49.

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Daba vueltas en la silla, mirando al techo, escuchando de fondo la música aunque la tenía a todo volumen. Todo por no oír a Martina.
Había traído a un pibe, uno que no era Tomás, y se lo había llevado a su habitación. Así que no tuve otra opción que poner música.
Se supone que tenía que estar trabajando, se supone también que hace una hora tenía que ir a ver a Thiago porque así me lo pidió él por teléfono cuando hablé ayer con mi viaje. Pero me había quedado mirando el techo y dando vueltas sin parar, sin pensar en nada pero paralizada en la silla.
Poco a poco frenaba mientras oía como Martina se despedía de aquel tipo y por lo tanto, en unos segundos vendría acá a contarme. Bajé la música y la puerta sonó. Antes de decir algo, ya estaba dentro.
- ¿Bien la musiquita?- preguntó sonriendo.
- ¿Vos?
- Los vi mejores.
- ¿Mejor que Tomás?- mordí suavemente el lápiz que tenía en mi mano.
- Te pasaste.
Reí levemente y se dejó caer en mi cama de espaldas y con los brazos abiertos. Me levanté despacito de la silla y sonreí mirándola.
- Me voy.
- ¿A dónde?
- A casa de mis viejos.
- Okay.
- Vos tranqui, ya encontrarás a alguien mejor que ese pibe.
Ella sonrió y yo tiré el lápiz a la cama antes de salir de mi habitación para agarrar un abrigo y salir aunque estuviera lloviendo. Había agarrado las llaves del coche de Martina, así que podía conducir con este hasta la casa de mis viejos sin problema.
Arranqué y despacio salí de allá, con la radio casi sonando en susurros. Mientras más me acercaba, más llovía.
- Hola.
- Thiago se enfadó.
- Me estoy mojando, ma.
- Ya, él me dijo que te tenías que quedar acá hasta que ya no haga falta ducharte.
- Re gracioso el pibe, igual que sus viejos.- sonreí con ironía y ella se cruzó de brazos.- Dale, vieja, sólo se me olvidó con el trabajo y ya. Seguro que no era importante.
- No sé que te pasa, pero tratas re mal a la gente estos días.
- Me sigo mojando.
Suspiró y por fin me dejó pasar. ¿Estaba enfadada con la gente? Puede, pero porque había enfermado estos días. No quería salir de la cama si no era totalmente necesario, no comía nada porque no me entraba nada y si entraba algo, lo vomitaba.
Martina me dijo que fuera al médico, Mateo me obligó y mañana iríamos aunque yo les decía que en una semana estaría bien. Incluso seguía yendo al trabajo.
Subí las escaleras y fui a la habitación de mi hermano pequeño. Mojé el pomo de la puerta y la abrí, encontrándomelo en el suelo, encima de una manta y jugando con uno de sus autos de juguete.
- Hola.
- ¿Por qué no viniste?
- Se me fue, perdona.
- Te lo pedí.- suspiré y me agaché a su altura, mojando ahora la manta.
- Lo sé y lo siento, estaba laburando y...
- ¿Me prometes que no volverás a llegar tarde?- preguntó, interrumpiendo mi mentira.
- Te lo prometo.
Él sonrió y se levantó, corriendo hacia fuera de su habitación. Salí detrás de él y le seguí, viendo cómo entraba en la que una vez fue mi habitación.
Entré detrás y me encontré con todas las sillas de la casa puestas de espalda cada una formando un cuadrado cerrado por todos lados con mantas y sábanas.
- ¿Qué es es...?
- Entrá.
Me sonrió, abrió una de las sábanas y se hizo paso para entrar en ese cuadrado que supongo que había hecho él. Me quité el abrigo y entré, ignorando las gotas que caían de mi pelo desde que entré en la casa.
Estaba oscuro, aunque se veía un poco la luz de fuera. Él me enseñó una linterna que había por allá y la prendió.
Dentro, pegadas a las mantas, estaban fotos nuestras que giraban por todo alrededor nuestra. Sonreí mirando cada una y luego miré a mi hermano.
- ¿Hiciste vos esto?
- Estabas tan triste estos días que pensé que...
- Perdón por llegar tarde, nene, sos el mejor.
Dije antes de abrazarle, aunque él se quejaba porque le estaba mojando. Salimos de allá y le ayudé a quitar las mantas sin que las fotos se cayeran. Después, las guardé junto a él en los álbumes y llevamos las sillas a su lugar.
- ¿Sólo me llamaste para eso?- pregunté bajando las escaleras con él.
- Y para verte.
Reí levemente y saludé a mi viejo, que fue a buscarme una toalla con la que secar mi pelo, ya que mi ropa era imposible sólo con eso.
Me la pasé un poco por el pelo y luego la puse en el sillón para sentarme en este. Me quedé con ellos un rato, hablando de estos días sin mencionar todo lo que me pasaba realmente.
Después, me despedí de ellos y salí de la casa cuando ya no llovía. Me subí al auto y volví a casa hablando con Mateo por manos libres.
- Chao, ya llegué a casa.
- Chao, nena, te quiero.
- Y yo, chao.
Terminé la llamada y guardé el teléfono, entrando la llave a la vez en la cerradura para abrir la puerta. Martina estaba en el salón, con algunos de nuestros amigos y sus teléfonos, mirando algo.
- Hola.
- Mirá, Lucía, estamos viendo fotos antiguas.- dijo Santiago.
- ¿Hoy es el día de las fotos?- pregunté riendo y me miraron confundidos.- Thiago me hizo llamar porque había hecho...bueno, no importa, ¿Sólo hacen eso?
- Estuvimos hablando del pibe de antes, luego vimos una película y finalmente Santiago nos enseñaba su nueva novia, así que sacamos todos los teléfonos y buscamos fotos graciosas y finalmente, antiguas.
- Que suelen ser igual que graciosas.- dijo Camila desviando su mirada de su teléfono.
- Ya...me voy a cambiar y vengo.
Subí a mí habitación, agarré ropa cómoda y fui a ducharme. Salí del baño y justo Tomás pasaba por el frente mío.
- Che, ¿Qué buscás?
- Tu habitación.
- ¿Mi habitación?- pregunté sonriendo y él hizo lo mismo.
- Martina nos dijo que allá podíamos encontrar fotos tuyas y...bueno, sabíamos que no nos la darías así que me mandaron a robarlas mientras te duchabas.
- Dale, ve a por ellas y dejá de romper las bolas.
Él rió y fue corriendo a mí habitación. No fui detrás de él, no tenía fuerzas para ello, así que cambié mi dirección a la cocina.
Allá me hice un mate y fui con ellos al salón. Me senté al lado de Emma y dejé que me enseñara sus fotos desde que tenía cinco años hasta ahora. Era toda una monada.
- Llegué con la mercancía.
- ¿Le dejaste?
- No hubo otra opción.
Le respondí a Martina y Tomás dejó una caja en la mesa. Era pequeña y simple, allá guardé todas las fotos que no tenían sitios en la casa cuando llegué.
- Empezamos con Lucía de pequeña.
- Seguí, seguí.
Dijo Santiago, riendo. Estaba comiendo en la foto, así que estaba con todas las manos y la boca manchada, sonriendo a la cámara con dos coletas a los laterales, pequeñas porque aún no tenía mucho pelo.
Siguió sacando fotos y todas eran demasiado antiguas. En algunas salía jugando, en otras haciendo boludeces con mis hermanos, en otras de adolescente ya con ellos.
- Mirá, acá estamos todos.
Tomás enseñó la foto a todos. Y sí, estábamos todos. Tomás estaba a mi lado, con su brazo apoyado en mi hombro y sacando el dedo del medio a la cámara que un día se llevó Martina al instituto. Ella estaba al lado de él, agarrándole la cintura y sacando la lengua. Emma y Camila abajo, agachada y tapándose la cara sacando también el dedo. Pero, a mi lado no estaba Santiago, estaba un Mauro joven que sacaba la lengua y abría los ojos más de lo normal, pasando su brazo por mi cintura. Yo estaba sonriendo, con dos trenzas, cada una a un lado. Y ya, al lado de Mauro, Santiago siendo el tarado que es.
- Esta la pasamos.
- O tiramos.
- O quemamos.
Añadió Emma a los comentarios de Martina y Tomás. Les miré confundida y mi mejor amigo sonrió nervioso antes de enseñarmela.
Ay no. La foto del cristal roto que estaba escondida en uno de mis cajones de la casa de mis viejos, la que  guardé en un momento de debilidad. Mauro y yo, de nuevo, juntos, sólo que en ese momento sí estábamos ya en una relación y en la anterior no.
- Lindos eh.
- Sí, bueno, guardá ya eso.
- Acá hay más...
- Tomás.
- Mirá, se están be...
- ¡Tomás!
Todos se giraron a verme. Estaba enfadada, me estaban ignorando. Me levanté del sillón y fui hasta Tomás para quitarle la caja y la foto que tenía en la mano.
Les miré enfadada y subí a mí habitación. Se acabó la fiesta por hoy.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora