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- ¿Quién empieza?- preguntó Tomás cerrando su riñonera, donde por fin había guardado aquella misteriosa bolsa.
- Vos callate, gil.
- Epa, calmate mi amor.- Mauro, sentado en el otro sillón, chasqueó su lengua y negó con la cabeza antes de volver a mirar su teléfono.
- ¿Cómo que mi amor?- Martina me miró con una mezcla de confusión y enfado que me hizo ponerme a la defensiva.
- Che, vos te cogiste a Tomás.
- Y vos a Mauro, con novio, es peor.
- Eso es verdad.- dijo Tomás apretando sus labios al final. Le fulminé con la mirada y volví a mi lucha con Martina.
- Sí, bueno al menos no ando llorando por un pibe para luego garcharmelo.
- Sí, vos preferís hacer que lo ignoras para luego escaparte con él, ¿No?
- Eso fue fuerte.
- Ustedes dos, cállense.- miré a Mauro, que fue el último en hablar, y luego a Tomás. Los dos levantaron sus manos y siguieron con lo suyo.
- Lucía, me engañaste.
- ¿Yo? No, yo te lo oculté, ¡Vos me engañaste!
- Pero hiciste algo peor, engañaste a Mateo.
- Lo sé, ¿Vale? Creo que me di cuenta.- resoplé dejándome caer en el respaldo del sofá con los brazos cruzados y ella chasqueó su lengua.
- ¿Por qué lo hiciste?
- Porque...eh, no cambies de tema, vos también hiciste cosas mal y no te pregunté.
- Porque no fue tan fuerte, vos en...
- Ya, yo engañé a mi novio, ya lo dijiste, dale, buscate otro argumento de defensa porque acá la única que está siendo criticada soy yo cuando vos me engañaste y me dijiste que estaba re olvidado, pero luego lo primero que me encuentro es su bolsita por mi casa.
- Te lo encontraste vos y Mauro, ¿No?
- Igual no me encontrás cuando vuelvas a llorar por el pelotudo.
- Igual no lo necesito.
- Ya, obvio que no, porque acá la débil soy yo, ¿No?
- Eh, nenas, ¿Por qué no se relajan?- Tomás soltó el celular para mirarnos.
- No vengas con ese argumento, Lucía, vos hace mucho tiempo que no eres la débil, exactamente desde que dejaste a Mauro y te fuiste con Mateo, al que engañaste.
- ¡Que ya sé que lo engañé!
- Che, Tomás tiene razón, relájense un toque.- Mauro también dejó su teléfono para mirarnos serio.
- Callate y déjanos hablar.
- ¿Por qué se tiene que callar él y no Tomas? ¿No te das cuenta que lo tuyo con Mauro es personal?
- Okey ya es suficiente.- Tomás se levantó del sillón y se quitó la campera.
- ¿Personal? ¡Obvio! Soy tu mejor amiga y ya veo como te largaras a llorar por meses escondida en tu habitación porque no sólo te quedaste sin Mauro sino también sin Mateo, el único pibe bueno que te encontraste en tu vida.
- ¿Pero vos qué sabés de mi vida, pelotuda?
- Dale, tranquilicense.
Mauro ya parecía molesto y Tomás se acercó a Martina con la intención de hablarla, pero no dejaría que eso pasará.
- Che, lejos de ella, esto es una conversación privada.
- Privada pero hablan de nosotros.
- Como para no hablar de vos.
- ¡Lucía!- Martina me miró molesta.
- ¡Es un pelotudo de los tantos con los que he estado! ¿No te das cuenta? ¿Un par de noches y ya te tiene a sus pies?
- Suficiente, nena, vení.
Mauro se levantó molestó, se sacó su riñonera y vino hacia mí. Agarró mis manos y tiró de ellas hasta levantarme del sofá para luego seguir tirando hacia fuera de allá.
- ¡Eh, no terminamos de hablar!
- ¡Lo nuestro no tiene solución!
Dije mirando hacia atrás para ver a Martina levantada con Tomás detrás suya como si nada mientras que Mauro me alejaba de allá, llevándome a la cocina para cerrar la puerta tras de sí.
- Dejame volver.
- No.
- No sos nadie para...
- Lucía, calmate, ¿Sí? Las dos hicieron mal y listo, no peleen para ver quién fue peor.
- Gracias por consolarme, sos re lindo, de verdad, creo que no me pude acostar con otro bobo como vos.
- Ayer no decías lo mismo.
- Ayer era...
- Lucía, ya está, ¿Vale? Ahora Tomás y yo nos vamos a ir, pero no pueden estar peleadas por quién lo hizo peor cuando eso ya no importa.
- Eso...
- Eso nada, Lucía, discutir es una pelotudez ahora mismo.
- Iba a decir que eso tenía sentido.
- ¿Así? Bueno, es que no estoy acostumbrado a que me digas que tengo razón.
- Es que en la mayoría de las veces no la tenés.
- Gracias por lo de antes, por esto no.- sonrió y suspiré.- ¿Qué pasa?
- Pasa que tiene razón, fui una pelotuda.
- Bueno...
- Sí, me gustó si con eso te sentís mejor, pero yo tendría que haber estado allá con Mateo no con vos y lo sabés.
- Lo sé, pero si lo hiciste es porque hay algo.
- Mauro...ese algo no puede ser. No sé lo que es, no sé si simplemente son ganas que te tenía y que ya se han ido o que nunca se irán porque dale, estuvimos juntos dos veces y las dos acabaron re mal, pero siempre volvemos y ahora...ahora no podemos porque ya sabemos cómo acaba.
- O no.
- Mauro...
- Fui un pelotudo, siempre lo fui, pero ahora... quizás...
- Quizás nada, yo estoy con Mateo y vos con la música y es lo mejor. Nada más.
- ¿Nada más?
- Nada más, de verdad.
Asintió lentamente y abrió la puerta de la cocina, esperando que saliera yo para luego hacerlo él.
- ¿Todo bien?- preguntó Tomás al vernos.
- Todo bien.
Dijimos los dos a la vez. Nos miramos y aquella mirada se clavó dentro de mí como un puñal. De fuera se le veía bien, pero tantos años y tantos momentos me hacían darme cuenta que aunque le contara todo aquello en la cocina, ahora yo le había roto el corazón a él.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora