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Abrí mis ojos lentamente, no había luz aún. Suspiré y miré la habitación para, entre la oscuridad, recordar que estaba en la habitación de Mauro, tan sólo en ropa interior después de volver de la casa de Tomás.
No supe cuanto había echado de menos aquellas fiestas con ellos hasta que volví a una de ellas. A su lado podían ser un desastre.
Suspiré y me moví lentamente, quedando con la mejilla pegada a la almohada, mirando la ventana. Sentí su brazo en mi espalda, pasando por esta hasta dejar su mano colgando de mí.
Resoplé intentando no ser muy ruidosa y giré para encontrármelo igual que como estaba yo, con el pelo revuelto y la boca abierta. Sonreí agradeciendo a la poca luz que pasaba por la puerta el dejarme verle al estar la persiana de la ventana completamente bajada.
Me senté en la cama, apoyando mi espalda en la pared. Oí como suspiraba y luego se dio la vuelta para quedar boca arriba, aunque seguía con su boca abierta.
Agarré el teléfono de la mesilla y no pude evitar hacerle un par de fotos antes de ver la hora. Por suerte hoy no tenía que ir a laburar.
Me levanté despacio de la cama a la vez que me mensajeaba con Tomás y Martina. Él me contestó unos segundos después, ella no.
Fui a la cocina tan sólo con una remera suya puesta y una de sus zapatillas para evitar andar descalza por el piso.
Me hice el desayuno como pude, ya que tenía la nevera casi vacía. Después, me senté en su sofá y estuve allá con Tomás en videollamada hasta que me di cuenta de lo tarde que se le estaba haciendo para seguir durmiendo.
Suspiré y dejé el teléfono en la mesa a la vez que me levantaba y caminaba de vuelta a la habitación. Estaba hambrienta, recién era mediodía y aunque entendía que él se quedaba a dormir incluso hasta la tarde, no quería dejarle acá mientras yo andaba sola por su casa.
Abrí la puerta lentamente y la dejé entre cerrada para que entrase la luz. Después, fui hasta él y me subí a la cama viendo que seguía igual que le había dejado.
Le moví lentamente, pero al no recibir respuesta tuve que forzar más para que por fin lo hiciera. Lo único que recibía era que cerrase la boca y a partir de ahí comenzaron los resoplos y gruñidos. Parecía un animal en vez de mi novio.
Me senté en su cadera, resignada, y me apoyé con las manos en el colchón, acercándome lentamente a él para sonreír al verme a tan poca distancia mientras dormía plácidamente.
Comencé por besar sus labios sin recibir respuesta para luego seguir hacia su mejilla y morderla levemente. Tan sólo obtuve un suspiro, pero no abrió los ojos.
Seguí bajando hasta su cuello para morderlo también a la vez que le besaba. Ahí sus manos fueron a mis caderas y se quedaron ahí, sonriendo pero con los ojos cerrados.
Suspiré viendo que no recibía ninguna respuesta y seguí besándole hasta bajar a su pecho. Él seguía dormido, así que subí de nuevo por el camino que había dejado hasta volver a sus labios.
Ahora que sí estaba más consciente, sabía que no podía evitar seguirme el beso y no lo hizo. Sonreí entre el beso y mis manos se fueron a su cara mientras me abrazaba y acariciaba mi espalda con sus manos.
- Buen día.- susurré al separarme y resopló, abriendo un poco sus ojos.
- ¿Qué hora es?
- Hora de comer.
- Podías haberme dejado durmiendo, Lucía.
- No quería estar sola.- suspiró y pasó su mano por sus ojos antes de sonreírme y darme un leve beso.- ¿Qué? ¿Te molestó?
- Si sos vos y me despertas así es imposible que me molestes.
Sonreí y volví a besarle antes de dejarle por fin sentarse en la cama y pasarse sus manos por su pelo y su cara un par de veces antes de levantarse.
Le vi ponerse un simple pantalón ancho y corto, ya que estaba en ropa interior como yo, y después me levanté para ir detrás de él a la sala.
- Hay que llamar.
- ¿No hay nada en el...?
- De eso ya me ocuparé yo luego.
Le extendí mi teléfono y suspiró, agarrándolo para llamar a algún lugar y pedir la comida a domicilio. Me senté a su lado, cruzando mis piernas a la vez que agarraba el mando del televisor y lo encendía.
Terminó la llamada y pasó su brazo alrededor de mis hombros para acercarme a él y quedarnos así, sin hacer nada aparte de compartir besos y miradas esperando a que la comida llegara.
Cuando la puerta sonó, me levanté yo y pagué para volver corriendo a su lado. Abrimos y comimos mientras él me contaba sus proyectos futuros, como un vídeoclip con C.R.O.
