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Tiró de mí hacia dentro, donde había más gente, haciendo crecer mi agobio. Así que fui yo la que decidí tomar ahora el mando y con fuerza tiré hacia atrás, haciendo que parara para mirarme confundido.
- ¡Fuera!
Grité sintiendo mi corazón ir a mil por hora y él volvió a asentir. Puso su porro entre sus labios y tiró de mí hacia afuera.
Cuando por fin salimos, el aire frío chocó contra mi cara y le solté para alejarme más rápido de lo que él lo hacía, sintiendo que en algún momento podría tropezarme.
Segundos después, me sostuve en mis rodillas y él corrió hacia mí para agarrarme el pelo y no manchármelo.
- ¿Estás mejor?
- Lo siento...- susurré intentando respirar mejor, cerrando los ojos intentamos comprender que había pasado allá dentro.
- No fue nada.
- No sé que me pasó.- dije volviendo a ponerme bien.
- ¿Bebiste?
- Acababa de llegar.
- Sí, pero odias este ambiente y siempre te asustas al entrar.
- Eso no es verdad.
- Entonces vos sabrás.- sonrió y le dio una calada a su porro.
- Necesito sentarme.
Dije mirando a todos lados hasta decidir ir a la pared del local y sentarme apoyando mi espalda en esta. Él me siguió e hizo lo mismo que yo, sin dejar de fumar.
- ¿Podés apagar eso?
- Esto ya no es tu casa.
- Pues creo que lo siguiente que vomitaré serán tus hermosas zapatillas.
Le sonreí con ironía y él apoyó su cabeza en la pared, mirando al cielo oscuro. Soltó lentamente el humo de la última calada y tragó saliva antes de tirar el porro lejos.
- ¿Feliz?- preguntó sin mirarme aún. Sonreí levemente y me puse igual que él.
- Feliz.
Noté su mirada de reojo, pero yo decidí relajarme contando las estrellas. Una boludez, pero fue lo que se me ocurrió entre el nublado de mi cabeza.
- ¿Estás mejor?
- Mejor para irme a casa.
- ¿Querés irte ya?
- Primero, no quería venir, estaba cansada y le dije a Mateo que me quedaría en casa.
- Y por eso vomitaste.
- No sé, ¿Sí?
- Vos sabrás, yo no sé nada.- sonrió y dobló sus rodillas para apoyar en estas sus codos, dejando de mirar el cielo para mirarme a mí.
- Da igual, me quiero ir.
- ¿Y si la fiesta la seguimos vos y yo?- preguntó y rápidamente le miré. Él rió y negó con la cabeza.- No en ese sentido, pelotuda.
- ¿Entonces cómo?
- O nos alejamos del resto o en una de nuestras casas, pero sin hacer nada, lo prometo.
Sonreí levemente sabiendo que esa no era su intención, al menos no la principal. Después de un silencio reflexivo, asentí lentamente y él sonrió.
- Nos alejamos del resto, nada de casas.
Asintió ahora él y se levantó primero para ayudarme después a mí a levantarme. De repente, varias personas se acercaron a pedirle foto y yo no pude hacer más que ser la mano que les ayudase.
- Como en los viejos tiempos.- dije cuando caminamos juntos hacia dentro.
- Vos estuviste cuando no era nadie y cuando lo fui no salíamos mucho en público, ¿Recordás?
Asentí y él sonrió. Agarró mi mano antes de meternos entre la gente y me llevó de vuelta a la parte VIP, pero lejos de ellos.
Fue a buscar a Ysy y yo bebí por segunda vez en la noche de mi primer vaso. A los segundos, él estaba de vuelta con otro vaso lleno.
- Dale, vení.
Estaba sentada, pero él me agarró de una de las manos y aunque mi cuerpo parecía pedir una cama donde dormir, él lo ignoró y me llevó a bailar.
Al principio lo odié. No quería bailar cerca de él porque la última vez que estuve así acabé trabándome y poniéndome nerviosa. Lo siguiente fueron dos días con Mateo.
Pero, poco a poco mi cuerpo se fue encendiendo y no sé si fue por la música, el alcohol o él, pero acabamos pegados, bailando como si nadie nos mirase, sudando y riendo como locos hasta cansarnos y acabar sólo bebiendo y riendo.
- Ya me aburrí.
- ¿Ni dos horas y ya te aburres?No sé dónde me metí.- reí mirándole y sin pensarlo muy bien, bebí de mi vaso hasta terminarlo y le agarré de la mano.
- Vení.
Tiré de él hacia afuera con su mirada confundida sobre mí. Salimos de toda la gente y ya fuera el sudor dejó de notarse con el frío.
- ¿Y ahora?
- Ahora vos me das las llaves de tu auto.
- ¿Mi...? ¿Para qué?
- Dale, dámelas.
- Son las de Alejo.
Asentí y me las dejó, sonreí y me guió hacia el coche, aunque estaba un poco perdido al principio.
Entramos y con su atenta mirada sobre mí metí la llave en el contacto y arranqué, saliendo del aparcamiento.
- ¿A dónde nos llevas?
- A casa.- levantó sus cejas y reí.- Me aburrí del boliche, listo, no tiene ningún otro significado.
- Si vos decís...
Reí y él sonrió agarrando el respaldo de mi asiento, mirando la carretera mientras bebía de su botella de ron.
Frené en frente de mi casa y abrimos a la par nuestras puertas. Le dio un trago a su botella y fuimos juntos a mí puerta, abriéndola y pasando adentro.
- ¿Y ahora qué?
Preguntó y sonreí encendiendo mi altavoz para empezar a poner música. Él sonrió y yo subí el volumen lo máximo que pude, yendo después a la cocina para buscar más alcohol.
Por suerte quedaba algo de vodka y fernet. Volví al salón con todo y nos sentamos en el sofá, bebiendo sin decir nada.
- ¿Puedo?- le miré y me enseñaba el papelito para hacerse los porros.
- Sólo por hoy.
Sonrió y comenzó a liárselo mientras yo bebía intentando ignorar el olor que aquello desprendía.
Lo siguiente fue encenderlo y comenzar a llenar el ambiente del humo.
Le miré fijamente mientras que él mantenía su mirada en la pared que había en frente nuestra y fumaba, ajeno a todo.
Hasta que sus ojos también se clavaron en los míos, sin ninguna expresión en su rostro. Seguía fumando como si nada y yo me dejé hipnotizar por su maldita mirada.
Sin darme cuenta estábamos a pocos centímetros el uno del otro, con las respiraciones lentas y el humo del porro desapareciendo al chocar en mis labios.
Parecía que mi cuerpo se había paralizado ante tal escena, como si el alcohol no me hiciera efecto, mientras él bajaba y subía su mirada de mis labios a mis ojos frenéticamente sin saber tampoco qué hacer.
Hasta que la distancia, el alcohol, la música, la marihuana y en general el momento, venció y nuestros labios terminaron con el muro invisible que nos separaba.
No sabía que estaba haciendo, pero tampoco quería dejar de hacerlo. Él besaba lento, como si tuviera todo el tiempo del mundo y yo intentaba no acelerarme y seguirle el ritmo, sintiendo como todo mi cuerpo comenzaba a temblar.
Me paralicé completamente y él tomó ventaja, acercándose más hasta tomar con sus manos mi cara, haciendo que todo el olor del porro se me quedara dentro de la nariz por un largo tiempo al tenerlo tan cerca.
Sin darme cuenta, su ritmo comenzó a acelerarse y tiró de mí hacia atrás poco a poco hasta acabar los dos acostados en el sofá, él apoyándose como podía con sus manos.
- Mauro...- me separé de él con mis manos en su pecho y al abrir mis ojos me encontré con los suyos más cerca de lo que pensaba que estarían.
- ¿Qué?- susurró ronco, apoyando su frente con la mía y mirando mis labios.
- No puedo.
- Lo sé.
- ¿Por qué hacés esto?
- ¿El qué?
- A mí, ¿Por qué me hacés esto?
- Yo no hice nada.- sus ojos se clavaron en los míos y parecían traspasarlo. Pude notar los efectos del alcohol y la droga en ellos.- Vos nunca me olvidaste.
- No...
- Sino nunca me hubieras hablado la primera vez que me viste.
Sonrió y acarició con uno de sus dedos mi mejilla. Mierda Mauro.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora