¡¡¡¡¡ Hola amores miooooss!!!!!
Aquí estoy para quedarme y actualizar con un nuevo capítulo
🎉🎉🎉🎉🎉¡¡¡¡¡¡¡ SORPRESAA!!!!!!!🎉🎉🎉🎉🎉
Que últimamente estoy muy inspirada, asi que os dejo un nuevo capítulo. Y CUIDADOOO, que el capítulo de mañana se mantiene ehhh👏👏👏👏
Mil millones de gracias por vuestros comentarios. No quiero adelantar nada pero a partir de aquí se comienza a animar aún mas la historia.
Un besazo enormeeee y cuidaros
Nos leemos mañana
MUACKKKK
❤❤❤❤❤
Capítulo 8
Miraba desde la ventanilla del copiloto a las personas pasear por la calle. Haciendo sus quehaceres del día a día. Totalmente independientes. Autónomos. ¡Qué privilegio era aquello! No lo había llegado a pensar hasta que me quede así. Inútil. Mire de reojo a mi acompañante. Octavio. Este tipo me hacía aún más inútil. Resoplé.
Hoy era mi primer día de rehabilitación e íbamos de camino al centro que el doctor Suárez me recomendó. Estaba a casi una hora desde casa, pero no importaba si prometía buenos e innovadores métodos para acelerar mi recuperación. Además, cumplía con todas las premisas para continuar con la discreción que había pedido y mantenido desde que salí del hospital. La prensa nunca debía saber con detalle el estado de mi salud.
Tras una hora de camino, llegamos a nuestro destino. Esperé en el coche mientras oía maldecir a Octavio al intentar recomponer la silla de ruedas. Reí. Que se joda. Se lo tenía merecido. Al rato, abrió la puerta del copiloto. Estaba colorado del esfuerzo que había hecho anteriormente con la silla. Le mostré la sonrisa más amplia que podía ofrecerle y eso lo hizo enojar más. Achicó los ojos y maldijo por lo bajo. De un impulso, me senté en la silla e Hilario empujó mi silla para entrar en el interior.
El centro de rehabilitación tenía una decoración moderna. De esos a los que se le llamaba minimalista. El inmobiliario era de un blanco inmaculado y la música de fondo era agradable y relajadora. El ambiente era tranquilizador y los trabajadores con uniformes de un azul turquesa y bata blanca caminaban por las instalaciones de manera ordenada. El olor típico de hospital inundaba mis fosas nasales. Arrugué mi nariz, no me gustaba aquel aroma.
Nos dirigimos a recepción. Allí dos mujeres atendían llamadas y realizaban trámites a través de unos ordenadores.
- Buenos días Señores, ¿en qué puedo ayudarles? – nos preguntó una de ellas al advertir nuestra presencia.
- Venimos de parte del Doctor Suárez.
- Ah, ya sé – sonrió. – Nos avisaron que vendrían. Por favor, tomen asiento mientras esperan a la fisioterapeuta.
Tomen asiento. ¿Es un chiste? ¿No me veía? Resoplé y Octavio me acercó al lugar donde nos había indicado la recepcionista.
Estuvimos esperando alrededor de unos cuarenta minutos. Cuarenta minutos en el que Octavio y yo no nos dirigimos la palabra. Cuarenta minutos que ni tan siquiera hicimos el amago de mirarnos. Cuarenta minutos que me hizo pensar en mi madre y mi hermana.
La discusión que tuvimos el día anterior hizo mella en mí. Me había dejado llevar por la rabia que había experimentado esa mañana al ver mi imagen en el espejo. Las había culpado por todo lo que me había pasado. Culpé a mi madre por sentirme inútil. Por sentirme débil. Conforme pensaba en lo sucedido, más me repudiaba a mí mismo. No era justo para ambas. Ellas habían permanecido en el hospital cuando nadie lo había hecho. Ellas eran mi familia. No se merecían ese comportamiento.
No sabía cómo cambiar esta actitud. En vez de acercar a las personas que quería, las alejaba. Era un tarado. Merecía todo lo que me había pasado. Claro que sí.
A lo lejos, un hombre se acercó a nosotros e hizo interrumpir mis pensamientos. Vestía de blanco, al igual que el lugar. Nos sonrió y se presentó una vez que llegó a nosotros.
- ¿Benjamín Rojas? – preguntó y yo hice una seña- Le voy a acompañar a la consulta. ¿Usted nos acompaña? – le preguntó a Octavio. Él me miró por primera vez.
- No. Yo les espero acá
El muchacho empujó mi silla de ruedas y nos adentramos en un pasillo lleno de puertas cerradas. Había más de una docena de consultas. Llegamos casi al final del pasillo y nos adentramos en una de las consultas.
En cuanto entré, la vi a ella y desde ese instante puso mi mundo patas arriba. Ella era divina. Diferente a las demás. Especial. Paralizado ante tanta belleza natural, la observé exhaustivamente. Era de baja estatura y realmente linda. A pesar del uniforme, podía entrever su cintura definida. Su mirada me hipnotizaba y sus ojos, color chocolate, me sumergía en una profundidad adictiva. Había conocido a la mujer de mi vida.
Pasó una hora. Una hora que a mi se me antojó a minutos. Una hora escuchando su voz dulce. Intentaba explicarme todas las pautas de la rehabilitación, pero estaba tan absorto y embobado en ella que ni tan siquiera fui capaz de retener la primera pauta a seguir. Tras esa hora, corta para mi gusto, se dio por finalizado nuestro encuentro y yo tenía que volver a mi realidad. En cambio, mi realidad la tomé desde otra perspectiva tras el encuentro con ella. Por primera vez, agradecía a la realidad en la que estoy sumergido, pues así podría disfrutar todos los días de aquella espectacular mujer. El gesto de mi rostro había cambiado por completo. Sonreía como un niño pequeño cuando estrena juguete nuevo. Benjamín estrenaba una sensual fisioterapeuta.
Octavio rió al verme llegar. Mi sonrisa se esfumó. ¿Por qué se reía? ¿Qué mierda le pasa al tío este? ¡ Es que no lo puedo ver !
- Bueno Benjamín, llegamos – dijo la mujer de mi vida parando mi silla de ruedas. – Usted debe ser su padre ¿no? – le dijo a Octavio.
"No mi amor, ni en sueños ese hombre se iba a parecer a mi padre", pensé.
- No, yo soy su cuidador. – dijo con retintín para hacerme avivar. ¡Estúpido! "¿Cómo se te ocurre decir eso delante de ella?", me dije a mí mismo. Lo miré enojado. - Octavio, un gusto señorita...- se presentó.
- Bordonaba... pero ya le dije a Benjamín que me llamase Camila. Vamos a compartir mucho tiempo y podemos tutearnos. Un placer. – le dijo ofreciendo su mano a Octavio a modo de saludo. Yo la miraba embelesado. ¡Eres tan perfecta!– Benjamín, nos vemos mañana – me recordó y yo asentí con energía como un tarado. – Recorda que debes traer ropa cómoda para realizar los ejercicios. – me guiñó un ojo.
¡Morí!
Y se fue.
Se fue.
Y mi corazón se iba con ella.
Me había robado el corazón, pero no me importó.
¡Soy todo tuyo bombón!
Esa voz dulce. Su mirada. Su sonrisa. Su trasero. Me fije cómo se contoneaba al alejarse de nosotros. ¡Me pone loco! Me tiré de los pelos y mordía mis labios al verla ir.
- Está re...- intentó decir Octavio, pero lo paré en seco.
- Pará. – le ordené. – Un respeto a la futura Señora Rojas.
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♡ VIVIR O MORIR ♡ 《Benjamila》 ☆ ☆
FanfictionUn cantante del pop-rock Una enfermera Una familia rota Una investigación Miedos Maltrato Adicciones Egoísmo Amor Muerte. ¿Crees en las segundas oportunidades? Vivir o Morir es un Fan Fiction inspirado en los actores de la serie de Rebelde Way: Ben...