Aquello me hizo acordarme a Martina así que sin dejar de prestarle atención, le volví a mandar un par de mensajes.
Por suerte, sólo tardó lo mismo que nosotros en comer para contestarme que estaba en la que una vez fue su casa y ahora era sólo de Tomás.
Mientras, Mauro me dejó sola hablando con Martina y subió a su habitación en busca de su celular.
Volvió mirándolo, casi sin prestar atención a todo lo demás. Terminé de hablar con Martina y le miré. Parecía demasiado atento al teléfono.
- ¿Pasó algo?
- ¿Sabés quien aún no sabe nada de nosotros dos?- preguntó levantando su mirada y yo levanté mis hombros, sin saber.- Mi familia.
- Es verdad.
- Sólo lo saben nuestros amigos y tu familia.
- ¿Y qué? ¿Pasó algo con ellos? Parecías atento al celular.
- Sí, era Cande, me decía que mi vieja preguntaba que hacía que no iba a verla.
- Podemos ir hoy.
- ¿Así?
- Pero después de llenar tu refrigerador.
Rió y asintió con la cabeza antes de ignorar su teléfono y acercarse a besarme. Yo fui a vestirme con ropa que me dejaba acá algunas noches y luego bajé para que Mauro me dijese que íbamos a ir a la casa de sus viejos a cenar.
Yo acepté y le dije de vestirse para acompañarme a comprar la que sería su comida, no la mía. Aceptó entre risas y le esperé un par de minutos en la entrada antes de irnos juntos.
Caminamos de la mano, después con su brazo alrededor de mis hombros y al final parábamos por algún beso en mitad de camino.
Gracias a que era más alto que yo, me era más fácil la compra y más difícil por sus jodas hacia mí y mi estatura. Pelotudo.
Salimos de allá teniendo cada uno una de las dos bolsas llenas de comida que compramos. Volvimos a su casa y nos quedamos allá viendo cualquier cosa y hablando mientras él ponía música en sus altavoces. Ya me había acostumbrado a eso, era parte de él.
Cuando anocheció, los dos fuimos caminando hasta la casa de sus viejos porque ninguno de los dos tenía un auto que al final sería yo el que manejase, claro.
- ¿Cómo crees que reaccionarán?- pregunté ya cerca de la casa y sonrió, apretando el agarre de nuestras manos.
- Te odian, seguramente nos quieran separar.
- Pelotudo.
Rió y yo le solté de la mano para saltar a su espalda, enredando mis piernas en sus caderas y así no caerme. Rió más fuerte pasando sus manos atrás para sostenerme y lo poco que quedaba hasta la puerta fuimos así, riendo.
Llamó a la puerta y bajé despacio para acabar detrás de él cuando Candela abrió la puerta. Sonrió a su hermano y más a mí, creo que no hacía falta decirle nada.
La saludé con un abrazo mientras Mauro pasaba a buscar a sus viejos. Después, las dos fuimos detrás de él.
- ¿Lucía? ¿Qué hacés acá?- preguntó Sandra, sonriendome antes de abrazarme.
- Creo que vendrá más por acá.- dijo Candela y reí abrazando a su padre.
- ¿Volvieron?- preguntó él, mirándonos y sonreímos.
- Otra vez.
Dije y Sandra sonrió más aún antes de abrazarnos a la vez. Esta mujer me amaba demasiado.
Nos sentamos a la mesa ya lista y ahora no fue como aquella vez que comí con ellos, después de huir de la mano de Mauro de Mateo. Ahora me sentía bien, porque no tenía que huir, no me hacía falta porque a su lado todo estaba bien.
Después de la cena decidimos quedarnos allá a dormir por no tener que correr en mitad de la lluvia. Así que ahora me encontraba quitándome la ropa al igual que él, en su antigua habitación con demasiados recuerdos.
- Dale, pelotuda, tengo frío.
Reí y me metí con él en la cama, abrazándole al instante para hacerle sonreír y olvidarse por un momento del frío. Después, le dio una calada al cigarro que se acababa de encender esperándome.
- Mauro.
- ¿Qué?- miré entre la oscuridad sus ojos iluminados por el cigarro.
- Nada.- me miró y sonrió
- ¿Nada?
- No, nada.
Rió levemente y le dio una calada a su cigarro. Sonreí y cerré los ojos, aferrándome más a su remera y recordando todo lo vivido en esta habitación.
- Te amo.
Susurré, intentando que no me oyese porque me sentía débil así. Después de mucho tiempo, volvía a ser feliz y a sentir de verdad lo que decía, sin pensar que engañaba a alguien.
- Yo también te amo.
Dijo de la misma forma, susurrando con su voz ronca antes de oír como daba otra calada a su cigarro. Sonreí y poco a poco me fui durmiendo a su lado.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora