Capítulo 7

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¡ Hola mi gente!

Nuevo capítulo de Vivir o Morir. En este capítulo, vamos a ver otra faceta de Benjamín. Espero que os guste y  para que todxs aquellos que preguntan por Camila os puedo decir que pronto aparecerá. Tened paciencia, cada uno de los personajes tienen su propia historia y es bueno conocerla para entender todo lo que pase... 

Gracias por tantísimo apoyo. La verdad que no lo esperaba en absoluto y me da mucha energía para poder seguir escribiendo. Millones de gracias. 

Un besazo enorme y cuidaros. 

NOS LEEMOS EL VIERNES ❤❤❤❤❤❤



Capítulo 7

Los rayos del sol se colaron por el ventanal de mi habitación. Había amanecido. Cogí el mando a distancia y presioné el botón que accionaba las cortinas mecánicas de la habitación. Pronto, toda la estancia se iluminó de luz natural. 

El ventanal mostraba un paisaje precioso. La arboleda, en su pura esencia, estaba más viva que nunca. No recordaba cómo era despertar con esas vistas. Tantas giras y compromisos de mi carrera artística apenas me impedían disfrutar de aquella casa. Mayormente, mi casa estaba ocupada por el personal que tenía contratado para la limpieza, la jardinería... Echaba de menos esto. Amanecer en mi cama. Disfrutar de un buen despertar con aquellas vistas que mi habitación me ofrecía. Unas vistas que transmitía la paz y la calma que tanto necesitaba.

A tientas me acerqué la silla de rueda y, de un impulso, me senté en ella. Me dirigí hacia el cuarto de baño pero mi reflejo en el espejo de mi habitación me hizo retroceder. Me posicioné frente a él y miré la imagen que me ofrecía.

Observaba el tono de mi piel blanquecina. Un blanco casi enfermizo. Reparé en las marcas y hematomas de mi abdomen resultado del accidente que me había dejado postrado en esta silla de ruedas. Observé mis piernas delgadas.

Esa imagen no correspondía a mí. Ese no era yo. No. Ese no era Benjamín Rojas. Apreté mis labios. No. No era yo. Toqué mi cara con ambas manos y comencé a darme cachetadas. Tenía que despertar. Tenía que volver a mi realidad. Los golpes cada vez eran más fuertes y se entremezclaban con las lágrimas que comenzaban a brotar en mis ojos. Quise gritar. Estaba desesperado. No quería esto. Grité. Grité con todas mis fuerzas. Estaba tan exasperado que no percibí que Octavio había entrado en la habitación y, antes de llegar a mí, golpeé con mi puño el espejo haciéndolo añicos. La imagen que tanto me lastimaba se fragmentó en trozos. Trozos rotos. Yo hecho añicos.

- Ey Benjamín ya – movió mi silla para que le prestara atención. – Muchacho, ¿qué has hecho? – preguntó preocupado al ver mis puños ensangrentados y con trozos de cristal incrustados en la piel.

Octavio entró al cuarto de baño rápidamente y cogió lo utensilios para curarme las heridas que había provocado en mis manos. No tardo ni cinco minutos cuando lo tenía en frente y hacía lo propio por curarme. Mi respiración seguía agitada y mis ojos seguían húmedos ante las lágrimas.

- Listo. – dijo Octavio finalizando la cura. - ¿Qué ha pasado Benjamín?

- ¿No es obvio o te lo tengo que explicar? – le dije de forma arisca. Di vueltas a las ruedas y comencé a avanzar hasta el cuarto de baño. Octavio me seguía en silencio. Intenté levantarme para entrar en la ducha, pero mis piernas no reaccionaron como era de esperar. - ¡Joder! – maldije dando un manotazo al reposa brazos.

- Benjamín ya va siendo hora que vayas admitiendo tus limitaciones. Estoy aquí para ayudarte. – habló de nuevo

- Quiero que te quede bien claro que yo no tengo limitaciones. Benjamín Rojas no entiende de limitaciones ¿está claro? -le dije mirándole por primera vez directamente a los ojos.

Octavio pasó una de sus manos por su cara de manera desesperada. Ese hombre no sabía lo que era desesperarse. Ese hombre no sabía quién era yo. Estaba muy equivocado conmigo. Mucho.

- Pues va siendo hora que dejes atrás tus miedos y aceptes tu realidad. Esta es tu realidad – me dijo señalando mi silla de ruedas. – Y cuanto antes lo aceptes, antes podrás avanzar. Y ahora te guste o no te guste, voy a ayudarte a ducharte, te vestiré, te prepararé la comida y si es necesario te limpiaré el culo. Es mi trabajo y para eso me pagan ¿Está claro? -yo lo miré enfadado. Este tío y yo no nos íbamos a llevar nada bien.






- ¡Eres mi madre y como buena madre deberías estar acá cuidándome! - grité por teléfono.

Tras llevar toda la mañana sin hablar con Octavio, llamé a mi madre. No entendía que hacia este tipo en mi casa. Mi madre no era nadie para meter en MI casa a un desconocido. No estaba dispuesto a que hicieran conmigo lo que le plazca. No soy de su propiedad.

- ¿Me has metido a un tipo porque vos no queres dejar tu laburo? – pregunté sorprendido. – Sos mi madre y como madre tenes que hacerte cargo de tu hijo – hice una pausa, pero no obtuve respuesta. - ¿Me colgó? – miré mi celular donde ya aparecía la imagen de fondo de pantalla. – Mierda – tiré el móvil en el sofá.

Durante la mañana, Octavio me había duchado, ayudado a vestirme, me había cogido en brazos para bajar al salón de mi casa, me había hecho el desayuno, atado los cordones de los zapatos... Y todo ello con su sonrisa asquerosa. Estaba disfrutando de verme así. De tener que bancarmela. 

No quería a ese tipo en mi casa. Lo quería fuera ya. Pero, en cambio, su respuesta no me la esperaba. Había vuelto a ejercer como abogada, punto que no sabía. Obviamente, antes del accidente, no tenía comunicación con ella. Según Mora Rojas, no podía cuidar a su hijo, ósea yo, porque tenía mucho laburo. Le era imposible. Para más inri, no debía preocuparme porque ella lo había solucionado todo contratando a Octavio y que, además, no debía dramatizar tanto porque era bastante mayorcito. Dramatizar. ¿Dramatizar yo? No fastidies. Y, para terminar, me cuelga. ¿Qué demonios estaba pasando acá?

Al cabo de unas horas, escuché el timbre de casa y, tras unos minutos, unos pasos que llegaban hacía el salón donde permanecía mirando las llamas de la chimenea.

- ¿A ti que mierda te pasa, Benjamín? – apareció mi hermana de brazos cruzados.

"La que faltaba", pensé.

- A mí me miras cuando te hablo – me dijo posicionándose delante de mí. Yo levanté los brazos como muestra de calma. – Acaba de llamarme mamá. Llorando. Llorando por vos de nuevo. – me culpó. – Sos un egoísta. Un puto animal. ¿Cómo podés decir que su obligación es limpiarte el culo? Pero, ¿qué derecho te crees tener cuando le has hecho tantísimo daño? Cuando le has culpado de la muerte de papá... Cuando la echaste de casa.... Casa que no era tuya, por cierto, pero te creías tan machito para dejarla tirada como una colilla en la calle... ¿Quién mierdas te crees que eres Benjamín? – me dijo con lágrimas en los ojos muy cerca de mi cara. – Ojalá te hubieras muerto. 

♡ VIVIR O MORIR ♡ 《Benjamila》   ☆ ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora