47.

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Había dejado la ventana abierta y no fue la luz la que me despertó, sino el frío que se adentraba entre mis sábanas para congelarme poco a poco.
Mientras me giraba en la cama, abriendo mis ojos poco a poco, recordé todo lo que pasó ayer.
Las preguntas, las respuestas, los gritos, las lágrimas y finalmente el portazo en la entrada de mi casa. Recordé que entonces sentí más frío que ahora.
- Lucía.
Me giré sobre mi una vez más y mis ojos se encontraron con Martina, que me sonreía con dulzura.
- Hoy no voy a trabajar.
- Yo tampoco.- susurré con mi voz de recién despertada. Ella asintió lentamente.
- ¿Querés que...?
- ¿Podés cerrar la ventana?
Ella miró a dónde me refería y sin decir nada fue hasta allá y la cerró. Me dirigió una triste mirada y se fue despacio, quizás esperando que le preguntase que era lo que quería.
Pero, sólo podía pensar en él. Nunca le vi tan enfadado, ni siquiera cuando peleábamos porque entonces también soltaba alguna sonrisa, ya que odiaba que nos distanciaramos. Y al final, yo tuve que hacer todo para ver a un Mateo irreconocible.
Le quería aún así, le quería aunque lo único que escuchará ahora eran sus gritos y no sus buenos días. Y le entendía, le entendía porque tenía una pareja que no le merecía, que nunca veía feliz porque estaba demasiado metida en su cabeza para ello. Una pareja que aún no había superado a la anterior.
Pensaba que me rompería allá mismo mientras le escuchaba, pensaba que él rompería conmigo para siempre. Pero no.
Tan sólo me pidió espacio. Tan sólo me gritó varias veces que tenía que olvidarle, que no podía seguir así, que no podía seguir pensando en él cuando ya no estábamos juntos. Que tenía que superar a Mauro.
Y después se fue, se fue sin mirar hacia atrás, se fue con aquel portazo que se repetía una y otra vez en mi cabeza, que hacía estallar mis tímpanos.
¿Cómo podía superar a Mauro después de tanto tiempo? Ya había aceptado que aquello era imposible y ahora Mateo me pedía, con toda la razón, que esa era la única condición para volver juntos.
Pero era oír su nombre y paralizarme. Era pensar en él y evadirme de todo. Era él y siempre lo había sido.
Aunque yo no quería seguir sintiendo esto, yo quería olvidarle y siempre, durante nuestra relación, pensé que Mateo lo había hecho.
Cuando estábamos juntos no veía a Mauro, tampoco veía mi pasado con él, veía a mi novio. Pero ahora, ya no veía a nada, a ninguno de los dos.
Suspiré para quedarme mirando el techo como si este tuviera la solución a mis problemas. Pero parecía que una vez más, yo tenía que buscarla.
Me senté en la cama, miré la ropa de la silla y en ella vi una de las camperas de Mateo. Me levanté, la agarré y abrí mi armario para meterla dentro. Allá, mientras la guardaba, me encontré con la riñonera de Mauro.
Cerré el armario, miré si tenía alguna llamada o mensaje de él y salí de la habitación sin el teléfono. Fui a la cocina y me encontré con Martina cocinando.
Me acordé entonces de ayer después de la bronca. Martina me cuidó mientras lloraba, incluso le mandó un mensaje a mi jefe para decirle que había enfermado y no podía ir a laburar.
Así que ahora, volvíamos a estar las dos solas. Desayuné en silencio, sin ni siquiera mirarla.
Al terminar, volví a mi cama. Me metí en esta y me dejé ahogar por las sábanas, tapándome con ellas hasta la cabeza, notando la luz exterior pasar la tela e iluminar suavemente la oscuridad de aquella asfixia.
- Lucía.
- ¿Qué?
- Tomás dice si queremos ir al cine.
- Yo no quiero ir.
- Pero...
- Estaré bien.
La oí suspirar e irse, dejándome bucear entre mis pensamientos y el silencio de la habitación.
Odiaba sentirme así y hace mucho tiempo que no lo hacía. Ya casi no sabía cómo era que la soledad te abrace y te estrangule entre sus brazos.
Pero ahora, volvía a sentirme rota, sin Mauro para ayudarme y sin querer la ayuda de Martina.
Oí como vibraba mi teléfono en la mesilla y me giré para mirarlo, destapandome al unísono.
- ¿Sí?
- Hola.
- Ay no, vos no.
- ¿Qué pasa?
- Que no puedo hablar con vos.
- ¿Por qué?
- Mateo y yo no...
- ¿Qué pasa, Lucía?
- Me pidió espacio.
- Rompió con vos.
- No, me pidió espacio.
- Eso es romper.
- No, eso es espacio.
- Está bien, como vos quieras.
- Gracias, al menos dame un respiro.
- ¿Se lo contaste?
- No, pidió espacio porque decía que...que no te había superado para estar con él.
- Pero si él no sabe lo nuestro.
- Ya, pero supuso que todas mis escapadas eran por vos, como la del boliche.
- Ya...¿Y qué vas a hacer aparte de darle espacio?
- Intentar superarte.
En el silencio de la habitación se oyó su risa al otro lado de la línea.
- Hace dos días me dijiste que no me superarías nunca, que ninguno de los dos lo haría, ¿Qué te hace pensar que ahora sí?
- Por que ya no te quiero, Mauro.

No Me Llores (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora