44.

746 41 7
                                    

Miré hacia un lado y me encontré con el humo del porro tapando su cara levemente, mezclándose con el frío que poco a poco comenzaba a notar sentada en el pavimento. No dijo nada  más, tampoco me miraba con una expresión específica ni pidió permiso para sentarse, apoyándose en el coche que estaba delante de mí.
Ahora nuestras piernas se entrecruzaban, las mías entre las suyas. Yo le miraba fijamente, él miraba alrededor mientras fumaba tranquilamente.
- Soy una pelotuda.- dije de repente y él fijó sus ojos en mí, en silencio.- Engañé a mí novio y ahora tengo que andar huyendo de todos los boliches para no encontrarte.
- ¿Eso hacías? ¿Huir de mí?
- Huir de todos.
- Pues parece que no te funcionó.- soltó lentamente el humo y yo resoplé, mirando al suelo.
- Parece que no.
- Te conozco demasiado y al verte correr sabía a dónde ibas. Te gusta estar fuera cuando te pasa eso, así que  luego sólo tardé en buscarte. Sinceramente, algo me decía que te habías ido a pedir que alguien te llevará en su auto.
- Claro, así me secuestran, gil.
- No sé si te diste cuenta, Lucía, pero eso no sería muy raro de tu parte porque tampoco es que tomes las mejores decisiones.
- Gracias por tu comprensión, Mauro.
- Es verdad, la primera decisión mala fue dejarme.- levanté mi mirada, él sonrió y dio una calada.
- Pelotudo...vos me dejaste.
- Lo dejamos los dos.
- ¿Así? Porque yo creo que vos te asustaste y huiste como un nene.
- Porque no podía estar con alguien que no quería estar conmigo.
- Quería estar contigo.
- No lo parecía cuando no me llamaste ni nada.
- Mauro.
- Es la verdad.
- Si te llamaba y volvíamos, hubiéramos roto días después por alguna otra boludez que a vos se te ocurra.
- ¿Así?
- Sí, así sos, siempre buscando algún defecto para romperlo todo.
- Se me olvidaba que yo era el malo, perdón.- apartó su mirada de mí y dio una gran calada a su porro.
- No es eso...
- Sí, ya, Lucía, ¿Sabés qué pasa? No te das cuenta de cómo sos conmigo y al final sólo el malo soy yo.
- ¿Cómo so...?
- Siempre me tomas como un bobo que no sabe lo que hace, ¿Pero sabés qué? Algo bueno tuve que hacer si llegué hasta donde llegué.
- No me...
- Y vos siempre andás pensando que tenés la razón y sino, siempre hacés que todos te la den porque no aguantas fallar y todo porque la única vez que fallaste fue cuando rompimos y aunque te hagas la que lo olvidó, cuando me mirás lo único que veo es a una wacha que me quiere lejos, pero que luego siempre andá diciendo que piensa en mí.
Su mirada fija en mí no me transmitía nada los efectos de la droga, es más, parecía más serio de lo normal. Todo lo decía en serio y en todo tenía razón.
Sí, nunca olvidé nuestras rupturas porque fue la relación que más me afectó en sentimientos. Siempre que le miro veo al mismo pibe que me atrajo el primer día que le conocí, pero luego recuerdo como acabamos y prefiero mantenerlo lejos aunque al final, siempre me ganan los otros sentimientos.
- No te has perdonado a ti, ¿Sabes? Y por eso no sabés decir que fallaste. Siempre soy yo el malo porque nunca te paraste a pensar en lo que vos hiciste mal. Dale, Lucia, acepto mi error porque te engañé con tu hermana pero vos aceptá que la segunda vez estabas pensando más en el pelotudo de Mateo que en mí, que ya no te fijabas ni en mi música porque sólo te servía como el pibe que siempre estaba aunque sí, mi actitud tampoco fue buena, pero porque cuando estaba con vos sentía como...como me desmerecías de todo lo conseguido y me tomabas por un pelotudo más.
- Mauro yo...yo no quería.
- No, vos no me querías, es distinto.
- Yo te...
- Si me hubieras querido nunca te hubieras ido.
Dijo antes de dar la última calada y tirar luego el porro lejos. Nuestros ojos estaban conectados todo el rato, casi sin pestañear porque no podía dejar de mirarle.
Nunca me habló tan claro o quizás nunca le oí. A veces no lo tomaba en serio, a veces me dejaba llevar por lo que mis viejos y amigos decían y al final la corriente me ahogó. Nuestra relación estaba mal, pero porque los dos la hicimos así.
- Lo siento.- dije.
- ¿Por qué exactamente?
- Por no quererte como de verdad sentía que lo hacía.
- Bueno, ya fue, ahora estás con Mateo.
- Parece que estoy haciendo lo mismo con él, así que...
- ¿Qué?
- No sé, cuando estoy con él le miento y no me importa, pero en momentos como estos es cuando quiero correr y contarle todo, que me hunda y me dejé donde me merezco por hacer lo que hice.
- De nada sirve atormentarse cuando ya pasó.
- No me atormentó por lo que pasó, sino por el momento.
No aguantaba su mirada en aquel momento, me encontraba demasiado débil para seguir aguantando ese duelo y acabé por rendirme y fijarme una vez más en el sucio pavimento.
- Dale, vámonos de acá antes de que te encuentre.
Se levantó y luego me estiró la mano para ayudarme. Le miré, miré la mano y la agarré con fuerza para que me levantara. A pocos centímetros el uno del otro, todos mis sentidos volvieron a activarse.
Pero él sólo sonrió como solía hacer en aquellos momentos y sin soltarme me guió hasta un auto no muy lejos de allá. Nos subimos a este y arrancó.
- ¿Vos podés o...?
- Estás borracha y yo drogado, sea como sea estamos los dos mal.
Dijo sonriendo mientras nos alejábamos del boliche. Tenía razón, una vez más.
No me fijaba a dónde me llevaba, tanto me importaba en aquel momento donde podía sentir como, al guardar mis lágrimas para mí, todo mi interior se rompía y le mostraba mi más débil ser a alguien. Por suerte era él.
- Lucía.
- ¿Sí?- miraba por la ventanilla sin interés en lo que veía, tan sólo fijándome en lo que sentía en aquel momento.
- Te mentí.
- ¿En qué?
- Te dije que nunca me miraste de verdad, pero es mentira, una vez lo hiciste.
- ¿Cuándo?
- Hace una semana en tu casa.
Todos los recuerdos aparecieron de golpe y como una película la escena pasaba por mi mente despacio, dejándome sentir lo de aquel momento. No pensaba en Mateo ni en Martina, no pensaba en nadie más que él.
- Me gusta tu nueva canción.
Susurré como respuesta, sabiendo que él lo oiría y así lo hizo, pues sonrió.
Poco a poco, sentía el auto pararse hasta terminar por frenar casi de golpe. Entonces sí me fijé en donde estábamos.
- ¿Tu casa?
- La de mis viejos.
- Pero...
- Se alegrarán de verte.
- Es muy tarde.
- Hoy no, mañana.
- ¿Mañana? ¿Y yo dónde...?
- En mi cama, pero sin hacer nada, lo prometo.
Le miré fijamente, de nuevo sus ojos achinados perdieron todo atisbo de droga en su mirada. Como respuesta abrí la puerta y salí antes que él.
- Sólo una cosa, nada de ruidos, no saben que vengo.
- ¿Qué?
- Que ya mañana les saludamos, dale.
Volvió a extenderme su mano y yo se la volví a agarrar para dejar que me llevará a dónde quería.
Abrió la puerta de su casa y despacio entramos en esta. Subimos las escaleras intentando no hacer ningún ruido y me guió hasta su habitación, aunque yo ya sabía dónde estaba.
- ¿Y cómo...?
Él sonrió y sin falta de terminar la frase ya estaba abriendo su armario para agarrar unos pantalones de los suyos y tirármelos.
- Me gusta la camiseta que llevás.
- Es de Mateo.
Su sonrisa se borró para dejar paso a la mía. Le di un pequeño golpe con sus pantalones y él negó con la cabeza girándose para buscar su ropa.
No sabía si cambiarme allá o no, pero él volvió a disipar mis dudas comenzando a quitarse su camiseta para cambiársela, ignorando los colgantes de oro que caían por su cuello.
Respiré profundamente y sin pensar, lo más rápido que pude, me cambié cuando él me dio la espalda para apartar unas cosas de la cama.
La abrió y se metió en ella sin esperarme. Ya lista, me hice mal el nudo para agarrar mi pelo en un moño que no se mantenía, sino que enredaba más mi pelo. Pero, no me interesé más por eso y me tumbé, quedando los dos en frente y de lado.
La oscuridad sólo nos dejaba vernos bien por la luz de la calle, que me quedaba más oculta a mí que a él. Él me sonrió, agarrando mi mano por debajo de la sábana y enredando sus dedos en los míos. Yo también le sonreí sin moverme, sin alejarme ni siquiera cuando su otro brazo quiso pasar por mi cintura para atraerme a él y acabar abrazados, sintiendo los latidos de su corazón relajarse a la par que su respiración y mis demonios.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora