82.

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- ¿Qué hace él acá?
- Papá.
- ¡María!- cerró la puerta y se acercó al salón mientras todos salían corriendo de la cocina, excepto Thiago.
- Nicolás.
- ¿Qué hace él en mi casa? Decime.- miró a mi madre enfadado y ella chasqueó su lengua.
- Es...bueno están juntos, Nicolás.
- ¿Qué?- ahora me miró a mí con la misma cara de bronca que antes o peor.- ¡¿Qué?!
- Papá, no pasa nada, ¿Sí? Estamos juntos y...
- Dejá de romperme las bolas, Lucía, ¡¿Otra vez con este pelotudo?!
- Papá, él no es tan malo como pensás, me hace bien.
- Claro, vos qué vas a decir, ¿Sabe tu novio lo que pasó?- preguntó a mí hermana ahora y su novio suspiró.
- Perfectamente, Nicolás, y no me importa. Se les ve bien a él y Lucía.
- ¿Qué? ¿Se volvieron todos locos?
- Dale, sé que me odias y que en realidad querías que fuera Mateo, pero ni él era tan bueno ni yo tan malo.- Mauro se atrevió por fin a hablar.
- ¿Cómo mierda te através si quiera a hablarme? Que sabrás vos de cómo era Mateo, era mucho mejor que vos, pero mi hija se volvió loca y prefirió volver a la miseria de siempre. ¿Sabes qué, nena? Te va a volver a romper el corazón y vas a volver a llorar y ni yo ni Mateo te daremos la mano de nuevo, ¿Entendiste? ¡Porque de nada sirve ayudarte si seguís con este pelotudo! ¡Es más, debería prohibirte verle!- me miró furioso y yo apreté mi mandíbula intentando mantener los nervios que no aguanté.
- ¿Vos qué vas a prohibir? Ya soy mayor, dejá de tenerme como una nena de una vez y mirá en la mujer que se convirtió tu hija. Por dios, viejo, ni me van a ayudar porque no habrá chance y ni siquiera quiero la mano de Mateo, ¡Olvídate ya de mi ex!
- Lucía.- Paula me miró para que me retuviese, pero sólo pude cerrar mis puños con fuerza.
- Le conocía.- habló de nuevo Mauro.
- Mauro.-. Le miré para que parase de hablar. Era mejor que sólo hablásemos nosotros dos.
- ¿Así? Pues mal tuviste que conocerle.
- Algo mal tuvo que hacer para que su hija volviese a mí.
Mi padre apretó su mandíbula, Mauro sonrió sin importarle nada y mi madre agarró del brazo a mí viejo para calmarle.
- Nicolás, ya no es como antes.
- Me hace feliz.
- Y no la va a engañar.- añadió Paula a lo que dije.
- Dale, Nicolás, olvídate del pasado y acepta el presenté al fin.- dijo también su novio.
- Están todos locos acá, yo... están locos.
- Papá, me dijiste que trajera a mí pareja y acá está. Si te gusta bien, sino no importa, no vendré más y listo pero tenés que entender que entre Paula, Thiago y yo soy la mayor, tengo mi propia vida, mi propia casa y mis propios amigos y ahora, también alguien que me haga feliz. ¿No se supone que de eso se trata?- dije relajándome después de levantar los dos la voz.
- Sí, pero él... él es un pelotudo, Lucía, ¿Qué no entendés? Si ya me decís que dejaste a Mateo por este gil...yo no sé cómo te crié pero siempre te eduqué buscando lo mejor para vos, ¡Y vos siempre me traes a este pibe!
- ¡Mateo y yo no volveremos, nunca! ¡Se acabó! Ahora solo tengo ojos para él y no me vas a prohibir algo a mi edad y menos a quien querer.- de reojo vi como Paula y Mauro sonreían mirándome.- Sé que le odias, que le echas la culpa de todo, que pensás que es el mismísimo diablo en la tierra. Pero no, papá, vos un día le quisiste al igual que a Mateo y podés volver a hacerlo si tan sólo olvidás todo lo que pasó.
- ¿Cómo voy a olvidar que mi hija se drogó por este pelotudo o que se pasó días llorando por él hasta que el maldito vecino le hizo entender que no valía la pena para que después ella le dejase y volviesen juntos?
- Porque yo también lo hice, papá.
Me miró fijamente, frunciendo el ceño, tensando su cuerpo entero porque sabía que nunca volvería a confiar en él. Mientras, mi vieja se acercó a su oído para susurrarle cualquier cosa que le calmarse, haciendo que dejase de apretar sus puños.
- Lucía...¿Por qué no podés buscarte a alguien mejor? ¿Por qué siempre tenés que volver con él y más sabiendo que me decepcionas?
- Porque aunque te decepcione, lo he intentado y no lo he encontrado.
Su mirada amenazante bajó al suelo unos segundos, pensativo. Era raro, no estaba segura de que le había hecho cambiar de opinión sabiendo como era. Quizás no quería hacer ningún quilombo con todos acá, quizás Paula tenía razón y era distinto con ella acá.
- No voy a cambiar mi opinión sobre él, ni siquiera aceptaré vuestra relación.
- Mientras podamos cenar en paz.- dijo Mauro y él le miró molesto
- No te pido que cambies, te pido que al menos respetes mis decisiones aunque te parezcan mal. Sólo así podré equivocarme.
- Lo has hecho dos veces ya y con él siempre.
- Tres, mi primer error con él fue dejarle ir.
Renegado miró de nuevo al suelo y mordió su labio aguantando su furia ahí antes de mirarnos.
- Si le volvés a hacer daño te...
- Sí, ya, te cortó las bolas, ya lo dijo María antes.
Dijo él sonriendo y mi viejo resopló, negando con la cabeza a la vez que se iba a arriba. Nos quedamos de pie, mirándonos entre nosotros.
- ¿Y? ¿Qué acaba de pasar?
- Pues que por fin a pensando.
- A ver si con suerte se equivoca desconfiando de vos.
Dijo Paula mirando a Mauro y este sonrió mientras ella se iba a la cocina para comenzar a preparar la mesa con nuestro hermano pequeño y su novio.
- Está bien, aún así no se pasen eh.
Mi madre nos señaló y fue junto a ellos, volviendo a dejarnos solos. Resoplé soltando todos mis nervios.
- Fue mejor de lo que pensé.
- Me defendiste bien.- me miró y sonrió, agarrando mi mano para abrazarme.- Demasiado bien.
- Sólo no hagas que sea en vano.- susurré.
- No lo haré.
Se separó, me besó por un corto tiempo y después se unió a mi familia para preparar todo. Sonreí más tranquila, aunque sabía que esta cena no significaba nada para mí padre.
Me uní a ellos cuando ya casi habían terminados y nos sentamos en la mesa cuando mi viejo ya estaba bajando las escaleras y viniendo hacia nosotros. No nos miró ni a mí ni a Mauro, tan sólo se sentó y esperó para servirse.
Cenamos mientras oíamos lo que Paula contaba de Córdoba y Mauro de su vida lejos de nosotros, aunque yo ya lo sabía.
- Mauro.
- ¿Qué?- sonrió a mí hermano mientras mis padres mantenían una conversación independiente de la nuestra y de la de Paula y su novio.
- Ya sé que quiero.
- ¿Qué querés?
- Un auto.- Mauro me miró y yo oculté mi risa tapando mi boca con una de mis manos.
- ¿Grande o pequeño?
- Pequeño, obvio, yo no sé manejar.- Thiago sonrió y luego me miró a mí.- Es muy pelotudo, Lucía.
- Thiago.
- Pero me cae bien.
- Ah bien, ya pensaba en comprarme ese auto para mí.- dijo Mauro siguiendo con su cena y Thiago abrió su boca sorprendido por lo que dijo.
- No lo harías.
- ¿Qué no? Mirá que tengo plata.
- No, no, yo me porto bien.
Dijo rápido, sonriendo al igual que yo, viendo cómo Mauro asentía riéndose levemente de lo que mi hermano hacía. Siempre le gustó y a Thiago también él, incluso con Mateo, aunque este sí que jugaba al balón con él.
Terminamos de cenar y Paula avisó de que se tenían que ir pronto, ya que mañana saldrían temprano y su novio no podía tener sueño mientras manejaba
Nos despedimos de ellos y nos quedamos tan sólo los cinco acá. Yo me quedé entre mis viejos sentados en el sofá viendo cómo Mauro jugaba sentado en el suelo con Thiago y sus coches pequeños, explicándole como era el que quería que le comprase.
- ¿De verdad Lucía?
- ¿Qué?- miré a mi padre y este chasqueó su lengua antes de beber de su botellín de cerveza.
- ¿Dejaste a Mateo por él?
- Dale tiempo, te gustará igual o más.
Sonreí sabiendo que eso me pasó a mí. Tampoco confiaba en volver a encontrar a alguien como Mateo, pero no me daba cuenta que no hacía falta buscar cuando ya lo tenía desde hace tiempo.
Cuando se hizo demasiado tarde para que Thiago siguiera jugando, nosotros también nos despedimos de ellos. Nos acompañaron a la puerta y sorprendentemente no le ignoraron y hasta mi vieja le abrazó como despedida. Por su cara diría que a él también le pareció algo sorprendente.
- Bueno, ya nos veremos.
- Espero que sin más sorpresas.- dijo mi padre con sus manos en los bolsillos de su pantalón.
- No de este tipo, eso se lo aseguro.
Dijo Mauro y luego él asintió, cerrando lentamente la puerta mientras Thiago se despedí con la mano entre ellos dos.
Cuando ya no nos veían, Mauro pasó su brazo alrededor de mi cintura, me pegó a él y me besó sin importarle el tiempo que se pasaba saboreando mis labios. En los suyos sentía el alcohol de la cerveza y el del tabaco del único cigarro que se había encendido dentro.
Al separarnos y seguir caminando, le vi en la puerta de su casa con su abuela, mirándome sin ninguna expresión exacta en su cara mientras que su abuela abría la puerta. Aún así, desvié mi mirada y mis ojos prefirieron las vistas de Mauro haciéndose el porro que se guardó delante de mis viejos. Pelotudo.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora