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Desperté con los ojos hinchados. Un segundo después, recordé que ayer sin saber por qué mi humor cambió y de estar enfadada acabé llorando y ahogando mis sollozos en la almohada.
Me senté en la cama y vi a los pies de esta la caja de las fotos de ayer. Fui hasta ella lentamente y miré dentro sin saber si era mejor tirarla debajo de la cama y olvidarme de ella otra vez.
Arriba de todas las fotos estaba la que le quité a Tomás de la mano. Éramos nosotros, como no, pero un poco más mayores. Ya había pasado el Quinto Escalón, su carrera estaba empezando de verdad.
Su pelo estaba corto, aún negro. Yo lo tenía también un poco más corto y recuerdo que ya no tenía los brackets, aunque en la foto no se veía porque nos estábamos besando en la que era su casa, ya que detrás de nosotros estaba su madre Sandra, sonriendo y saludando a la cámara como si nada.
Sonreí levemente recordando aquello. Aún no me había engañado, faltaban meses seguramente para eso, pero el recuerdo de aquello no dolía tanto como antes.
La dejé en la caja y bajé esta al suelo, levantándome de la cama para ir a desayunar. Martina no estaba, al menos no en la cocina, así que desayuné sola.
- Buen día.
La puerta de la entrada se abrió y de esta aparecieron Martina y Mateo. Les miré confundida y ellos sonrieron, entrando a la cocina.
- Fui a buscarle temprano para decirle que te llevaría yo al médico.
- ¿Vos?
- Así yo podía trabajar.
- Bueno, dale, como quieran.
- Es ahora, Lucia.
- ¿Ahora?
- Dale, por la tarde tenés que trabajar así que...
- Comeremos fuera.
Miré a Martina y suspiré, dejando el cuenco, con cereales aún, en la encimera. Subí de nuevo a mí habitación y allá me cambié rápido, sin arreglarme mucho.
Bajé y me despedí de Mateo fuera de la casa antes de subirme al coche de Martina y dejar que ella me llevara al médico. Me sentía mejor hoy, pero no les podía decir que no iría cuando era el mismo día de la cita, así que aunque no sirviera de nada acepté.
- Llegamos.
Miré por la ventanilla el edifico blanco y salí del auto. Esperé a Martina y fuimos juntas adentro. Algunos enfermeros saludaban, otros pasaban como si nada.
- Lucía...
Levanté mi mirada del suelo y vi a Martina antes de entrar sola por petición propia hace unos minutos cuando esperábamos para que me llamasen.
Saludé al médico ya dentro de la habitación pequeña y me senté en una de las sillas a explicarle todo. Hizo las preguntas habituales que con mi vieja al lado me avergonzaría pero ahora, sola, no importaba mucho.
- Bueno...ve al baño y mirá esto.
Se levantó y buscó en uno de sus armarios. Pensaba que me sacaría uno de los botecitos para hacer un análisis, por lo tanto, ya estaba agobiándome pensando que al final había enfermado de verdad.
Pero no. Le miré confundida y él sonrió lo más dulce que podía. Me levanté y mis piernas comenzaron a temblar mientras me acercaba a él a agarrar lo que me había extendido. No tenía esta posibilidad en mi mente y odiaba con todas mis fuerzas que pudiera tener sitio entre todas las opciones.
Me dijo que fuera al baño de acá, que estaba cerca, así que guardé la caja en mi bolso para evitar que Martina viera algo que la alarmase. Salí de la habitación y le dije que esperase aún en la silla.
Fui al baño, abrí la caja, me senté, preparé todo y lo siguiente fue esperar unos minutos antes de recoger todo e ir hacia la habitación del médico otra vez. Me negaba a ver todo sola.
- ¿Aún nada?
Me miró y negó con la cabeza. Hace unos segundos estábamos en silencio, mirándonos con nervios. Yo más que él, obvio.
- Ya.
Miró el aparato y lo agarró con sus manos, colocándose mejor las gafas que tenía para mirar el resultado. Segundos después, lo dejó en la mesa y estiró su brazo hasta poder agarrar mi mano, que descansaba en la mesa.
- No sé si es bueno o malo...
- ¿Es un sí?
El hombre de mayor edad, posiblemente a punto de jubilarse, asintió lentamente y de la misma manera se fue cayendo mi mundo.
- ¿Pero cómo...? ¿Pero ahora...? ¿Pero yo...?
- ¿Sabés quién...?- le miré desconcertada, pero asentí.- Pues...
- Yo no...yo no puedo.
- Eso ya...
- ¿Y ahora qué se hace?
- Ahora yo te doy otra cita, pero no para este tipo de médico.
Asentí lentamente y se levantó para abrazarme sin importar que nos acabamos de conocer y que es sólo un médico. Lo agradecí, aunque estaba demasiado ida para aceptarlo aún.
Pero, me levanté y despacio salí de allá. Martina me miró esperando una respuesta, pero yo seguí caminando hacia fuera.
- ¿Todo bien?
- No fue nada.
Dije, mintiendo, no podía decirle nada aún. Ella asintió y sin más preguntas decidió minutos después donde íbamos a comer.
Me preguntó si quería que la llevase al trabajo, yo acepté sin decir nada más.
¿Qué hacía yo ahora? ¿Cómo se lo decía?
Terminamos de comer y como dijo, me llevó al trabajo y estuve allá toda la tarde, aunque no podía hacer gran cosa porque mi mente estaba en otro lugar.
Aún en mis pensamientos, aún en mi confundida cabeza, salí del edificio ya de noche, cuando ya podía dejar de laburar por hoy. Justo en la entrada estaba su auto y él apoyado en el.
- Dale, te llevo a casa.
- Mateo...
Me sonrió y agarró mi mano para tirar de mí hacia él y besarme. Le respondí al beso, aunque mi cabeza estaba demasiado nublada.
Subimos al auto y ya allá subió la música de la radio al máximo. Fue lo único que calló mis pensamientos durante los minutos que tardábamos hasta mi casa.
Ya allá, bajamos, agarró mi mano y yo abrí la puerta, nerviosa porque una decisión estaba apareciendo en mi cabeza y no estaba muy segura de ella.
Al abrir la puerta, la música se encendió, vasos se levantaron y dejaron caer el líquido que sobraba en estos. Todos mis amigos estaban allá, además de otras personas que no conocía.
- Estos días estabas tan mal que pensamos en hacer una pequeña fiesta.
Dijo Martina, sonriendome. Asentí, intentando sonreír para todos aunque me había pillado por sorpresa y ya estaba harta de estas.
- Dale, te llevo las cosas a la habitación.
Mateo me quitó el maletín y el abrigo, yendo a mí habitación para dejarlo allá. Mientras, Martina y Tomás me abrazaban.
- ¿Qué tal el trabajo?
- Tengo que deciros algo.
- ¿Qué?
La gente ya nos ignoraban, bebían y bailaban como si nada. Pero ellos dos me estaban escuchando.
- Es sobre lo de hoy, el médico.
- ¡Sabía que te dijo algo!
- ¿Qué es, Lucía?- los dos estaban serios, demasiado.
Al mirar atrás de ellos, Mateo bajaba las escaleras con las manos en los bolsillos y parecía molesto. Entonces, decidí dejarles a ellos para ir a verle a él.
- Mateo.
- ¿Podemos hablar?
Asentí lentamente, no me esperaba esa respuesta. Me llevó a la cocina y cerró la puerta.
- ¿Qué pasa?
- He visto las fotos.
- No es lo que...
- ¿Lo olvidaste mirando las fotos o cómo fue?
- Mateo, ayer estos pelotudos estaban viendo fotos antiguas y agarraron esa caja para ver las mías, pero cuando yo vi cuales eran las guardé y las dejé en la cama pero ya fue, ya está, no hay nada más.
- ¿No las miraste?
- ¿Para qué? Tengo mejores con vos.- conseguí sacar una sonrisa de su parte.
- Bueno, dale, pero si no es por él, ¿Que te pasa?
- ¿De qué?
- ¿Qué te dijo el médico?
- Eh...
- ¿Qué?
- ¿Debería decírtelo?
- No sé.- ¿Había pensado en alto?
- Mateo yo...
- ¿Qué?
- Bueno va, Lucía, vos podés...- susurré para mí.
- Lucía, ¿Qué pasa?
- Vas a ser papá.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora