59.

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- No quiero.
- Tenés que ir.
- Pero...
- Dale, llevás desde que viniste encerrada.
- Pero no quiero salir.
- ¿Por qué?
- ¿Y si me lo encuentro?
- ¿A Mateo?- asentí y él dejó de mirarme para negar con la cabeza.
Estaba con mi cabeza en sus piernas, él sentado en el sofá y yo tumbada. Su codo estaba apoyado en el brazo del sofá, apoyando su cabeza en su mano mientras me miraba, teniendo la otra mano en mi rodilla con un porro encendido.
- ¿Y qué si le ves?- preguntó antes de la calada.
- Que no quiero.
- ¿Por qué?
- Porque voy a ir detrás de él a pedirle perdón como una boba.
- ¿Y si él tampoco quiere verte?
- ¿Qué?
- Él tampoco va a querer verte, vos le engañaste con tu ex, ¿Qué te hace pensar que va a ir donde laburas para verte?
- Pero si pasa por ahí...
- Dale, Lucía, yo estaré todo el día fuera y ya sabés que en cuatro días me voy de conciertos. No podés quedarte así.
- ¿Cuánto tiempo te vas?
- Una semana.
- Que paja.- sonrió y volvió a dar una calada al porro.
- No puedo quedarme siempre con vos.
- Bueno, pero...
- Lucía, vas a ir, listo. Te llevaré en el auto y cuando termines me llamás y voy de vuelta a por vos, ¿Sí? Lo dejo todo, da igual si estoy grabando, pero tenés que salir de casa.
- Está bien...
Asintió mirándome y sonrió, al igual que yo. Dejó de apoyarse en su mano para llevar esta a mí pelo y acariciarlo lentamente, perdiendonos en los ojos del otro.
Era verdad, desde que llegué no había salido, ni siquiera para tomar el aire. Siempre se iba y cuando volvía se encontraba todo mejor porque yo lo había limpiado todo cinco veces y así pasaban los días que estaba acá, que tampoco eran muchos.
Pero, ya se acabó la semana que me dio el jefe y tenía que volver a laburar, así que hoy Mauro me despertó temprano sin decirme nada hasta que estaba desayunando. Discutimos y después acabamos así, los dos solos en el sofá como la mayoría de las horas que estábamos juntos.
Me había acostumbrado a tenerle así, a esperar a que venga para cenar y luego dormir juntos para que al siguiente día ya no estuviera al despertar.
- Dale, vas a llegar tarde.
Susurró y suspiré. Apartó su cabeza para no chocarnos y me pude levantar del sofá. Subí a nuestra habitación y ya allá me cambié de ropa rápido.
De ir en pijama, por primera vez me cambié aunque tampoco dejaba ver buen aspecto por mi parte. Un buzo blanco simple, unos pantalones vaqueros y unas zapatillas blancas sin más. El pelo recogido y salí de la habitación para encintrarmelo en la entrada.
- Ya, ya sé, parece que no me he duchado en días y vivo en la calle.- sonrió mirándome a través de las gafas de sol que llevaba.
- No, te ves bien.
Puse los ojos en blanco, rió y abrió la puerta para esperar a que yo saliera para hacer lo mismo.
Subimos a su auto y él fue quien decidió conducir aunque no solía hacerlo, prefería que otro le llevasen pero ya dijo que me llevaría él.
El camino en silencio, con el Spotify a todo volumen y el trap haciendo retumbar los cristales.
- Llamame cuando termines.
Asentí mirando el edificio. Desvié mis ojos a él y le sonreí levemente antes de acercarme a besar su mejilla a la vez que me quitaba el cinturón de seguridad y ya después abrí la puerta y salí del coche.
Cinco segundos más tarde, su auto desapareció y yo ya estaba entrando en el edificio. Saludé a los compañeros que me encontré y después fui al despacho del jefe a saludarle más tiempo que los demás.
Finalmente, acabé sentándome en mi lugar de siempre y organizando todos los papeles y documentos en general que había arriba de la mesa, formando todo un desastre.
Terminé pasadas dos horas y nos dieron el descanso de la comida. Recordé a donde solía ir en estos momentos y a mí mente llegó Mateo aparcando en la entrada con dos pedidos del burguer King que comíamos en su auto en aquellos minutos.
Pero hoy estaba sola, comiendo rápido para no llegar tarde aunque lo que me esperaban por las siguientes horas era quedarme sentada en una silla recibiendo llamadas y documentos que no eran para mí.
Por suerte, el trabajo hoy era mucho por mis días ausentes y así el tiempo pasó más rápido de lo que pensaba.
Llamé a Mauro tal y como él me dijo y me dejó algo rara la llamada. De fondo, música y gritos. Su voz más grave y riendo me dijo que ya agarraba el auto y venía. Me esperaba lo peor.
Me crucé de brazos y mientras oscurecía, esperaba delante de dónde trabajaba a ver su auto. Mientras, todos mis compañeros ya se habían ido.
- ¡Lucía!
Levanté la mirada del suelo. Había un auto negro delante de mí, frenando rápido al ver que se pasaba. No era Mauro, eso estaba claro.
La ventanilla se bajó completamente y me dejó ver a Marcianos conduciendo y Tomás de copiloto, riendo mientras se hacía un porro.
- Dale, subí.
- Y Mauro.
- En casa.
Me sonrió y subí al auto sin decir nada. Genial el primer día.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora