10.

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- Buen día.

- Hola, Marti.- la sonreí y abracé.- ¿Qué haces vos acá?

- ¿Cuándo parás de laburar?

- A la hora de comer, como siempre.

- Dale, falta una hora, así que estaré por acá.

- ¿Y?

- Y cuando salgas iremos a comer juntas.

- Uh, quedé con Mateo.

- ¿Así?

- Sí, vamos con sus amigos.

- Vaya...

- Perdón, Martina, pero es que con su psicólogo y...

- ¿Psicólogo?

- Sí, ¿No te conté?

- No, me contaste de sus problemas pero no...

- Sí, va ahora porque le convencí, sino...- la interrumpí y ella sonrió levemente.- Dale, si querés quedamos para cenar.

-  No, dale, está bien.

- ¿Sí?

- Sí, tranqui.

Me abrazó otra vez y se fue. Seguí trabajando hasta que terminé y salí a esperar a Mateo, que siempre me venía a buscar con su auto. Minutos después, ya me estaba contando cómo le fue su día mientras miraba a la carretera y me llevaba al restaurante donde habíamos quedado con sus amigos.

Al llegar, saludamos a todos y me senté a su lado, entre él y su mejor amigo. Conversamos durante toda la mañana de nuestros trabajos y finalmente de nuestra vida fuera de este. Cuando terminamos, cada uno se fue por un lado.

- Che, está tarde trabajo.

- ¿Sí?

- Sí, después tengo cita con el psicólogo así que llegaré tarde a cenar.

- No, está bien, me iré a casa de mis viejos y listo.

- ¿Sí? ¿Todo bien de verdad?

- Todo bien, vos tranquilo.- me acerqué y sonriendo, terminé por besarle.

Seguimos tumbados en el sofá, sin hacer nada, los dos en una punta y con nuestros pies en el centro del sofá, entrelazados. Mateo miraba el celular y yo, sin prestar mucho caso, miraba la televisión.

Una hora y media después, Mateo no estaba y yo me aburría sola en casa. Mis viejos estaban trabajando y hoy Thiago tenía clases particulares, así que yo no tenía a nadie con quién estar, ya que Martina seguramente también tenía que estar en el hospital.

Me levanté del sofá y arrastré mis pies hasta la cocina, abriendo la nevera. Nada, no había nada. Bufé y me fui a mi habitación a agarrar las cosas necesarias para irme a comprar al pequeño supermercado que había dos cuadras más abajo de esta calle.

Fui andando hasta allá y tardé casi una hora en conseguir todo. Salí cansada de allá y fui lentamente de vuelta a casa. De repente, alguien me agarró del hombro y tiró de mí hacia atrás.

Era un hombre con aspecto de más de 40 años, pero una fuerza de un pibe de 20. Agarró mi bolso y tiró de él, descolgándomelo de mi hombro. Yo tiré hacia mí, para mantenerlo conmigo.

- ¡Andate gil!

El hombre sonrió con maldad y tiró con más fuerza, haciéndome chocar con él. Solté el bolso para que se marchara y poder irme a salvo, pero me agarró con fuerza de la cintura y me pegó a su cuerpo, tirando de mí.

Me empezó a llevar mientras pedía ayuda, aunque en la calle no había mucha gente. Entonces, sus manos me soltaron y paré en seco, mirando a ver donde estaba.

Me lo encontré en el suelo, con las manos en la nariz y un pibe delante de él, agarrando mi bolso con fuerza mientras le miraba. Estaba de espaldas a mí, pero sabía quien era. Conocía perfectamente su figura y su ropa, aunque ese conjunto nunca lo había visto, pero era de su estilo.

Con cara de enfadado fue girando la cara lentamente hasta poder clavar sus ojos, llenos de rabia, en mí. No supe reaccionar cuando estiró el bolso de vuelta a mi y su mirada me analizaba de arriba abajo, sin decirme nada.

- Gra...gracias.

Asintió con el ceño fruncido, dejando que el otro pibe se fuera corriendo, huyendo de él. Carraspeé mi garganta, incómoda, y miré hacia el suelo mientras notaba que mi teléfono vibraba dentro del bolso.

- ¿Estás bien?- preguntó por fin, haciéndome levantar mis ojos del suelo.- ¿Necesitás ayuda?

- Estoy bien, gracias.

- Entonces me voy.

- Está bien...- suspiré y comencé a alejarme.- Chao, Mauro.

- Chao...

Caminé sin mirar atrás y cuando ya estuve bastante lejos saqué el teléfono y vi la llamada perdida de Mateo. Volví a mi casa y dejé todo en la entrada, yendo directamente a la ducha para relajarme y dejar de ver su rostro cada vez que cerraba los ojos.

Subí el volumen de la música y me hundí en la bañera mientras por mi mente pasaba la escena de nuestra ruptura.

<< - ¡Qué estoy harto, Lucía, que no me contás nada de lo que pasa con vos! ¡No te conozco!

- ¡Yo sí que no te conozco! ¡Siempre desconfiando, siempre dejándome mal! >>

Dejé escapar un poco del aire que guardaba en mi boca mientras hacía fuerza con mis párpados para mantenerlos cerrados bajo el agua.

<<- ¿Querés que te diga que sos vos?- le miré enfadada, con los puños cerrados y él me miró con su peor egocentrismo.- Un pelotudo forro de mierda que no puede confiar en nadie porque ni siquiera puede confiar en su propia sombra, ¿Oíste? No quiero nada tuyo, ni anillos, ni colgantes ni pulseritas de mierda, ¡¿Entendiste?! >>

Oí, como si aún estuviera allí, la pulsera caer y chocar contra el suelo mojado de aquella noche lluviosa. Aguanté llorar mientras sentí como mis pulmones se ahogaban poco a poco.

<< - Andate a la re concha de tu madre, Lucía.>>

Y salí del agua, abriendo mi boca para buscar el aire que me faltaba mientras su voz retumbaba en mi cabeza por encima de la música. Salí de la bañera, me sequé y fui directamente a mi habitación para meterme en mi cama y dormir hasta que alguien me necesitara.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora