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- ¿Estás lista?
- Creo que sí.
Martina me sonrió y me extendió su mano para levantarme del sofá donde llevaba un rato viendo mi teléfono, hablando con Mauro sobre lo que estaba a punto de hacer.
Se alegró, no esperaba que tan rápido aceptará a ir a verles a todos. Aunque se molestó porque quería ir a la casa de mis viejos. Él siempre con grandes ideas por su mente.
Salí junto a Martina de la casa para subirnos a su auto. Ella era la que manejaba, mis nervios crecían demasiado rápido como para llevar bien el volante.
En unos minutos, mientras iba anocheciendo, llegamos a la que una vez fue mi casa. Menos mal que Mauro llegaba en dos días, porque estaba a punto de correr de vuelta a encerrarme en la habitación.
Salimos del auto y esperé a Martina para caminar juntas y así intentar calmarme. No pude evitar, aún así, mirar su casa.
¿Estaría dentro? ¿Sus abuelos me saludarían como si nada o me odiarían? ¿Les contó todo lo que pasó?
- Lucía, ¿Estás bien?
- ¿Eh? Sí, sí...
Sonreí nerviosa a mi amiga y llamé a la puerta. Parecía que iba a conocer a la familia de mi novio, pero no, era la mía.
Unos pasos cerca y segundos después la puerta se abrió para dejarme ver a mi vieja con un plato en su mano. Parece que lo que llevaba iba a ser la cena.
- ¡Lucía!
Ella sonrió y Martina extendió rápido sus brazos para sostener el plato antes de que mi madre me abrazara con fuerza. Después de tantos días, entendía que casi me asfixiara con sus brazos.
- ¡Lucía! ¡Lucía!
Abrí mis ojos, aún abrazadas, para ver a mi hermano pequeño correr escaleras abajo para verme. Mi vieja me soltó y justo nos abrazamos  nosotros.
- Perdón por tardarme.
- Mientras estés bien.- mi madre nos miró y sonrió.
- ¿Qué tal?- preguntó con inocencia Thiago.
- Bien, todo bien ya.
Le sonreí y me agarró la mano para tirar de mí hacia dentro de la casa. Allá estaba a salvo de ver a Mateo.
- ¿Y...?
- ¡Hija!- mi viejo me interrumpió justo cuando iba a preguntar por él.
Sonreí y solté la mano de mi hermano para abrazarme con mi padre después de tanto tiempo. Aún recuerdo la tristeza en sus ojos cuando salimos del hospital.
- ¿Qué tal están? Paula no pudo venir, es a mitad de semana y...
- Está bien, ya nos veremos otra vez.
Le sonreí y mi madre nos ofreció sentarnos ya porque la cena estaba lista. Martina y yo lo hicimos, pero teniendo a Thiago entre nosotras. Con mis viejos en frente.
- Y bueno, ¿Qué tal estos días? ¿Cómo te fue? Martina ya nos dijo que no querías salir de tu habitación.
- Sí, eso fue al principio, luego lo hice.
- ¿Pero todo bien?
- Todo bien, ma.
- ¿Y hablaste con Mateo?- uh, dios, ya llegó esa pregunta. Martina me miró y yo sonreí intentando tranquilizarme.
- Sí, hablé con él.
- ¿Y qué pasó? ¿Todo bien ya? Es un buen pibe, el mejor de tus parejas.
- Sólo he tenido tres, papá.
- Sí y los dos primeros unos pelotudos.
- Muy rica la cena eh - interrumpió Martina, sonriendo a mi madre.
- Bueno, ¿Qué? ¿Qué pasó entre ustedes?
- Nada, lo dejamos y ya.
- ¿Y ya? Si estaban re bien juntos, estabas muy feliz con él.
- Estaba.
- ¿No te perdonó el abor...?
- Ya.
Paré la conversación en ese punto tan doloroso porque estaba sintiendo  como comenzaba a perder el control y tan pronto quería irme llorando de allá cómo gritarle a mí viejo que ahora estaba viviendo en la casa del pibe con el que engañé a Mateo.
Mis viejos me miraron raro, pero aún así se callaron y no siguieron con ese tema, preguntando a Martina por su trabajo y más tarde si ella sí tenía novio.
Me sentía mal, me quería ir de allá, pero aguanté y tan sólo hablé con mi hermano pequeño. Era el único que parecía solo importarle que estaba allá, que hice el esfuerzo de enfrentarme a todo por fin y volví lo antes posible a la normalidad.
Entre esas conversaciones cruzadas terminó la cena y mientras esto pasaba, tan sólo recibí un par de simples y cortas preguntas por parte de mis viejos.
Después del postre, mi hermano se fue a dormir porque se hizo demasiado tarde y mañana tenía que ir al colegio. Pero fui yo la que le dio el último beso antes de arroparle y dejarle en su habitación.
Al bajar las escaleras podía oír como mis viejos hablaban en la cocina de mí mientras Martina estaba en el salón con su teléfono, posiblemente hablando con Tomás de como había ido la cena aunque él lo vería al volver del concierto en el que hoy estaban.
- No, se la ve triste.
- Pero ella dice que está bien, hay que aceptar que no está con Mateo y ya.
- Era un buen pibe...
- Pero ya no está con tu hija.
- Ya, no sé, hubo suerte con que por fin se alejara de Mauro pero, ¿Alejarse de Mateo? Se nota que aquella noche le hizo mal.
- Nicolás.
Oí a mi madre interrumpir a mí viejo después de que dijera todo eso. Tarde porque yo ya lo oí y mi mente comenzó a pensar en todo eso.
¿Alejaba a las personas? Sí, a Mateo lo alejé sin darme cuenta, pensando que Mauro no era nada cuando en realidad lo era e inconscientemente acababa todo el día pensando en él en vez de en mi pareja.
¿Alejé a Mauro? Los dos lo hicimos, eso ya lo hablamos. Aún así dolía pensar que si eso eres verdad, si alejaba a las personas, podía hacer lo mismo con él ahora, otra vez.
Saturada con tanto pensamiento salí un momento de la casa para alejarme hasta el auto de Martina y apoyarme allá para respirar profundo.
- Lucía.
Abrí mis ojos cuando su voz retumbó en mis oídos como si estuviera justo delante de mí. Pero no, estaba un poco más lejos, con las llaves de su auto en la mano.
- Lucía.
- Mateo.- sonreí rápido, sin saber cómo actuar porque tenía la esperanza de no verle hoy.
- ¿Qué tal? ¿Qué hacés acá?
- Eh... salí ya de la casa y bueno, visité a mis viejos.
- Estaban preocupados por ti.
- Lo sé, aunque parece que también de ti.- lo pensé en alto y tan sólo de oírme quise morirme allá mismo mientras le volvía a ver su típica sonrisa. La eché de menos aquel día en su auto.
- Bueno, eso es que lo hice bien.
- Fuiste el mejor.
Parece que hoy me había despertado un poco tonta o simplemente tenerle delante me había hecho destruir la pared de defensa que había tenido toda la cena.
- No tanto.
- Hazme caso que sí.
- Bueno, entonces es lo que dicen, siempre habrá alguien mejor que vos en todo.- sonrió y en mi mente apareció Mauro.
- Ya...
- Bueno, te dejo con...
- Mi crisis de siempre.- apretó sus labios y luego sonrió.
- Ya te dije que a mí me gustas así.
Y se fue como si nada donde su auto estaba aparcado. Me quedé mirándole hasta que me di cuenta de lo acosadora que podía parecer.
Había dicho me gusta, ¿No? Es decir, aún le gusto. Aún me quería después de todo y aunque me sentía culpable porque no me lo merecía, esa parte de mí que aún le quería se ilusionó pensando que algún día podría llamar a mi celular para hablar y si aún no era tarde, quizás había alguna posibilidad de volver.
Pero estaba Mauro, siempre estaba él.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora