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Miré al espejo de mi baño y suspiré al verme tan mal. A la noche del mismo día me dieron el alta cuando vieron que no había nada malo y sólo pasé allá un día, uno triste y lleno de visitas que intentaban fingir algo de alegría para mí aunque ninguno lo conseguía.
Desde que salí del hospital llevaba tres días dentro de mí casa con el teléfono apagado, llorando y encerrada en mi habitación. En el trabajo me dieron como máximo una semana de baja, pero no sabía si sería capaz de eso.
Salí del baño arrastrando mis pies y Martina salió de su habitación también. Me miró pasar en frente de ella como si nada y triste, siguió su camino hacia las escaleras.
Cerré la puerta de mi habitación y me entré en la cama para taparme hasta el cuello. Afuera llovía, pero tampoco importaba porque no iba a salir.
Hacía frío, así que aparte de mi pijama suave y de pelo por dentro estaba llena de mantas y a oscuras, tan sólo iluminada por la luz de mi ordenador por donde me había pasado estos días viendo películas y series.
Comía acá, casi ni dormía y no recibía ninguna visita, así que llevaba sin hablarme con Martina desde que entramos en esta casa después del hospital.
De Mateo no sabía nada, ni siquiera por ella porque mi teléfono estaba apagado. Me sentía mal porque poco a poco dolía menod el tema del embarazo fallido y más que ya no estaba por él y cuando la noche se me hacía muy grande y mis pensamientos me atormentaban y culpaban, solía llorar y repetirme que fue poco tiempo, que no podía extrañar algo de tan solo un mes. Aunque al principio, todo dolía menos que eso.
Miré la oscura pared detrás del ordenador y me perdí allá, ignorando lo que Phoebe, de la serie de Friends,  decía.
No veía salida a esto y cada día me consolaba diciendo que no tenía que buscarla porque no la había, lo cual indirectamente tan sólo hacia que me deprimiese más.
Por mi mente pasaban muchas cosas, sobretodo recuerdos. La última vez que estuve así acabé drogándome y después me las pasaba en el psicólogo antes de conocer a Matías. Aquellos tiempos...todo parecía más sencillo, quizás porque todos lo éramos.
Ahora mi corazón estaba roto por Mateo mientras por mi mente, en los segundos más silenciosos de la noche, recordaba a Mauro y todo lo que habíamos pasado.
Mi mente había explotado hace dos días, después de aquellas noticias tan trágicas, pero no acabé con todo, tan sólo me encerré en mí y no dejaba que nadie se acercara porque sabía que lo único que haría sería gritarle, pegar a alguien y alejar a más gente de mi sin de verdad quererlo. Así que tome la decisión de encerrarme porque pensé que era lo correcto.
Oí la puerta de abajo cerrarse, el capítulo ya había terminado hace unos minutos y estaba en silencio. Escuché unas risas, pero no supe identificar quién era.
Agarré el ordenador y puse otro episodio. Después, lo volví a poner en mis piernas, apoyando mi espalda en la pared.
Mientras veía el principio del capítulo, tomaba el mate que me había dejado en la mesilla. Cuando este terminó, decidí seguir y así hasta que probablemente me acabaría otra temporada de una serie que había visto mil veces pero siempre la repetía en estos momentos. Al menos así podía reírme un rato.
Cuando me aburría, apagaba el ordenador y lo apartaba para dejar todo bien antes de acostarme e intentar dormir, aunque al final el silencio hacia sus efectos y me ahogaba una vez más entre mis pensamientos. Mis demonios parecían hambrientos, pidiendo más de mí, algo que ya no podía dar.
Daba vueltas en la cama sin parar, recordando todo lo pasado y lo que pudo haber sido. Daba marcha atrás y cambiaba mis decisiones para luego imaginarme un futuro mejor. No me daba cuenta que así solo me estaba hundiendo más.
Las lágrimas salían sin quererlo, ya sabían el momento exacto de cuando había que hacerlo. Yo sólo las dejaba caer por mi cara hasta que acababan por mojarla toda y también el cuello, quedando mi piel pegajosa al secarse.
Agarré el ordenador y seguí mirándolo, intentando olvidarme de todo por un momento. Miré la hora, solía olvidarme del paso del tiempo cuando estaba acá dentro. Ya era de noche, pero se podía oír como seguía lloviendo sin parar.
Hoy el día estaba como yo por lo que se veía.
Oí unos pasos cerca de la puerta, sería Martina intentando de nuevo entrar. Aquella persona se quedó allá parada unos segundos, lo sé porque se veía la sombra por debajo.
- ¿Lucía?- la puerta sonó y alguien susurró al otro lado de la puerta.- ¿Estás allá?
No era Martina, parecía un chico. Quizás habían venido todos y era Tomás.
- Lucía... Voy a pasar.
Eso si que no. Me levanté corriendo para ponerme en la puerta y evitar que entrase. Con toda la fuerza que me quedaba apreté para que no pasara al ver como giraba el pomo.
Pero, tenía mucha más fuerza que yo y no le costó tirar un poco para hacerme tropezar y caerme en el suelo, quedando sentada. La luz de fuera entró en la habitación y un cuerpo se asomó por la puerta.
Le miré asombrada, no se me había ocurrido que era él. Me miró triste y me extendió la mano para levantarme pero yo lo hice sola, agarrándome de la cama e ignorándole.
- Lucía...hablame.
Me quedé en silencio, mirándole de lejos al separarme lo más que podía. Suspiró y miró al suelo, pasando sus manos por su pelo.
- Sos re complicada...pero si no me vas a escuchar si me estás viendo pues...
Y cerró la puerta. La habitación volvió a quedar a oscuras, sólo con la luz de la casa iluminándola lo mínimo que podía.
Comenzaba a estresarme no saber dónde estaba, así que decidí alejarme completamente hasta quedar pegada a la cama. Le oía respirar, pero no decía nada ni se movía del lugar.
- Lucía, Martina me lo dijo, yo...lo siento, por todo. Siento que Mateo no...no esté con vos y siento que lo perdieras.
Escuché como se apoyaba en la puerta y su respiración se calmaba poco a poco.
- Sé que todo lo que te diga te da igual,  que vas a seguir odiándome porque parece que es tu afición favorita. Pero, Lucía, yo no quería provocar que fueras a beber y...yo no quería eso de vos, yo te quiero ver feliz, quiero ver cómo bailas en todas las jodas de buenos Aires y como al siguiente día vas al trabajo como si nada. Yo quiero ver cómo seguís siendo graciosa cuando nadie te ve, cuando sólo lo hago y...
- Callate.- después de tanto tiempo se me hacía raro hablar, hasta mi voz sonaba distinta, apagada.
- Lucía, por favor.
- Yo no quería esto pero no paro de hablarte, yo no quería que estuvieras triste pero te aparto de una fiesta para preguntarte que si soy yo el padre. ¿Te estás oyendo?
- Lucía...
- ¡No es tu culpa, Mauro, no hiciste nada! ¡Yo me emborrache porque soy una pelotuda que se merece todo lo que le está pasando y estoy harta de que todos me miren con pena, que se piensen que ellos tengan algo que ver cuándo yo fui quién lo cagó todo! ¡Yo, sólo yo, Mauro!
- Pero no tenés porque cargar con todo esto sola, tenés que pedir ayuda.
- ¿Ayuda? ¿Quién me va a ayudar? ¡Mauro no puedo vivir así pero no encuentro nada que me llene, nada que me mantenga bien y si lo encuentro, vos tranquilo, que ya me ocuparé yo de estropearlo todo!
- Lucía...no es verdad.
- ¡Mirate, míranos, Mauro, mirá donde estamos!- fui hacia él con torpeza y guiándome de su respiración para saber dónde estaba exactamente.- ¡Yo no hice nada y vos te fuiste con mi hermana, yo no te contaba nada y siempre pensaba que íbamos a terminar y mira, en eso acerté!
- No es todo tu culpa.
- ¿No lo es? ¿Seguro? Porque desde que estoy acá dentro no paro de romperme la cabeza pensando que todo lo que me rodea se irá a la mierda porque esa es mi maldita afición, no odiarte a vos, sino odiar todo lo que me hace bien.- estaba cerca de él, quizás a centímetros.- ¡No paro de pensar que yo rompí todo, Mauro, que todo fue mi culpa, que mis demonios tienen razón y que...que yo no puedo...yo no puedo seguir haciendo... esto!
Las lágrimas se dispararon, los sollozos cortaron mi hilo de voz poco a poco hasta que se me hacía difícil de entender lo que decía. Intenté mantenerme bien, pero acabé derrumbándome delante de una de las personas que mejor me conocían.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora