52.

667 42 6
                                    

- No es.
- Pues la fecha no dice lo mismo.
- Dale, no importa, yo sé que es de Mateo.
- ¿Segura?
- Obvio, ¿Pensás que no sé quién es el padre de...?
- Pienso que lo sabes, pero no lo querés decir.
Tomás sonrió. Había pasado un día desde que Martina enloqueció viendo que las fechas no eran tan justas como pensaba y como le amenacé a Tomás con no contarle nada al pelotudo de su amigo y mi ex. Ahora estaba con Tomás, mi mejor amigo, en mi cocina, contándole todo antes de irnos de joda.
Habíamos decidido que nos iríamos con los amigos de Mateo, así éramos más.
- Bueno, si querés pensar que es de Mauro...
- Si vos querés pensar que es de Mateo...
Me sonrió y se dejó caer en el respaldo de la silla donde estaba sentado. Negué con la cabeza, suspiré y bajé de la encimera para ir a mi habitación a buscar que me iba a poner.
Algo simple. Unos pantalones negros con una camiseta larga negra de Mateo encima de un top blanco.
Fui a ducharme y me dejé el pelo suelto después de vestirme. Terminé por maquillarme, ponerme los zapatos, una campera y los accesorios que faltaban.
Después, volví con Tomás, que ya estaba vestido y esperándonos a mí y a Martina, sentado en el sofá y mirando su teléfono.
Nos hicimos un par de fotos y luego, por fin, bajó Martina. Estaba más arreglada que nosotros, mejor vestida y con algún anillo que parecía decir "C.R.O." con tan sólo verlo.
Salimos y nos metimos en el auto de Tomás, que nos llevaría al boliche donde habíamos quedado. Santiago se había ido con Emma y Camila así que no teníamos ningún problema con el transporte.
Llegamos siendo los primeros, pero Tomás decidió que en una noche así no podíamos esperar a nadie y nos entramos en el boliche como si nada.
Ellos alcohol, yo algo sin el porque ya no podía. Se burlaron de mí un rato hasta que Martina nos llevó a los tres a bailar.
Un par de canciones y Tomás ya pedía sentarse. No nos quedó otra que hacerle caso y llevarle a la barra de vuelta, donde nos encontramos con los demás.
- ¿Todo bien?
Preguntó Mateo pasando su brazo alrededor de mi cintura. Asentí y sonreí antes de besarle delante de Tomás y Martina, que se reían como unos niños.
- Vamos a bailar.
- Mientras no salgas luego corriendo.
- Prometido.
Le sonreí y lo llevé a bailar como había dicho. Él olía a alcohol y sudor después de unos minutos y varias canciones, pero yo en cambio me mantenía bien por primera vez.
A estar horas solía tambalearme o comenzar a marearme por el alcohol, pero ahora me sentía bien y seguramente podría continuar la fiesta hasta que fuera de día y tuviera que irme a la comida con mis viejos.
- Vení, voy a rellenar esto.
Me agarró de la mano y tiró de mí para llevarme de vuelta a la barra. Cuando bebíamos poco porque no había alcohol notabas cuántas veces ibas a la barra a por más.
Me giré para ver a Santiago hacer twerk, o al menos intentarlo, con Emma mientras Tomás se echaba la copa encima, bailando y riendo con Martina.
Levanté un poco más la mirada y Tomás saludó desde la distancia, con un porro en su mano y un vaso en la otra. A su lado, Mauro me miraba serio.
Nunca le vi así y ahora qué volvía a verle, todo mi cuerpo tembló como si un terremoto pasara dentro de el ahora mismo. Cuando le vi caminar fue la señal de que había que desaparecer, pero le prometí a Mateo que lo había olvidado y que no saldría corriendo así que, viendo que tardaría en volver a bailar, fui con Tomás y Martina para unirme a ellos.
- ¡Dale wacha, movete como si no hubiera un mañana!
- ¡Y hubieras tomado alcohol!
Los dos rieron y bailaron conmigo. Estaban locos, pero también borrachos, lo que hacía complicado hacer algo bien.
Reí por Tomás y sus boludeces y después de darle la espalda un momento, desaparecieron y entre tanto ruido no podía oír su loca risa por el boliche, así que me había quedado sola.
- ¡Lucía!
Oí mi nombre por un lado y fui allá, con suerte era para mí. Pero, no era Tomás.
- Lucía.
- Vos no, gracias.
- ¿Yo no qué? ¿Qué yo no soy el papá?
Me frené cuando había empezado a caminar lejos de Mauro, dándole la espalda y al mirarle vi una cara de bronca que no había visto en mucho tiempo.
- ¿Tomás?
Y sin decir nada, agarró mi muñeca y tiró de mí hacia los baños para meterme en ellos. No había nadie fuera y sólo quedaba un cubículo vacío, así que entramos allá para quedar apretados, lo que le hacía aún más amenazante a estar a pocos centímetros de su mirada enfadada.
- ¿Por qué no me lo contaste?
- Porque ya veo que lo hizo Tomás.
- Se drogó y se le fue, ¿Sí?
- ¿Y? Lo dijo y...
- ¡Eso no importa, Lucía!- chocó su puño con la pared donde estaba apoyada, justo al lado de mi cabeza.
- ¡Bueno! ¡¿Y qué querés?! ¡¿Qué te diga que sos el papá?!- grité aún más que él sin importar que todos lo supieran.
- ¿Lo soy?
- No, es Mateo.
- ¿Segura?
- Sí, ¡Obvio que sí!
- Tomás dijo que las fechas no coincidían muy bien con él.
- Tomás dice muchas pelotudeces
- Y esa no lo era.
- ¡Es Mateo! ¿Vale?
- ¿No querés que lo sepa?
- No, es que no quiero que lo seas y aún así no lo sos.
Abrí el cubículo y como si nada salí de allá para escaparme e ir a otro lado de la barra. Se acabó.
No me importó nada y fui una idiota, no pensé en nadie, ni siquiera en mí. Un vaso lleno y a los minutos, vacío y luego otro y otro y otro hasta que sentía el alcohol afectarme y volver a hacerme sentir como siempre.
Como pude fui por la barra hasta llegar a donde ellos estaban y allá todos me miraron confundidos.
- ¿Todo bien?
- ¡Buenísimo!- sonreí y Mateo me miró confundido.
- ¿Bebiste?
- No, nada de nada.
Su cara cambió y como hizo Mauro antes, agarró mi mano y tiró de mí hasta que salimos del boliche y me llevó a su auto.
- ¿Qué hacés?
- ¿Qué hacés vos? Bebiste estando em...
- Bueno, ya fue, tranqui.
- Lucía.
- ¿Qué? ¡¿Pueden parar de estar tan pendientes de mí?! No soy una n...
- Nena.- terminó por mí la frase.- Te conozco bien y siempre decís eso.
- No, no me conoces bien.
- ¿A no?
- No, para nada.
- Pues si yo no lo hago...
- Lo hacen otros.
- ¿Cómo?
- Como Ma... Martina.
- Martina.
- Sí.
- ¿Y por qué yo no? Porque te juro que intento conocerte pero o soy muy malo en eso o vos en dejarte conocer.
- Mejor que no lo hagas.
- ¿Por qué?
- Soy una mentirosa.- mi mirada se desvió al frente y mis ojos se llenaron de lágrimas.- Lo fui con vos.
- Lucía...
- No, no...soy una mentirosa y vos...vos sos tan bueno.
- Ya está, vámonos a casa, ¿Sí?
- Eso es lo que odio de vos, que no sé cómo un ángel se pudo enamorar de una diabla como yo.
- Vos no sos...
- Mateo, te mentí, ¿Entendés?
- ¿Cuándo?
- Con Mauro.
- ¿Cómo qué con Mauro?- su mirada confundida hizo más daño y las primeras lágrimas amenazaban por salir.
- Yo no...
- ¿No lo olvidaste? Lucía...
- Yo no sabía que pasó, aún no lo sé.
- Que no querés olvidarte de él.
- Él me llevó a casa y...
- ¿Qué?- parecía que se estaba dando cuenta de todo.
- Mateo, yo...no sé qué pasó, estaba borracha.
- ¿Te acostaste con él?
- Pero estaba borracha.
- Lucía.
- Lo siento...
- ¿Me estás diciendo que me engañastes con él porque estabas borracha?
- Una vez.
- ¿Qué?
- Una vez estaba borracha.
- ¿Qué?- había perdido el control de mis palabras. El alcohol me había llegado demasiado y seguramente si me levantaba de acá me caería.
- Que...yo...bueno él...
- ¿Me engañaste dos veces?
- Yo...
- ¡¿Te acostaste con Mauro?! ¡¿Dos veces?!
- Lo...
- Pero vos sos...vos sos...sos mala.
- Mateo yo...
- ¡Me engañaste con Mauro, Lucía, con Mauro! ¡Y luego me dijiste que lo superaste!
- Fue antes de eso, te lo juro, Mateo, por favor.
- ¡Yo te quiero Lucía, te amo con toda mi vida, pero yo no vine acá a sufrir!
- Yo tampoco...
- ¡Y vos no hacés más que romper las bolas!- su mirada se quedó clavada justo en mi corazón como un puñal y viendo su furia sentía como sangraba poco a poco, convirtiéndose en una tortura.
- Yo te quiero.
- ¡Vos me querés cuando no está él!
- Mateo no podés...
- ¡Sal!
- ¿Qué?
- ¡Que salgas del auto!
- Mateo...
- ¡Sal, sal ya!
Dio un golpe al volante y abrí la puerta con torpeza, asustada, rota. Salí como pude, intentando aguantarme de pie e ignorando el frío con el alcohol en mis venas.
- Mateo.
- ¡Olvídate de mí, olvídate de un nosotros y olvídate de todo como hacés siempre porque yo ojalá nunca te hubiera conocido!
Dijo antes de cerrar mi puerta con fuerza, asustándome aún más aunque menos que cuando arrancó y salió rápido del aparcamiento.
Me senté en el frío pavimento mirando por donde se fue y poco a poco sentí mis fuerzas desfallecer hasta que ni mis ojos se mantuvieron despiertos.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora