Capítulo 1

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El sonido infinito del monitor comenzaba a sonar lejano. La frecuencia cardíaca era débil. Mi vida estaba a punto de llegar a su fin.

El asfalto, que antes era frío y duro, comenzó a parecerme cómodo y suave. Mi mente cada vez se relajaba más y más. Las voces de los para-médicos sonaban cada vez más lejanas llevándome a un estado de paz y relajación.



Silencio.



Calma.



La nada.



Soledad



Abismo



Luz



Me desperté. No sabía dónde estaba. Me incorporé despacio y observé mi alrededor. ¿Qué lugar era este?

La intensa luz cegaba mis ojos y no visualizaba bien el lugar. Comencé a andar con cuidado, intentando encontrar el equilibrio. Mis pies descalzos se acostumbraron a la calidez y suavidad del suelo. Poco a poco mis ojos se acostumbraron a aquella luz y mi visión era más adecuada.

Todo mi alrededor vestía de un blanco inmaculado. No había nadie. Solo el silencio. Caminaba sin rumbo y parecía que aquella habitación nunca iba a tener final. Me pregunté de nuevo qué sitio era este. Pensé en cómo había llegado hasta este sitio. Cerré los ojos intentando hacer memoria y, al instante, lo tuve claro.

Unos segundos atrás estaba conduciendo mi nuevo BMW a la vez que hablaba por el celular con la productora. Habíamos lanzado mi nuevo CD y estábamos planificando la próxima gira. Me enfrasqué tanto en la conversación que... Que... Perdí el rumbo. Me salté aquel semáforo...

No...

No recuerdo...

Oh no.

No.

No puedo estar muerto.

No puede ser.

¿He muerto?

Mi respiración comienza a fallar. Ya soy consciente que es este lugar por lo que mi respiración ha comenzado a ser más intensa y repetida. Acompasada.

Es mi juicio final.

A lo lejos, sin saber muy bien cómo había llegado hasta allí, una silueta comenzaba a acercarse hacia mí. Mis pies se quedaron fijos, como si estuvieran sellados con cemento. La silueta comenzaba a hacerse más nítida y pude observar a un hombre de unos cincuenta años vestido con una túnica blanca. El hombre se posicionó frente de mí y me miró fijamente sin mediar ni una sola palabra. Su semblante serio y el tono pálido de su piel hacia que mi cuerpo se estremeciera y que no pudiera articular ni una sola palabra.

- Señor Rojas – dijo el hombre

- ¿Me llama a mí? – pregunté de la manera más estúpida que podía alcanzar.

- Señorito, ¿ve por aquí a alguien más? – dijo incrédulo

- No. Perdone tienes usted razón, pero estoy algo confundido. No entiendo muy bien que hago acá. Yo debía ir a la productora para firmar mi último contrato y no sé qué lugar es este.

- Esto es el cielo.

- No me hagas reír – le dije aguantando la risa. - ¿El cielo? Ya... Y vos sos Dios. – reí estrepitosamente. - ¡Que chiste más bueno! Espera, espera... Que lo adivino. Y vos, ¡Dios!, estás acá para a condenar todos mis pecados. – ironicé.

El tipo intentaba que yo cayera en la joda. No era momentos de joda. Tenía que ir a firmar los contratos y esto era una pérdida de tiempo. No me gusta que se rían de mí. Nadie se ríe de Benjamín Rojas. Y antes de que se rían, me río yo.

- No. No soy Dios – negó muy serio el hombre. – Lo que, si es cierto que se va a poner en juicio todos tus actos, pero no lo hago yo. De eso se encarga el Consejo.

- ¿Qué? – paré de reír. Esto ya no tenía gracia. - Lo siento, me parece que se equivocó de persona. Tengo que firmar un contrato y no estoy para perder el tiempo. – le dije serio y quise irme, pero él me detuvo.

- Ya ha llegado la hora

- ¿La hora de qué? – le pregunte extrañado.

Las luces se apagaron de golpe. Comencé a estar nervioso. No sé si era broma o no. Si lo era, no me estaba haciendo ni pizca de gracia.

De pronto, tres luces inmaculadas surgieron a lo lejos junto a tres siluetas borrosas. Las tres siluetas permanecían quietas y erguidas.

A mi lado, de nuevo, apareció aquel hombre de cincuenta años. Me sonrió por primera vez.

Y yo, muerto de miedo, rezaba que esto que estaba ocurriendo fuera solo un mal sueño.

♡ VIVIR O MORIR ♡ 《Benjamila》   ☆ ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora