78.

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- Mauro...
Sentí como tiraban de mis pies hacia fuera de la cama, por suerte estaba enredada en las sábanas además de agarrándome al colchón por si conseguía echarme.
- Mauro pará.
- ¿Qué Mauro dices?
Abrí mis ojos y me giré a ver quién era. Martina. Miré extrañada a la habitación y no había rastros de él.
- ¿Qué...?
- Se fue temprano.
- ¿Así?
- Sí, tenía que irse.
- ¿Y vos me despertaste por qué...?
- Porque me aburría sola en casa.
Sonrió y yo resoplé, volviendo a apoyar mi cabeza en la almohada mientras ella reía levemente.
- Lucía.
- ¿Qué?
- ¿Te llamaron tus viejos?
- ¿Por qué?
- Porque hace una semana que fuiste a la cena y descubrieron que tenés novio, ¿No ves algo raro en esto?
- No, estarás atentos a mi hermana.
- ¿Cuánto se queda?
- Dos semanas.
- ¿Y no la viste más?
- No.
- Preferiste a Mauro eh.- sonreí y al abrir un ojo pude ver cómo ella también lo hacía.
- Está bien, déjame dormir ya.
- Lucía.
- ¿Qué?- pregunté notando como se sentaba en la cama.
- ¿Salimos hoy?
- ¿A dónde?
- A algún boliche, aviso a los pibes y...
- Eh no, no quiero.
- Ha pasado mucho tiempo desde...
- No quiero salir, fin.
- Es sábado.
- ¿Y?
- Que no entiendo porque no que...
- Porque no quiero, porque me voy a sentir mal, porque me hace recordar lo pelotuda que fui.- la interrumpí, sentándome en la cama sabiendo que ya no me volvería a dormir.
- ¿Te arrepentís de contárselo a Mateo?
- Me arrepiento de haber bebido.
- O sea que sí.
- No, me arrepiento de... del aborto.- miré hacia las sábanas y ella chasqueó su lengua, acercándose para abrazarme.
- Lucía...
- No conseguí ni llegar realmente al mes, ¿Entendés?
- Bueno, ahora tendrías el bebé de Mateo estando con Mauro.
- ¿Y si era de Mauro?
- Eso ya nunca lo sabremos.- se separó para acariciarme la cara y sonreírme con dulzura, reconfortandome.- Y es mejor no pensar en eso, ya pasó, no hay solución, ahora hay que volver a vivir y hacerlo de la mejor manera posible.
- Martina...
- Dale, sólo el grupo de siempre, ¿Sí? Nada de estar borrachos y nada de quedarnos tarde y si te sentís mal nos venimos.
- Pero no quiero que no se diviertan por mi.
- Cariño, no sos tan importante.- fruncí el ceño y ella rió.- Dale, están deseando que vuelvas a salir a alguna fiesta, ¿Qué importa si luego tenemos que ser el hombro en el que llorás?
- Bueno...
- ¿Bueno qué?
- Está bien, pero vamos tranquilas eh, sin sobresaltos.
- Sin sobresaltos.
Dijo sonriendo para intentar no reír de alegría al decirle aquello. Después, se fue por fin de mi habitación y me volvió a dejar sola.
Suspiré intentando evadirme de los pensamientos y recuerdos que volvieron antes y busqué mi teléfono en mi mesilla. Pero no estaba ahí, estaba el de otro.
Lo desbloqueé y me di cuenta que era el de Mauro. ¿Si se tenía que ir por qué se olvidó el teléfono? Que pelotudo.
Lo dejé ahí y bajé para encontrarme a mí mejor amiga en el salón. Fui a la cocina y me hice el desayuno rápido, igual que me lo comí. Después, fui junto a ella de nuevo.
- Martina, ¿Viste mi teléfono?
- ¿No estaba en la mesilla?
- No, era el de Mauro.
- Que pelotudo.
Sonreí y me di un descanso mirando la televisión junto a ella aunque no había nada y al final le daba más importancia a lo que Martina me contaba sobre sus historias amorosas donde siempre se encontraba tomás de por medio.
Cuando se acercó la hora de comer, subí de nuevo a la habitación para colocar un par de cosas antes de volver a salir. Justo cuando atravesaba la puerta el celular sonó.
Si yo tenía el suyo, seguramente él tendría mío y ya había demasiada confianza entre nosotros, no era la primera vez que le dejábamos el teléfono al otro para ver alguna pelotudez. Me acerqué y era una llamada de C.R.O.
- ¿Tomás?
- Lucía.
- ¿Está Mauro con vos?
- Perdón, bebé, agarré el que no era.- dijo él, sabía que era Mauro porque conocía su voz.
- Está bien, así puedo espiarte.
- Y yo, pelotuda.
- Bueno, bueno, ¿Venís a por él?
- ¿Venís vos?
- ¿Dónde están?
- En casa de Neo.
- Uh, que paja, tengo hambre.
- Acá ya estamos comiendo.
- Pura suerte, decile a Tomás que se está perdiendo la comida de su amada Martina.
- Sí, sí...pero vos te estás perdiendo comida mexicana, gil.
- ¿Qué?
- Lo que oíste, ¿Ahora quién va a dónde?
- Uh, te odio.
Rió por el otro lado y eso fue lo último que oí antes de terminar la llamada. En realidad no había cocinado Martina, es más, íbamos a salir fuera a comer porque ella tenía que trabajar después y no le daba tiempo.
Bajé mientras me guardaba el teléfono en el bolsillo y la busqué hasta encontrarla en la cocina.
- Ché, Mauro me llamó.
- ¿Con tu teléfono?
- Sí, dijo que fuera a casa de Neo.
- Bueno, entonces me voy directamente al trabajo y como allá.
- ¿Segura?
- Sí, sí, sólo dale recuerdos a Tomás de mi parte.
Me guiñó el ojo y salió por la puerta bajo mi mirada divertida. Después, la seguí hasta su auto, donde yo conduciría.
Nos subimos y primero la llevé a ella al trabajo antes de que yo fuera a casa de Neo. Aparqué donde pude y fui hasta la puerta, donde segundos después me abrirían.
- Hola.
- Hola.- le sonreí y abracé, pasando después a la casa.- ¿Dónde está el pelotudo de Mauro que se llevó mi celular?
- ¡Acá!
Pude oírle en el salón y fui junto a Neo a verle. Estaban todos sentados alrededor de la mesa donde estaban comiendo la comida mexicana que Mauro me dijo.
- Hola a todos.
- Hola.
Me respondieron de vuelta me acercaba a Mauro y me extendía su teléfono. Él sonrió y sacó el mío de su bolsillo, haciendo lo mismo para después intercambiarlo.
- Sentate por ahí, hay para todos.
- No hace falta.
Dije antes de sentarme en sus piernas, haciéndole sonreír mientras Alejo reía.
Le di un corto beso y después me pasaron lo que quedaba para mí, no era mucho pero no necesitaba más.
Comimos juntos, oyendo como hablaban de su música y sus vidas hasta conocer totalmente de ellos.
Alejo por fin dejó a Ana y ella se marchó a Córdoba, así que ya no sabían más de ella y yo menos.
Después de la comida, Mauro se despidió de todos sin que yo le dijera nada y me llevó junto a él.
- ¿Y? ¿Por qué te marchaste sin decir nada?
- Ayer fue viernes y como el anterior, estabas cansada, así que pensé en dejarte dormir.
- Y llevarte mi teléfono.
- Eso fue un accidente.
- Lo sé, pero sos muy pelotudo.
- Tu pelotudo.- me miró y sonrió a la vez que pasaba su brazo por mi hombro para acercarme a él.- ¿O no?
Preguntó cerca de mí, mirándonos a los ojos mientras caminabamos a su casa.
- ¿Necesitás respuesta para eso?- pregunté sonriendo y él subió sus hombros.
- No, pero me gustaría que lo dijeras.
- Está bien, está bien.- dije entre pequeñas carcajadas.- Sos mi pelotudo.
- Y vos la mía.
- Gil.
Ahora sonrió él antes de terminar por besarnos sin parar de andar, lo cual se hacía complicado pero divertido a la vez.
- ¿Tenés planes para hoy?- preguntó cuando ya habíamos llegado a su casa. El resto del camino era un silencio que no fue nada incómodo, sino tranquilo.
- Me voy.
- ¿Ya me abandonas? Que rápido.
- No, pelotudo, me voy de fiesta.
- ¿Sin mi?- preguntó y asentí.- Eso me dolió más que si me hubieras abandonado.
Reí y me senté a su lado en el sofá. Él sacó su teléfono y comenzó a revisar lo que antes no había podido.
- Dale, otro día.
- Bueno, esos pelotudos de allá fuera pueden tenerte en todas las fiestas que quieran y como vos quieras, pero yo soy el único que tiene fiestas privadas de vos.
Dijo aguantando su risa mientras yo no podía hacerlo, negando con la cabeza.
- Pelotudo
- Me querés.
- Por desgracia.
- Y bendita desgracia.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora