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Un golpe en el suelo me despertó. Tenía las sábanas hasta el cuello y la habitación estaba iluminada, pero yo había estado durmiendo aún así.
Cuando miré donde sonó el ruido, me encontré con Mauro sentado a los pies de la cama cambiando de la remera.
No dije nada, pues mi cabeza directamente me mandó a los mensajes de Mateo nada más despertarme. ¿Aún me seguirá echando de menos?
Mauro se levantó y miró a donde yo estaba. Cerré los ojos y me hice la dormida mientras le oía alejarse de la habitación.
Ya cuando no le sentía cerca abrí mis ojos y estiré mi brazo fuera de la cama hasta llegar a mi teléfono. Aún estaba encendido aunque con poca batería.
Dejé en visto todos los mensajes, no me interesaban porque todos decían lo mismo. Pero sí fui directa a su chat.
Aún desconfiada de mí, pero ilusianada por la posibilidad de que aún me quiera, tecleé despacio un simple hola que estaba lleno de dudas cuando lo mandé. Al instante, me volvió a la mente aquella pregunta.
¿Por qué me quería?
Y entonces deseé borrarlo, pero no podía, ya lo había mandado y ya le había llegado. Decidí dejar el teléfono en la mesilla de vuelta, pero con la pantalla boca abajo para no ver nada más.
Me senté en la cama y eché mi pelo hacia atrás, tapándome con las sábanas debajo de mis hombros. Oí unas risas a lo lejos que no eran de Mauro, así que supuse que aún había gente dentro.
Resoplé y fui rápida a la puerta para cerrarla. Después, abrí el armario y me vestí para salir de allá. Bajé las escaleras despacio, oyendo su conversación con gente en la cocina.
Al asomarme, me encontré con los de siempre riendo y fumando recién empezada la mañana. Entré y todos dirigieron su mirada a mí.
- Buen día.
- Hola.
Saludaron todos a la vez, sonriendo como si nada menos Mauro, que era el único que se quedó en silencio, apoyado en la encimera con sus ojos fijos en mí.
Me preparé un desayuno rápido ignorando su conversación y después fui al salón a comer para evitar el olor del tabaco y demás mientras desayunaba.
Cuando terminé, no me preocupé ni de apagar el televisor ni de llevar el bol de cereales a la cocina, sólo me levanté y fui corriendo a la habitación para cambiarme e irme al trabajo.
Por primera vez después de tanto tiempo, intenté arreglarme mejor y no parecer que estaba depresiva cuando no.
Mientras agarraba mis cosas miré el teléfono en la mesilla ya que la curiosidad acabó por matarme.
Mateo💞
¿Podemos vernos a la hora de comer?
Sonreí mirando el mensaje y rápido respondí que sí sin pensar si en vez de hablar lo único que haríamos sería discutir. Tan sólo pensé en volverle a ver y aquello volvió a producir los mismos nervios de cuando sentía que me gustaba, viajando en aquel avión para ir a Alemania en nuestro viaje a Europa.
Lo guardé en mi bolso y bajé corriendo las escaleras pensando en como estaría, si iría en su auto o andando o si llevaría como siempre la comida o tendría que quedarme sin comer por él.
- ¡Chao!
Grité rápido, despidiéndome a la vez que abría la puerta y me iba. Me olvidé de la fiesta de ayer, me olvidé de Mauro otra vez, de nuevo sólo estaba Mateo en mi mente.
Fui hasta la parada y a los cinco minutos el colectivo pasó para llevarme cerca de donde trabajaba.
Saludé, como siempre, y me senté en mi lugar para empezar a preparar todo.
Las horas pasaban lentas y aburridas. Mi cabeza estaba en otro lado aunque eso no evitaba hacer bien mi trabajo. Hasta que por fin, cuando miré el reloj de la pared, dio la hora del descanso.
Sonreí y nerviosa agarré mis cosas y salí para encontrarme justo a Mateo saliendo de su auto.
Llevaba una simple camisa blanca manchada de sudor y polvo, como sus vaqueros y zapatillas viejas que llevaba para trabajar. Le caía una gota de sudor por la frente y tenía su pelo revuelto. Se le veía cansado.
- Mateo.
Sus ojos despistados me encontraron y como yo, no pudo evitar sonreír aunque sólo fuera un poco. Los dos nos acercamos al otro, mirándonos directamente a los ojos, ignorando que como yo esperaba, se trajo la comida.
- Hola.
- Hola.
No sabíamos cómo saludarnos más que eso, después, los dos subimos al auto y él abrió la bolsa para darme una hamburguesa. La agarré sin decir nada, sin saber cómo actuar aunque había planeado todo mientras laburaba.
- ¿Qué tal estás?- preguntó mirándome. Me sentía incómoda con sus ojos sobre mí, como si me estuvieran criticando.
- Bien, bien...no del todo pero voy mejorando.- miré la hamburguesa por evitarle.
- Martina me contó que ya no estás allá.
La odio.
- Eh, sí...me fui a un hotel durante unos días. Necesitaba relajarme.
- Me dijo que te fuiste con Mauro.- Mierda.
- Vale, sí, pero nada de...
- No he preguntado nada.- mis ojos subieron y me lo encontré sonriendo mientras tenía su hamburguesa en la mano que agarraba el volante.- Ni por él.
- Vale...
- ¿Por qué fue?
- ¿El qué?
- El...- su mirada bajó rápido hacia mí barriga. Vaya.
- El alcohol y estrés.
- No tuviste que haber bebido...- desvió su mirada de mí hacia el frente y yo chasqueé la lengua.
- Lo sé y lo siento tanto, aunque vos seguramente no estuvieras allá para...
- No soy tan pelotudo como para dejarte sola aunque hubiéramos terminado. Quiero decir, lo soy un poco, ya ves que estoy acá.
- Ya...yo también lo pensé cuando vi los mensajes.- sonrió y yo hice lo mismo.- ¿Por qué?
- ¿Por qué qué?
- ¿Por qué me quieres?
Su mirada inquieta pasó a transmitir tranquilidad mientras se colocaba mejor en el asiento y le daba un mordisco a la hamburguesa. Mirando al frente, tragó y se tomó su tiempo en silencio.
- Porque aunque te mire, aunque me engañes con el pelotudo de tu ex o te alejes de mí, yo sigo viendo la mina que vivía al lado de mi casa. La que me dio la bienvenida cuando yo estaba sin remera, ¿Te acordás?- asentí sonriendo. Aún recuerdo como Thiago se reía de mí.- Y aunque me dejes, siempre la seguiré viendo. Sonriendome con inocencia, intentando no preocuparme con sus quilombos y siempre mirándome como si sus ojos fueran dos flechas que se clavasen en los míos.
- Vaya...
- No soy muy romántico pero...
- No quería que fueras romántico, quería que fueras sincero.
- En ese caso...lo he sido, siempre.- me miró y mi mundo, ya medio destruido, acabó por desmoronarse y volví a sentir aquella debilidad ante él.
- Lo siento.
- ¿El qué exactamente?
- El hacerte daño. Cuando leí tus mensajes pensé como alguien como vos podía querer a alguien como yo, alguien que era tan mala con...
- No sos mala.
- ¿A no? ¿Te olvidaste que te engañé con Mauro?
- No, créeme que me acuerdo siempre.
- Soy mala, Mateo, para vos y para mucha gente. Por eso me encerré en mi habitación.
- Y decidiste irte con Mauro porque...
- Porque era el único que me entendía.
- ¿Yo no...?
- No es que no me entendieses, es que te quería lejos de mis propios quilombos.
- Esos quilombos me enamoraron de vos.
- Ya, pero...
- Lucía.
- ¿Qué?
- ¿Por qué me engañaste?
Porque no podía dejar de lado a Mauro. Por mucho que le mire siempre siento lo mismo que hace meses, aunque sea menos, aunque ya no con tanta brusquedad. Pero no podía evitar sonreír cuando le veía cantar, cuando le escuchaba era como vivir en el pasado, dormir a su lado con o sin ropa era la mejor forma de pasar la noche, cuando me hablaba me hacía sentir importante y cuando me miraba sabía que todo estaba bien porque con él siempre me sentí segura. Incluso cuando discutíamos.
- Porque no llegué a olvidarle.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora