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La miré de reojo escribir en el teléfono, sonriendo mientras se mordía una de sus uñas. Sonreí al verla así y me levanté del sofá para ir a mi habitación a ver si Thiago se había despertado de su siesta.
Habían pasado dos días desde que la familia de Mauro lo sabía y desde ese entonces estaba más tiempo, si era posible, con él.
Iba a el estudio a verle grabar, cenábamos juntos y siempre dormíamos en la casa del otro. A veces me mandaba sus canciones para que las escuchase antes que nadie, así que en el descanso del trabajo para comer me iba a cualquier lugar y las escuchaba con los audífonos. Las mañanas eran el único momento donde no nos solíamos ver, ya que él se despertaba mucho más tarde que yo.
- Dale, si te levantás rápido podés jugar antes de que venga mamá.
- Juego en mis sueños.
- Thiago.- le moví lentamente pero él escondía su cara de mí.- Thiago si no salís ahora no vas a comer más dulces.
- ¿Ni un chupetín?- se giró a verme y negué con la cabeza.
Acto seguido, sin necesidad de decir más, salió corriendo de la cama y me dejó riéndome en la habitación. Con Mauro había aprendido a chantajearle y así todo era más fácil.
Salí en su busca para verle ya con un chupetín y jugando con el auto teledirigido que le había comprado Mauro, sentado en el suelo mientras Martina seguía a lo suyo.
- Ché, dejá el celular ya, pelotuda.
- Callate, gil, estoy hablando.- reí levemente y me acerqué a quitárselo.- ¡Lucía!
- Oh, Tomás, que raro.
Corrí por la casa con ella detrás mientras le escribía ahora yo a Tomás, ignorando los gritos y las súplicas de mi menor amiga.
- ¡Lucía, la concha de tu madre, te voy a cagar a piñas!- dijo una vez me quitó el celular de las manos mientras me reía de la situación.- Que hija de re mil...
- Hay niños acá eh.
Dije como pude, intentando retomar mi respiración tras mi risa. Ella, mientras, seguía leyendo lo que le puse a Tomás.
"Te extraño y necesito volver a vivir contigo, no puedo vivir sin vos estoy a punto de darme a las drogas por vos"
- Re tóxico el mensaje.
- Lo que se me ocurrió.- me senté en el suelo cansada de tanto reírme y ella le escribió rápido lo que posiblemente sería un mensaje echándome la culpa de todos sus males.
- Sos una...
- ¡Mamá!
Miré a Thiago y me levanté para mirar por la ventana. Él se había subido al sillón para mirar mejor como su coche iba por toda la casa y al mirar un momento por la ventana vio a mi vieja viniendo hacia acá.
- Que raro, se suponía que cenaba con nosotras, ¿No?
- No sé.
Le respondí a Martina, que se había unido a mí y a Thiago en mirar por la ventana. Les dejé y fui a la puerta a abrirla antes de que ella llamase.
- Mamá.
- Hija, es Mateo.
- ¿Qué pasa con él ahora?
- Su abuelo, está en el hospital.
- ¿Qué?
- Un ataque al corazón, creo. Nos mandó un mensaje porque somos buenos amigos de ellos aunque ya no estén juntos y pensé en venir acá a decírtelo.
- ¿Por qué?
- Porque vos le caías muy bien, Lucía, dale, olvídate por un momento de que terminaron y ven conmigo al hospital. Tu padre aceptó quedarse en casa con Thiago mientras.
- Pero...
- Thiago, vení, nos vamos a casa.
- ¿Ya?- llegó con su coche debajo de su brazo y ella asintió.
- Chao, Martina.
- Chao...
La miré confundida y ella subió sus hombros mientras mi madre me agarraba de la mano y tiraba de mí hacia el auto de mi padre, donde supongo que había venido.
Nos subimos todos y manejó hasta casa lo más rápido que pudo. Allá fuera nos esperaba mi viejo hablando por teléfono.
- ¿Sabés algo?- le pregunté, bajando la ventanilla.
- Nada aún, díganme algo cuando lleguen.
- Lo haremos, chao.
- Chao.
Se despidió de nosotras dos y mi vieja aceleró, manejando de nuevo pero esta vez hacia el hospital.
Todo esto me había pillado por sorpresa, así que no entendía nada y no sabía qué hacer.
¿Cuándo llegué allá se supone que tengo que hablar con él? Porque dudo que quiera saber algo de mí después de todo y la última llamada que tuvimos parecía confirmarlo.
Llegamos rápido y salimos del auto en cuanto encontró donde aparcar. Fui a su lado, mirando al suelo porque aún no sabía ni que hacía allá.
Entramos en el hospital y los recuerdos me invadieron. Yo despertándome sola en mi habitación para que minutos después me contarán que había abortado y que mi relación con Mateo se había acabado.
Tragué saliva escondiendo mi tristeza, no por Mateo, ya que dejarle me llevó a Mauro por fin, sino por el embarazo que nunca llegó a más.
- Lucía, ¿Estás bien?- preguntó mi madre mientras subíamos por el ascensor junto a dos enfermeros más que hablaban entre ellos.
- Sí, sí, estoy bien.
Sonreí levemente y las puertas se abrieron. La seguí por el pasillo hasta llegar a una pequeña sala.
Allá su abuela estaba sentada con un rosario en sus manos, mirándolo. Y Mateo estaba de pie, dando vueltas con los brazos cruzados.
- Acá estamos.
- María, Lucía.
Su abuela nos sonrió y dejó de rezar para levantarse y venir a abrazarnos. Pero él se quedó callado, mirándome e intimidándome.
Hacia demasiado tiempo que sus miradas no me llenaban como antes, ahora sólo quería subirme al auto de mi viejo e irme a la casa de Mauro, aunque seguramente él estaría en alguna de sus amigos como me dijo.
- Lucía.
Mateo me habló cuando dejó de abrazar a mi madre y esta se fue a hablar con su abuela.
- Hola, Mateo.
- ¿Qué hacés acá?
- Mi vieja me lo dijo y...
- Y te obligó a venir.
- No, quiero decir, no sé. Dios, si no me querés acá decimelo y me voy.
- No, estoy bien.
Desvió su mirada a ellas dos y se fue a sentar en una de las sillas. Suspiré y me senté en el otro lado, sacando el teléfono de mi bolso para ver los mensajes de Martina preguntando cómo estaba.
Decidí que con mi presencia bastaría y me quedé hablando con ella e ignorando las miradas que me dedicaba pensando que no me daba cuenta.
- ¿Son familiares de Pedro?
- Sí.
- ¿Puede venir un familiar conmigo?
Su abuela nos miró y después fue hacia el doctor, alejándose de la sala. Mateo pasó sus manos por su pelo antes de apoyar sus codos en sus temblorosas rodillas y taparse la cara, mirando hacia abajo.
Chasqueé la lengua y dejé mis cosas para ir a su lado y sentarme cerca de él. No sabía que hacer, así que sólo puse mi mano en su hombro y lo acaricié despacio.
- Está estable.- dijo ella, apareciendo de repente y haciendo que su nieto levantase la mirada triste que había escondido en sus manos.- Pero se quedará acá.
- Bueno al menos todo salió bien.
Mi madre fue a su lado y la abrazó para que luego ella le explicase todo lo que el doctor le dijo.
- ¿Podés venir conmigo?
Mateo me miró y no pude negarme a aquella mirada. Asentí despacio y se levantó, comenzando a andar sin esperarme.
Fui detrás de él hasta que salimos del hospital. Pensé que se quería ir pero no, sólo se sentó en las escaleras y se quedó mirando el ya oscuro cielo. Yo me senté a su lado sin decir nada.
- ¿Cómo fue?- preguntó.
- ¿El qué?
- Despertarse acá.
- Fue confuso, no sabía que hacía acá y por qué estaba sola.
- ¿Y la noticia?
- ¿Cuál de las dos?- sonreí levemente ante su mirada y él chasqueó su lengua, volviendo a mirar el cielo.- La tuya fue dolorosa, no me lo esperaba porque no recordaba nada...el embarazo...bueno, me destruyo y a día de hoy me sigo culpando de todo.
- Ya...al menos ya lo hacés.
Volvió a mirarme y yo bajé la mirada para evitar sus ojos. Dolía oírle decir eso pero entendía todo su rencor y era lo que llevaba esperando mucho tiempo.
- Perdón.
- ¿Por qué?- levanté mi mirada confundida y él fue ahora el que me sonrió levemente.
- Por no haber sabido tenerte.
- Fui yo la que no supo tenerte a vos, yo no supe gestionar mis sentimientos y acabé desbor...
No pude acabar, sus labios me callaron. Le miré confundida y me aparté cuando mi cuerpo volvió a reaccionar tras quedarse un segundo en shock.
- Mateo.
- ¿Qué?
- No.
- ¿A mí no?
- No te quiero, no como antes.
- Ah, pero a él sí.
- Él es distinto.
- Ya, mejor, ¿No?- se levantó y me miró molesto.- No sé ni qué hacés acá si luego no...
- Vine a apoyarte, no a engañar a mi novio, ¿Entendés?
- ¿Por qué? ¿Por qué a mí sí a él no?
- Porque a él le quiero, no me seas pelotudo, Mateo.- yo también me levanté para encararle. No entendía su indignación.
- Y a mí nunca lo hiciste, ¿No? ¿Es eso?
- ¡Lo hice pero vos no sos Mauro!
- Entonces andate a acostarse con ese pelotudo para luego volver a los días llorando pidiendo que volvamos a ver si tenés suerte esa vez.
Señaló mi barriga al terminar y toda la rabia que escondía se activó, acabando por estrellar mi mano en su mejilla. Le miré furiosa, eso fue demasiado doloroso y hasta él lo sabía.
- Andate a la concha de tu madre, Mateo, acá ya no tengo nada que hacer.- una última mirada y comencé a caminar.
- ¡¿Y tu vieja?!- preguntó mientras me alejaba.
- ¡Decile que se olvidé de vos de una vez que no sos tan especial ni tan bueno, pelotudo!
Me giré, le grité y huí aguantando mis lágrimas y apretando mis puños mientras los recuerdos me desgarraban el interior.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora