Capítulo 36 { 2º Parte}

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Segunda Parte


- ¿Qué estás haciendo?

Su maleta descansaba encima de su cama. Camila guardaba sus pertinencias en la diminuta maleta a la vez que lloraba dolida.

Todo esto nos sobrepasaba a ambos. En cambio, no podía verla así, se me partía el alma.

- Recoger mis cosas– se limpió con su brazo las lágrimas que no cesaban de recorrer su rostro.

- En ningún momento, he pedido que te fueras. – le dije serio con los brazos cruzados frente a mi pecho.

- Es lo mejor para ambos – decía sin mirarme y sin dejar de guardar cosas en su maleta.

- No Camila, esto es lo más fácil – rebatí posando mi mano en su mano. – Lo más fácil para ambos.

Paró de guardar la ropa al instante que notó mi contacto. Su mirada perdida y ahogada en lágrimas era fiel reflejo del estado en el que se encontraba su corazón. Totalmente roto.

Comenzó a rodar lágrimas irrefrenables por su rostro. La atraje hacia a mí y la abracé acariciando su melena. Lloró cómo si fuera su única salida. Como si ese nudo que amenazaba en su interior, se deshiciera en lamentaciones y arrepentimientos.

- Por favor, no llores más – le pedí. – No te puedo ver así Camila.

No obtuve respuesta. Todo lo contrario, se aferró más a mí. Pude creer, en un primer momento, que mis palabras calaron en ella, pero este sufrimiento abarcaba algo más que lo nuestro. Algo que arrastraba y que posiblemente fuese la razón por la que ingresó en prisión el día anterior.

Quise preguntarle en cuanto la vi. No es común en una persona como Camila, pasar una tarde de domingo encarcelada. Algo groso le había ocurrido. Ella no era una delincuente ni una mujer agresiva.

Al pagar la fianza, me informaron que el motivo de ingreso fue por violencia a un agente. Me resultó demasiado extraño que Camila hiciera tal cosa y, al ser un delito grave, les ofrecí una suma generosa de dinero. No quería que abrieran un expediente a una mujer como ella. En cambio, eso no me quitaba la idea de que algo estaba pasando y aquel sufrimiento era muestra de ello.

- Tuve un día de mierda y... - hipó entre tantas lágrimas – y no sé si tengo fuerzas para todo lo que arrastro. – sollozó. – Me hago la fuerte para los demás cuando estoy hecha mierda por dentro. No asimilo que estoy acá sola y...

- Eh, eh – la agarré con ambas manos su rostro para que me prestara atención. Mi tono de voz era suave. Sabía que mi actitud firme y pasiva no iba a durar mucho viéndola tan destrozada. - ¿Quién te ha dicho que estés sola? Tienes a Micaela, a Jazmín, el doctor Suárez, a mi hermana... A mí.

- No es cierto – negó aminorando su llantina. – Cada uno tienen su vida, su familia, sus responsabilidades... Yo no tengo nada de eso y pensaba que el tiempo curaría todas esas ausencias ... Y no es así – dijo con un hilo de voz mirándome por primera vez. Me mataba verla tan frágil y tan vulnerable. – Por tantos años que han pasado, no consigo pasar el duelo. Creí que refugiándome en mi trabajo era suficiente, pero no es así. No tengo a mi padre, no tengo a mi madre, mi hermano murió demasiado joven y sufriendo muchísimo... Los fines de semanas es una tortura agonizante para mí, es cuando me siento en la más absoluta soledad. