32.

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Desperté a causa del sonido de mi teléfono. Resoplé y sin apartar los mechones que estaban en mi cara, busqué a ciegas el celular en la mesilla.
Me moví lo menos posible para no mover a Mateo, ya que había ido a visitarle y al final acabamos acá, con sus abuelos dormidos en otra habitación.
Cuando conseguí dar con el teléfono, abrí un pocos mis ojos para ver una llamada de número desconocido. Miré extrañada la pantalla y me aparté un poco de Mateo para aceptar la llamada.
- ¿Quién es?
- Mauro.
- ¿Mauro? ¿Qué Mauro?
- El pibe que conociste hace unos días, te despertaste en mi casa, ¿Recordás?
- Oh, sí...ese Mauro... ¿Mauro?
Abrí mis ojos cuando por fin mis neuronas hicieron conexión entre ellas y me desperté de mi sueño. Miré a Mateo dormir a mí lado como si nada y poco a poco me deslicé por la cama hasta acabar gateando despacio, con el teléfono en mi mano y la sábana enrollada a mi cuerpo.
- ¿Pasó algo?- pregunté al salir de la habitación, cerrando la puerta tras de mí.
- Estoy en tu casa.
- ¿Mi casa?
- Sí, claro, ¿Estabas dormida?
- Mauro, son las cinco de la mañana, obvio que estaba dormida, gil.
- Vale, vale, perdón.
- ¿Qué hacés fuera?
- No lo sé, no podía dormir y manejé hasta llegar acá.
- Ya...espero que te refieras a la casa de mis viejos porque en la mía no estoy.
- ¿Cómo qué no?
- Estoy en la casa de Mateo.
- ¿Y qué hacés allá?
- Sos muy pequeño para decirtelo.
- Entonces no estabas dormida.
- Mauro, volvé a tu casa, ¿Sí? No sé porque has ido hasta allá pero de nada te servirá porque no hay nadie para ayudarte allá.
- Ya... pensé que estarías acá, perdón por molestar.
Y acto seguido, cuando iba a hablar, me dejó con las palabras en la boca y terminó la llamada. Sin más.
Miré el teléfono y luego la oscura y silenciosa casa de mi novio. Resoplé y volví a la habitación, dejando el teléfono en la mesilla.
Dejé la sábana en la cama y busqué mi ropa con la ayuda de la luz de afuera, intentando no hacer mucho ruido para no despertarlo.
Una vez lista, volví a guardarme el teléfono en el bolsillo de mi pantalón y salí de la habitación.
Despacio, fui hasta la cocina y me llevé de allá las llaves del auto de Mateo. Con suerte aún estaba allá y no se había ido.
Entré en el coche y arranqué lo más rápido que pude, conduciendo despacio entre las luces de las farolas que alumbraban lo suficiente para que lo demás lo iluminaran los faros del auto.
Poco a poco, fui llegando a mi casa. Al acercarme, vi un coche negro aparcando justo en la puerta, encendido. Frené poco a poco hasta dejar el auto de Mateo atrás de este. Apagué y saqué la llave, guardándola en el bolsillo de mi campera.
Al salir del coche, el frío se hizo más presente que al salir de la casa. Miré a Mauro de lejos, apoyado en el capó de su coche mientras fumaba lo que parecía un porro medio acabado.
- ¿Viniste hasta mi casa para fumar marihuana? ¿Qué esperabas? ¿Qué me uniera a ti?- giró su cabeza y sonrió aunque sus ojos parecen estar sorprendidos de verme allá.
- ¿Qué hacés acá?
- Bueno, si tengo a un ex drogado delante de mi casa me gustaría saber que todo está bien.
- ¿Y ese coche?
- Mateo.
- ¿Estaba despierto?
- Me escapé y me llevé las llaves conmigo.- sonrió y tiró el porro al suelo después de darle la última calada, pisándolo en su camino hacia mí.
- ¿Y todo eso por mí?
- Por saber si estás bien.
- No sabía que te preocupabas tanto por mí.
- Me preocupo por todos, hasta por Alejo.
- Ya, claro.
- Es verdad.
- Lo que digas.- sonrió aún más, parándose en frente de mí, mirándome fijamente a los ojos con una pizca de desafío en su mirada.
- ¿Y bien? ¿Qué hacés acá aparte de llamar la atención?
- ¿Llamo la atención?
- Creo que ningún vecino ha visto nunca un auto parado en la puerta de una casa, teniendo al dueño en el capó de este, todo tatuado y fumando un porro.
- Sólo lo vieron una vez.
- Ninguno de mis amigos tiene...- levantó sus cejas y rió levemente. Mierda.- Te refieres a aquella noche.
- Sí.
- Bueno, pero a esas horas no habría nadie...- me volvió a interrumpir con una de sus estúpidas sonrisas.
- Saliste del coche tropezándote sobre ti misma hasta caer al suelo. Cuando te ayudé a levantarte, vomitaste en mis Nike y finalmente te pusiste a gritar que andabas con un famoso. Creo recordar que un par de luces de las casas se encendieron.
- Oh dios...- rió levemente y yo tapé mi cara con mis dos manos.
- Posiblemente la otra parte de los vecinos que no se despertó por tus gritos de fuera de despertó por los que diste dentro de la casa.
- Vale, hasta ahí es suficiente.- me quité las manos de la cara y rió por fin dejando oír sus carcajadas durante un largo período de tiempo.
- Vale, vale...
Dejó sus manos en los bolsillos de su chaleco negro que llevaba sobre una simple remera de manga corta. ¿Acaso no tenía frío?
- Bueno...¿Me puedo ir ya o querés acampar acá?
- Podés irte, ni siquiera sé porque vine.
- Vos sos el que manejaste hasta acá.
- Ya...no podía dormir, quizás fue por eso.
- Y viniste acá.
- Porque vos siempre me hacés bien.
Sus ojos, que hasta ahora habían dejado de estar fijos en los míos sino en el suelo, volvieron a hacer contacto conmigo y sonrió levemente.
- Okey, Duko, yo creo que es demasiado por esta noche. Dale, volvé a tu casa, drógate y verás como te dormís.- dije girándome sobre mis talones.
- ¿En qué momento dejaste de preocuparte por las drogas?- volví a darme la vuelta y sonreí levemente sin saber exactamente qué responder.
- En el momento que me dejé de preocupar porque fueras vos quién las tomara.
No sé si quería decir aquello porque en realidad no sabía si sentía eso, pero una vez dicho no quise ver su reacción y fui lo más rápido que pude hasta el coche de Mateo. Aún así, él estaba en frente, así que pude ver tras el cristal como se iba cabizbajo a su auto.
Mierda, Lucía, ahora sí que no va a dormir. Bueno, al fin y al cabo no tenía que preocuparme por él, eso fue lo que le dije, aunque haya venido desde la casa de Mateo a la mía para ver si estaba bien.
¿Me estoy volviendo loca?

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora