eso duele.
- Que pena, más fernet para nosotros.
Les miré con el ceño fruncido y todos rieron. Después, me obligaron a levantarme para ir a comer fuera aunque ya hubiese algo para preparar acá. Así eran.
Por suerte, después de comer, Mateo y Tomás desaparecieron y Martina se fue a una de las casas de uno de sus pibes. Así que, una vez más, me quedé sola.
Fui a comprar y luego me quedé en casa, acostada en el sofá y viendo alguna película sin importancia cuando la puerta se abrió.
- ¡¿Lucía?!
- Acá.
Levanté mi brazo para que me viera y escuché como maldecía por lo bajo, aunque como ya he dicho, la escuché. Me levanté y vi que estaba acompañada del mismísimo Tomás.
- Hola.
- ¿A repetir?
- No todos en esta vida tenemos la vida hecha.
- Si vos decís...
Me volví a tumbar bajo la confundida mirada de Tomás y seguí viendo la película hasta cansarme y dejar puestas las noticias mientras miraba el teléfono, ignorando los sonidos de arriba.
Entonces, le nombraron en la televisión y al mirar allá estaba él, cantando en algún concierto. Sonreí levemente y luego seguí mirando mi teléfono hasta que me entró antojo de helado.
Helado cuando hacía frío, sí. Por suerte había comprado lo poco que había en el supermercado que vi de camino del trabajo acá, así que fui a la heladera a buscar.
Pero, sorprendentemente, no lo encontraba. ¿Y ahora qué? Lo sentía por Martina pero...
- ¡Martina!- nadie respondió así que grité más aún.-¡Martina!
Segundos después, una puerta y a continuación unos pasos rápidos sonaron por la casa hasta que ella apareció con la sábana enrollada en su cuerpo, el pelo desordenado y toda angustiada.
- ¿Qué pasa? ¿Te has hecho algo?
- No, ¿Dónde está el helado?
- ¿Qué?
- Sí, había comprado helado y ya no hay, ¿Lo agarraste vos?
- ¿Helado ahora?
- A ver, a ver, yo entiendo que son mejores amigas y que vos me odias, pero, ¿Hacia falta esto?- Tomás apareció sólo con un bóxer.
- Sí, porque quiere helado.
- ¿Helado?- me miró confundido y asentí.
- Un antojo por lo que se ve.
- Dale, Lucía, búscalo vos.
- Che, estoy hablando con mi amiga, no con vos, gil.
- Acá vienen los cambios de humor.
- ¡Martina!- la miré y se tensó.
- ¿Qué?
- Mi helado, por favor.
- ¿De verdad has venido de la habitación acá por un helado?- preguntó Tomás mirando como Martina buscaba en la heladera.
- Sí.
- ¿Por qué?
De repente sacó la mano de la heladera con un helado en su mano. La sonreí lo más inocente que podía, pero ella parecía demasiado enfadada.
- Porque pensé que le había pasado algo y en su estado pues...
- ¿Qué estado? ¿Sólido?- le miré confundida por su chiste y luego a Martina para suplicar que no dijera nada.
- Nada, ningún estado.
- Pero...
- Vamos a la habitación.
- Así que secretos eh...- Tomás se cruzó de brazos y yo sólo miraba la escena mientras buscaba alguna cuchara.
- Tomás.
- ¿Qué estado?
- El estado de que en unos segundos tenés que agarrar tu ropa e irte.
- No sean así...yo soy bueno.
- Buenísimo.
Respondí irónica antes tomar del helado de chocolate. Martina se giró a verme y yo sonreí intentando evitar una catástrofe.
- Dale...
- ¿Sabés qué? Hay algo que no te conté.- me miró, me sonrió y luego desvió su mirada a Tomás.- Voy a ser tía.
- ¿Tenés hermanas?
- De sangre no, pero amistades...
Ella sonrió, yo la fulminé con la mirada. Si no fuera por el helado la hubiera matado allá mismo, pero por suerte Tomás no estaba muy listo hoy y no se enteró mucho.
- Un momento...- Ay no.
- Tomás...
- ¿Vos?- me miró y volví a tomar del helado.
- Parece que es bastante bueno en esto, ¿No?- preguntó Martina mirándome y yo la fulminé aún más con la mirada.
- ¡¿Vos?!
- Sorpresa.
- Pero...¡¿De Mateo?!
- Obvio, ¿De quién sino?
Martina rió y Tomás levantó una ceja mirándome. ¿Se está pensando...? ¿Él?
- ¿Mauro?
- Estuvieron hace poco.
- Ya, pero no fue nada. Mateo sí.
- ¿No fue o no querés que sea?- me sonrió y Martina me miró sorprendida.
- No es.
- ¿Segura?
- Las fechas concuerdan justo con Mateo, así que...
- Nunca fuiste muy buena en matemáticas.
Respondió Martina mirándome aún más sorprendida y luego salió corriendo a su habitación para traer un calendario.
- ¿Es joda?
- Uh, batalla épica, Mauro o Mateo, ¿Quién ganará?

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora