56.

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Mi cuerpo se movió despacio, quedando boca arriba. La luz, unos segundos después, dio en mis ojos con fuerza hasta que mi cabeza comenzó a doler y me di la vuelta para evitar despertarme.
- Lucía...
- Andá a la concha de tu madre, Martina.- susurré con la cabeza escondida en la almohada. La respuesta fue una grave risa.
- No soy Martina.
Abrí uno de mis ojos y segundos después, cuando la imagen se volvió menos borrosa que al principio, vi que tenía a Mauro delante de mí. Sonreía como un niño pequeño, con los ojos achinados y el pelo revuelto, como su ropa. Estaba agachado a la altura de la cama porque yo me había girado y ahora estaba mirando hacia su lado, dándole la espalda a la ventana.
- Hola.
- Hola.- me respondió sin parar de sonreír.
- ¿Fumaste o es natural?
- Me acabo de despertar, gil.- sonreí y él se puso de pie para dar la vuelta a la cama.- Tenés que ver algo.
- ¿El qué?
- Tu ordenador.
Me giré para mirarle. Estaba sonriendo, pero esta vez con menos dulzura y más nerviosismo. Cuando mis ojos se fueron a sus manos vi mi ordenador roto en ellas.
- ¿Qué has hecho?
- Yo nada, al menos no consciente.
- Mauro...¿Ahora qué hago? ¿Por qué se ha roto?
- Lo dejamos allá y al final alguno de los dos le dio con el pie cuando dormíamos.- señaló los pies de la cama, donde ahora estaban los míos.
Resoplé y tapé mi cara para evitar que me diera más el sol. Ahora me había quedado también sin ordenador.
- Lo siento.
- ¿Por qué?- cuando quité mis manos él estaba sentado en la cama, mirándome de frente.
- Por romperlo
- A lo mejor lo hice yo.
- Déjame que al menos yo rompa algo.
Fruncí el ceño y él rió antes de acercarse a besarme la mejilla con fuerza. Intenté no sonreír mientras se levantaba, pero se me hacía casi imposible.
- Vamos, Martina estará deseando verte fuera de tu cama.
- ¿Quién te dijo que iba a salir?
- ¿Ah no?
- No.
- Pero ayer...
- Sí, te agradecí que vinieras, me hiciste sentir mejor. Pero no voy a salir para romper otra cosa.
- Lucía...
- Me niego y es la última palabra.
Me giré y cerré mis ojos para volverme a dormir. Lo siguiente que sentí fue como tiraban de mis pies con fuerza hacia fuera de la cama. Instintivamente, me aferré al colchón y las sábanas intentando no salir, pero era más fuerte.
Cuando estaba más cerca de él y de caerme al suelo, agarró mi cintura y me levantó de la cama, ignorando mis golpes y gritos mañaneros.
- ¿Esta es tu forma de despertarme?- pregunté aún con sus brazos agarrándome por la cintura.
- Mi forma de hacerte sentir mejor, vamos.
- No.- me agarré al marco para evitar salir de la habitación.- ¡No quiero!
- Lucía, pareces una nena.
- Pues dejame ser una nena en mi habitación.
- Lucía, dale.
- No quiero.
- ¡Dale!- tiró más para que salieramos, pero yo estaba bien agarrada.- ¡Lucía!
- ¿Se puede saber qué...?- Martina apareció por las escaleras con Tomás, los dos confundidos al ver la escena.
- No quiere salir.
- Ni voy a salir.
- Lucía.
- ¡No!
- Déjalo, Mauro, es imposible.
- Vos me obligaste.
Me soltó de repente de la cintura y tambaleé en el suelo. Cuando estaba dispuesta a volver a la cama corriendo sus manos volvieron a mí pero no para agarrarme, sino para comenzar a hacerme cosquillas.
- ¡No, Mauro, para!
Reí intentando apartarle y él sonrió agarrándome de atrás mientras me hacía las cosquillas. Me apretó contra su cuerpo y poco a poco, riendo, mis piernas se debilitaron y caí al suelo.
- Lo siento.
Me agarró de la cintura ya allá y me levantó para caminar conmigo. Martina nos miraba como Tomás, entre confundidos y a la vez sonriendo viendo cómo Mauro me bajaba de las escaleras por la cintura mientras yo buscaba el aire que me había faltado por las risas.
- Mauro...
- ¿Qué?- me soltó en la cocina, pero se puso delante de la puerta.
- No quería salir.
- ¿Por qué?
- Porque allá me siento bien, sin ver a nadie.
- A mí me viste.
- Contigo es diferente.- sonrió y yo suspiré poniendo mis manos en mi cadera.
- ¿Así?
- Sí, me conoces mejor y me aguantas. Martina, por ejemplo, me hubiera dejado allá dentro con tal de no discutir.
- Muchos años con vos.
- Demasiados.- miré al suelo ya con el aire en los pulmones.
- ¿Y si te llevo a un sitio donde no hace falta encontrarte con nadie?
- ¿A la cárcel?- rió y negó con la cabeza.
- A mí casa.
- Mauro.
- Nada sexual, te lo juro.
- Ya, claro.
- Dale, sólo hasta que estés mejor y luego volvés acá.
- Pero...
- No la de mi familia, la mía.
- Mauro.
- Si sólo podés verme a mí, ¿Qué mejor que mi casa?
- ¿Y si mis viejos quieren verme?
- Le dices que no lo hagan, que necesitas espacio.
- ¿Y si mis amigos quieren verme?
- Se supone que no quieres verles.
- Eso es verdad.- sonrió y yo fruncí el ceño.
- ¿Y las fiestas?
- ¿Cuáles?
- Las que seguro que hacés allá.
- Bueno, si hay alguna intentaremos no molestar mucho.
- ¿Y donde duermo?
- En mi habitación.
- ¿Con vos?- pregunté riendo y él sonrió mordiendo su labio inferior.
- No hay otra habitación.
- Pues al sofá.
- ¿Y si no querés salir por un mes?
- Pues...no sé, pero a la ca...
- Acabamos de dormir juntos, Lucía.
- Ya, pero...
- Y no hemos hecho nada.
- Ya, pe...
- Y no tengo pensado hacerlo.
- ¿A no?- negó con la cabeza y le miré sorprendida.- Primera noticia.
- Soy malo, pero no tanto como para estar con vos cuando lo que necesitás es estar sola.
Sonreí al oír aquello. Parece que alguien lo había entendido y quizás tenía razón. Al fin y al cabo era la única persona en quien podía confiar de verdad.
- Vale.
- ¿Vale qué?
- Que me voy con vos.
Sonrió y se despegó de la puerta para abrazarme despacio por la cintura pero está vez para levantarme del suelo en un abrazo, riendo y haciéndome a mí sonreír.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora