9.

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- Buen día.

Le sonreí entrando en mi habitación, encontrándomelo recién despertado y con cara de no saber dónde está y por qué. Fui hasta él y me senté a su lado, dándole una taza de café con una pastilla para el dolor de cabeza.

- ¿Qué hago acá?

- Ayer veniste a mi casa ebrio a gritarme para irme con vos y luego tuvistte un ataque, así que te traje acá.

- Gracias, sos la mejor.- le sonreí y se tragó la pastilla.- ¿Qué hora es?

- Eh...estuviste dormido toda la mañana.

- ¡¿Qué?!

- Sí...ya son las cuatro de la tarde.

- La concha de la lora, ¿Y por qué no me despertaste

- No tenías que laburar y...bueno, te veías re lindo allá dormido.

- Dale, Lucía...

- Si tenés hambre hay algo abajo. Estamos solos en la casa.

- ¿Y mis abuelo?

- No te preocupes, ya les avisé de que estabas acá.

Suspiró y lo dejé solo para despertarse, esperándole sentada en el sofá del salón mirando mi teléfono y hablando con mis amigos y Martina, que parece que hoy se iba a la grabación de la nueva canción de CRO con los pibes, comos siempre. 

- Creo que me iré a casa, me duele todo.- dijo apareciendo de la nada. Dejé el eléfono y fui hacia él.- Pero gracias por todo, de verdad.

- Mateo, tenemos que hablar.

- Uh, eso suena mal.

- No es nada malo, creo.

- Dale, contame.

- Son...tus ataques.- su rostro cambió en segundos.- Mateo, son muchos y cada vez más seguidos.

- ¿Y? Estoy bien, Lucía, sólo son momentos de bajón y ya.

- No, Mateo, no. Jamás intentes quitar importancia a cualquier ataque de ansiedad o pánico, ¿Sí? Tu salud mental es lo primero.

- ¿Me estás diciendo que estoy loco?

- No, te estoy diciendo que necesitás ayuda psicológica.

- Es decir, que estoy loco.

- No, gil, por ir a un psicólogo no estás loco. Son necesarios, ¿Sabés?

- Pues yo no necesito ninguno, estoy muy bien llevándolo solo.

- El problema es que no lo llevás solo, porque yo soy la que te cuida cundo te ocurre.

- Dale, pues no me cuides, listo.

- Mateo, por favor, sólo intentalo.

- Dije que no, Lucía.

- Hacelo por mí...- me miró con el ceño fruncido, aguantando su rabia.- Te he visto tantas noche de esa forma, fuera de ti, diciendo a veces barbaridades sin sentido que...que no puedo soportar el hecho de que sufrás, ¿Vale? Vos me ayudás a mi con mis pesadillas y problemas, dejame ahora que yo te ayude de verdad.

Bajó la mirada mientras se colocaba la campera y luego volvió a mirarme, en silencio, reflexionando sobre mi propuesta que a mi misma se me ocurrió esta mañana después de repasar todos sus ataques de pánico. 

- Está bien, por vos.

- Y por vos.- dije sonriendo y él asintió. No aguanté más y le abraacé con tods mis fuerzas, dando pequeños saltos y haciéndole reír.- Tenemos cita a las seis.

- ¿Qué?

- Sabía que aceptarías.

- ¿Porque siempre hago lo que decís?

- No, porque siempre hacés lo correcto.-rió y negó con la cabeza.

- No te puedo querer más, sos mi tarada.

- Sólo de vos.

Dije mientras me volvía a abrazar, pero ahora nos separamos un poco para, mientras nuestros brazos rodeaban al otro, besarnos cariñosamente y con lentitud. Entonces, le dejé irse de vuelta a casa mientras yo le decía a Martina que aceptó ir tal y como predije que haría, ya que sino tendría que cancelar la cita.

Me volví a sentar en el sofá y pues una película en mi ordenador esperando a que pasaran estas dos horas que quedaban para acompañar a Mateo a su primera sesión en el psicólogo que levaba semanas o meses necesitando.

Mientras los crédito pasaban sonó el timbre de la puerta y, al mirar a hora, supe quien era. Agarré mis cosas y salí a saludarle con un beso antes de ir a su auto y decirle la dirección del psicólogo donde le pedí cita.

- ¿Y cómo es?

- Dicen que es bastante buena sacando lo miedos.

- Uh, yo tengo muchos.

- Pues ya sabés.- dejé de mirar el retrovisor para mirarle a él y sonreírle.

- Estoy nervioso.

- No tenés por qué. Entiendo que es tu primera cita, pero habrá otras y esto sólo es el comienzo de una solución a todas tus pesadillas, penalo por ee lado.

- Ya, pero yo nunca hizo esto. Vos sabés cuanto me cuesta contar lo que me pasa.

- Lo sé. Sos como una noticia que sólo da a conocer el título, pero la información te la guarda para vos.

- Exacto.- sonrió y me miró por unos segundos.- Deberías haber estudiado psicología.

- Ojalá, pero fui una pendeja.

Sonrió levemente y siguió conduciendo hasta que le dije que podía parar. Buscó donde aparcar y bajamos, yendo de la mano hasta el edificio donde se encontraba el psicólogo.

Al llegar relajé a Mateo y llamamos para que nos abriera. A los dos segundos había un señor joven, pero ya con canas en el pelo, delante de nosotros. Me despedí de Mateo dándole todo mi apoyo y le dije que estaría esperándole en la sala de espera.

Y eso fue lo que hice. Me senté en una de esas frías sillas y saqué mi celular del bolo para jugar a cualquier cosa y entretenerme durante dos horas más en las que todos tenían algo que hacer meno yo, que parecía no tener a nadie a quien molestar. Mis amigos trabajaban, Mateo estaba en la terapia y Martina y demás con sus temas musicales.

Horas después, la puerta de la pequeña sala que había al lado de donde yo estaba se abrió por fin, apareciendo un Mateo serio, pero no enfadado. Nos despedimos del psicólogo y salimos del edifico, volviendo a su coche.

- ¿Qué tal?

- Yo...- miró el volante unos segundos y levantó su mirada llena de lágrimas, pero sonriéndome con alivio.- Creo que bien.

Le sonreí con la misma dulzura de siempre y acaricié lentamente su mejilla, asintiendo con lentitud. Arrancó y volvimos  casa, aunque de allá salimos a cenar a un restaurante, invitándome él por haberle llevado al psicólogo.



No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora