99.

618 44 6
                                    

Fuera llovía después de días de sol que me pasaba con mi hermano pequeño.
De vuelta, estaba en la casa de mis viejos. No me encerré como cuando dejé a Mateo, cosa que me extrañó, aunque todo se lo atribuía a Thiago.
Mis viejos no se tomaron bien verme de vuelta, no por mí, sino porque de nuevo Mauro les enseñaba que era imposible confiar en él.
Yo dejé de seguir en mis redes todo lo que era relacionado con él y de vuelta borré su número.
Martina me dijo de volver a su casa, viviendo juntas, pero sabía que vería a Tomás y eso tampoco me iría bien para olvidarle completamente.
Aunque sí salía de mi habitación, no salía de joda. Venía de la laburar y me iba con Thiago y cuando no tenía nada que hacer, estaba con él en algún parque o en casa.
Tomás hizo lo que me prometió y estuvo conmigo, lo cual hizo a mí viejo pensar que era el nuevo Mateo y en un futuro seríamos pareja.
Pero ni a mí me interesaba y él tenía novia, así que solo éramos mejores amigos como hace tiempo. Mi viejo era el que más se alegraba de la ruptura con Mauro y ya me buscaba otro pibe. Aún así, ahora solo quería estar sola, con mi familia de nuevo. Paula me dijo que cuando pueda vendría o sino me tocaría a mí visitarla.
Ella tuvo suerte, ella encontró al correcto o al menos al que no la hacia sufrir como a mí Mauro.
No sé nada de él desde aquella discusión y aunque trato de no hablar de ello y disimularlo, todo mi interior está roto y destruido tras nuestra separación.
Era poco tiempo juntos como pareja, pero lo conocía de tanto y sentía realmente que esto era el final. Que ya no había vuelta atrás.
Aquello me destruía más, porque se acabaron las oportunidades.
Se acabaron sus besos, sus abrazos, su risa que llenaba toda la casa o tener que aguantar sus pesadas piernas sobre las mías porque se quería tumbar en el sofá. Se terminaron las caricias, el placer que sólo él sabía darme, simplemente todo se fue.
Poco a poco, iba olvidando como era llegar a casa y verle dormido aún o pidiendo algo para cenar porque quería milanesa pero no llegué a tiempo y él sólo quería la mía.
Finalmente, me hice a la idea de que lo nuestro jamás tendrá el futuro que él me prometía a oscuras en nuestra habitación, susurrándome todo lo que haríamos mientras me abrazaba por la cintura y me regalaba sus besos en mi cuello. Ahora sólo quedaban las lágrimas silenciosas que en la noche dejaba ir para sanar lentamente el dolor que sólo él sabía producir, comparado al amor que me daba.
La puerta sonó y Thiago apareció con su pijama ya listo y sonriendo. Había guardado el auto que Mauro le regaló solo por mi, para no acordarme de él, aunque era su favorito.
- La pizza ya llegó.
- Ahora bajo, enano.
- ¿Tus ahora o los míos?
Chasqueé la lengua y tiré con el pie la caja de las fotos debajo de la cama. Martina me la trajo días después, cuando pudo entrar en la casa y agarrar todo lo mío para llevárselo.
Me levanté de la silla y dejé nuestra foto de adolescentes en su habitación en mi cama. Fui con mi hermano pequeño a la sala y allá estaba mi familia esperando para cenar.
Comimos viendo Toy Story por mi hermano, claro, después le acompañé yo a que se durmiera mientras mis viejos también iban a su habitación.
- Lucía.
- Dime, enano.- sonreí sentada en el filo de su cama y él también sonrió.
- Si ningún pibe puede cuidarte, yo lo haré, porque soy tu hermanito.
- Está bien, enano, si cuando tenga cuarenta años sigo soltera entonces viviré con vos.
Sonrió y le besé en la frente antes de irme a mí habitación, encontrándome la casa oscura y sin nadie.
Entré en mi habitación y miré de vuelta la foto antes de guardarla. Me dolían las del pasado, las de cuando éramos felices con poco sin dejar de querer más.
Me tumbé en la cama, mirando al techo mientras me inundaba la oscuridad de la habitación, sonando las gotas de lluvia de fondo.
Suspiré y me metí finalmente en las sábanas. En el suelo, divisé lo único suyo que guardaba, los pantalones con los que me fui.
Cuando cerré mis ojos, el celular comenzó a vibrar en mi mesilla. Los volví a abrir y al ser una llamada acepté sin mirar, quizás era Tomás para saber cómo estaba como siempre hacia por la noche y por la mañana.
- ¿Tomás?
- Abajo.
Y terminó la llamada. Era una voz ronca, se oía la lluvia de fondo. Miré el nombre y era desconocido. Me levanté de la cama y fui a la ventana, pero no veía a nadie en la calle.
Chasqueé la lengua y bajé las escaleras, mirando antes de abrir por si había alguien realmente. Dudé entonces si abrir, pero no podría dejar que se mojara.
- ¿Qué hacés acá?- pregunté abriendo, aunque callé al verle así.
Su pelo, como su ropa, estaban mojados. No sonreía, sólo me miraba con sus ojos entrecerrados, sin ninguna expresión.
- Lucía.- susurró mi nombre.
- Mauro.
Cuando oyó que le llamé, me abrazó sin aviso. Quedé sorprendida, no me lo esperaba. Pero ignoré el frío y la lluvia y le abracé de vuelta.
- Lucía...- se separó para tener su mano fría en mi mejilla, mirando en mis ojos como si buscara algo.
- ¿Qué pasa, Mauro?
- Yo...yo no...
Pasó sus manos por su pelo, alejándose de mí lentamente hasta quedar justo en el lugar de la puerta. No podía dejarla más abierta o mi vieja vendría a ver qué pasaba, así que le metí dentro despacio, agarrándole de la mano, para luego cerrar.
Iba a decirle de ir a por una toalla, pero me paralicé cuando vi como su cara ahora sólo desprendía dolor.
- ¿Estás bien?
- Yo no sé que hice.
- Mauro...
- Vos me perdonaste todo, siempre y yo sólo viví la mía.
- Ahora no.
- Sos de las únicas que me entienden, Lucía, sólo vos. No me importan todas las pibas que vengan a pedir mi número, las que quieran vivir la vida que se creen que tengo. Yo te quiero a vos.
- Mauro...- su voz dolorida se clavaba en mis tímpanos como su mirada muy dentro de mí dolor.
- Yo no quiero a nadie más, no quiero a otras, no quiero la música si no te tengo. No puedo hacer nada sin vos.
- Ahora ya no va...
- No puedo vivir sin vos, sos mi droga, Lucía, sos la droga que me enciende.
Le miré fijamente mientras tragaba saliva, aguantando sin romperse aunque a mí me quedaba poco para ello.
- Mauro... terminamos, se acabó.
- No supe verlo, yo...yo fui un pelotudo. Me comporté como un pelotudo diciéndote eso, no tenía derecho porque confío en vos y sé que no hiciste nada. Acá yo fui quién no te llamé de vuelta, quién se olvidó de vos.
- Pero ya lo hablamos esto, Mauro, y no pod...
- Yo no quiero vivir sin vos, Lucía. Nos conocemos desde que éramos unos pibes, me apoyaste en todo. Me ayudaste cuando pensaba que no conseguiría todo esto y cuando lo hice te perdí, lo hice siempre, aunque luego pensaba que te seguía teniendo vos siempre te alejabas y yo no sabía verlo. No sabía ver que yo te alejaba.
- Vos no alejas nada, Mauro...- me acerqué por fin para agarrar su cara entre mis manos bajo la oscuridad que solo se iluminaba por las luces de fuera, las cuales hacían brillar nuestros ojos más de lo normal.- No te castigues ahora.
- Ya no hay castigo, ya te perdí.
- Mauro...
- Estos días sin vos fueron una tortura, me hacía el boludo como si no me importara nada pero solo pensaba que la cagué por ser tremendo gil con vos.
- Lo hicimos los dos...yo desconfié con lo de aquella mina.
- Yo dejé que lo hicieras.
- Debí pedirte viajar con vos.
- Debí decirte que viajaras conmigo.
Nos miramos y sonreímos. Los dos éramos culpables, los dos lo afirmábamos y aquello nunca pasó entre nosotros antes.
- Los dos hacemos cosas mal, Mauro.
- Y los dos queremos sólo hacer las cosas bien, ¿No?
- Yo quiero estar con vos...pero me duele tanto.
- A mí me duele no tenerte.- susurró mirando mis labios.- Extraño nuestras noches, risas, besos...lo extraño todo de vos.
- Y yo de vos...
- ¿Entonces por qué no dejamos que opinen lo que quieran? ¿Por qué no vivimos nosotros sin los demás?
- Porque sos famoso.
- Mirame y decime si ves a otro Mauro que no sea Lombardo, si sólo ves al Duko listo, me voy.
Sonreí levemente al verle. Nunca dejé de ver al pibe de mi clase, al que me pedía siempre todo porque nunca hacía nada antes de dejarlo completamente. Quien me enseñaba los vídeos de rap yankee o el que me pidió ser su novia para luego siempre llevarme con él a las competiciones. Nunca dejé de ver al Mauro Lombardo que me enamoró.
- Vos siempre serás aquel pibe de pelo negro sin tatuajes ni cadenas para mí.
- ¿Y no querés que sea el pibe que te llevó a su casa para en vez de estudiar algo que ni sabía cómo se llamaba pedirte ser su novia?
Sonreí sabiendo que se acordaba de aquella vez después de tanto tiempo y pareció que de nuevo, me conocía tanto que entendía todo.
Sus labios fríos se acercaron a los míos hasta unirse lentamente, congelando también mi mejilla a la vez que nos besábamos con lentitud, como si el tiempo se detuviese justo donde queríamos.
- No puedo dejarte ir.- susurré en sus labios al separarnos y sonrió.
- Ni yo quiero que lo hagas.
Sonreí también antes de ser ahora yo quien le besé y lentamente subimos las escaleras sin dejar de besarnos. Pero cuando su campera calló al suelo junto su remera, los dos nos tumbamos sin más en la cama porque no nos hacía falta otra cosa que el tenernos así.
- No nos separaremos más.- dijo separando sus labios de los míos después de tanto tiempo.
- No si no querés que me mate.- sonrió y negó con la cabeza.
- Si vas vos, voy yo.
Susurró antes de besarme de vuelta. Lentamente, se fue dejando caer a mi lado hasta quedar abrazados como hace tiempo, dejando de sentirme tan fría por la lluvia.
- Sos mi fin, Mauro.- susurré entrelazando nuestros dedos en la oscuridad, bajo las sábanas, pero sabía que sonreía.
- Y vos mi principio.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora