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Oí algo caerse y mis ojos se abrieron de repente. Estaba con mi cara pegada a la almohada, dormida en mi cama, en mi lado y sana y salva después de una fiesta.
Suspiré quitando los mechones que caían en mi rostro y los eché hacia atrás. Sentí entonces un peso en mi espalda que antes no me di cuenta que estaba.
Poco a poco, mientras miraba mi armario, recordé todo lo que pasó ayer. Mi fiesta con Martina pasó a ser con Mauro y del boliche venimos a mi casa para terminar los dos en mi cama. ¿En mi cama? ¡En mi cama!
Me desperté completamente cuando todo pasó rápido por mi mente y abrí más los ojos al pensar que el peso de atrás era él. Lentamente, me comencé a girar sobre mí para darme cuenta que era un brazo, su brazo, el que estaba en mi espalda y ahora caía por mi cintura al acabar de lateral.
Mi cara a poco centímetros de la suya, dormido como si nada, con todo su pelo revuelto y los labios hinchados, como sus ojos. Aún así parecía estar dormido plácidamente como si lo de ayer no importara.
Sentí el frío de la habitación poco a poco en mi cuerpo, ya que dormimos sin ni siquiera una manta por encima. Me eché hacia atrás poco a poco con cuidado de no caerme de la cama y cuando llegó el momento justo para sentarme, levanté su brazo de mi cuerpo y lo dejé en el colchón.
Eché todo mi pelo hacia atrás, pasé mis manos un par de veces por mi cara volviendo a recordar todo y me levanté para buscar algo rápido que ponerme. Acabé con un buzo y un pantalón ancho simple deportivo además de las pantuflas viejas de siempre, cuyo color rosa ya estaba casi descolorido.
Le miré una vez más y oí otro golpe fuera de la habitación. Martina, era la única explicación de eso.
Abrí un poco la puerta y miré por la rendija que dejé, viendo a Martina con una bata salir de su habitación despacio, mirando a todos lados.
De repente, Mauro tosió y al girarme para verle rodar en mi cama y cambiar de posición, cerré la puerta sin darme cuenta. Esto sólo podía ir a peor.
- ¿Lucía?- preguntó Martina desde fuera y apoyé mi espalda en la puerta.
- ¿Sí?
- ¿Estás allá?
- Puede.
- Ah qué bueno..., bueno dale, salí y vayamos a desayunar o algo fuera de acá.- ¿Estaba nerviosa?
- Sí ya, eso, ahora voy.- Mauro resopló y me di cuenta de que se estaba despertando.
- Okey, allá te espero, pero avisá cuando vayas.
- Sí, sí...yo aviso.
Y oí sus pasos alejarse de la habitación. Respiré más tranquila y fui hacia la ropa que había por el suelo para agarrar toda la que era suya y acercarme a él.
- Mauro, despierta.
Seguía con los ojos cerrados, pero sabía que estaba despierto, sólo que se quería volver a dormir y por eso no hablaba.
- Mauro, tenés que irte, ahora.
- Déjame dormir...- susurró con su voz  ronca, volviendo a girarse para darme la espalda.
Resoplé, dejé su ropa a los pies de la cama y me subí para quedar arrodillada. Me acerqué a él mientras recogía mi pelo en un moño y luego lo moví con mis manos lentamente.
- No es una broma, levántate.
- No quiero.
- Yo sí, dale, dejá de jugar.
- ¿Qué me das a cambio?
- La libertad.
- Si el castigo es quedarse entonces castigame.- sonrió y yo resoplé.
- Mauro, ya no sé ni lo que digo, dale, levántate de una vez.
Ahora fue él quien resopló antes de volver a girarse para dejar de darme la espalda. Abrió sus ojos y sonrió al verme en frente de él.
- Buen día.
- Tenés que vestirte ya.
- Que buen saludo.
- Mauro, no es una joda, dale.
- ¿Pasa algo?
- Pasa que está Martina por acá y como te vea nos toca aguantar toda una tormenta.
- Pero si ella volvió con su ex, qué me contás.
- Decile a ella, yo sólo aviso.- levanté mis manos con inocencia y él suspiró, sentándose en la cama.
- ¿Ni un beso?- preguntó volviendo a mirarme.
- Dale, wacho, pará y vestite.
Rió levemente y comenzó a vestirse mientras yo miraba por la puerta. De repente me di cuenta que había algo caído en el suelo que antes no estaba, una bolsa de plástico con lo que parecía...
- Mauro, vení.
- ¿Qué?
- ¿Qué es eso?
Se abrochó sus pantalones negros y sin aún ponerse la chomba azul que llevaba esta noche, se colocó detrás de mí para mirar por la puerta como yo.
- Marihuana.
- ¿Marihuana? ¿Tuya?
- La mía está con mis otras cosas, en...no sé dónde.
- Ay no, están en el salón.
- Bueno, vos decís que te la encontraste sin saber de quién era si ella te pregunta.
- ¿Pero es tuya?- pregunté con los dos aún mirando.
- No, esa bolsa es más pequeña que la mía y está abierta.
- ¿Martina fuma?
- Puede.
- No, no fuma, odiaba que hubieran porros cerca, como yo.
- Pues vos dirás.
De repente me di cuenta y no de que sus manos estaban en mi cintura, sino de que Martina estaba nerviosa porque ella también vino acompañada. Giré sobre mí, quedando en frente de él a pocos centímetros.
- ¿Qué?
- C.R.O está acá, otra vez.
- ¿Otra vez?
- Obvio, ¿Sino de quién es? De tu crew sólo le gusta él y estuvimos con ellos ayer.
- Nosotros no.- sonrió y suspiré.
- Pero ella sí, por eso me pedía que avisara al bajar.
- Es decir, que no soy el único que tiene que andar escondiéndose en esta casa.
- Más o menos.
- Bien.- sonrió mirando por lo que había dejado abierto de la puerta y luego sus ojos volvieron a los míos.- ¿Puedo?
- ¿El qué?
- Esto.
Sonrió antes de apoyar su mano en la puerta y cerrarla echándose hacia delante para poder besarme. No sabía si seguirle o no el beso, así que simplemente le alejé tirando de él hacia atrás.
- Tenía que hacerlo.
- Dale, vestite ya.
Una vez más me dejó ver su maldita sonrisa y se siguió vistiendo mientras yo pensaba el plan para sacarle de acá sin que le vieran.
- Listo.
- Vale, voy a por tus cosas al salón, vos espérame en la escalera y cuando te avise bajás, te las doy y te vas corriendo.
- ¿Te va a dar tiempo?
- La entretendré con preguntas sobre la bolsa.
- Sos una diabla.
- Con cara de ángel.
Sonreí y él negó con la cabeza sin quitar su sonrisa de la cara. Abrí lentamente la puerta y fuimos juntos hasta las escaleras.
Él se quedó allá y yo bajé despacio hasta ver qué estaba en la cocina. Entonces, corrí al salón intentando no hacer ruido y busqué con la mirada sus cosas.
Una vez visibles, las agarré todas como pude y fui hacia las escaleras para darle sus cosas.
- Suerte.
Me guiñó el ojo y yo puse los ojos en blanco, por suerte pudo aguantarse su escandalosa risa. Bajé intentando parecer relajada y entré en la cocina con la misma intención.
- Buen día.
- ¡Lucía! Te dije que avisaras cuando bajaras.
- Se me olvidó.
Sonreí yendo hacia un bol donde dejar los cereales y una taza donde echar el café. Suerte la mía que hoy no tenía que laburar.
- ¿Qué hace una bolsa de marihuana en el suelo?- pregunté echando la leche en el tazón.
- ¿Que? ¿Qué bolsa?- preguntó atragantándose con su jugo de naranja.
- Uno que hay tirado en el piso de arriba.
Agarré el tazón y comencé a comer de este mientras el café se hacía, poniéndome al lado contrario de la puerta para que su mirada fuera hacia mí y no hacía Mauro huyendo de acá.
- No sé cómo pudo llegar eso acá, a lo mejor uno de los pelotudos de ayer lo escondió y...
- ¿Por qué lo esconderían en vos?
- Porque...porque tengo cara de buena.
Ella sonrió nerviosa y yo ahogué mi risa comiendo los cereales. Sin darme cuenta, la cafetera ya estaba lista y cuando fui a rellenar el vaso sonó un ruido en la parte de arriba. Mauro.
Martina y yo nos miramos porque las dos teníamos algo que esconder, así que ninguna dijo nada. Agarré la leche para echarla en el café y otro golpe sonó arriba.
- ¿Qué es e...?
Preguntamos a la vez, mirándonos con el mismo deseo posiblemente, el de que no nos descubran. Pero, nos interrumpió una risa o más bien dos.
Tragué saliva, dejé la taza en la encimera y Martina se levantó de la silla con todo su cuerpo tenso. Caminamos juntas a ver que había sido para quedarnos paralizadas ante tal situación.
Nosotras en el final de la escalera mirando a Tomás riendo con Mauro arriba del todo como si nada. Nos miramos y sonreímos con los mismos nervios. Tal para cual.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora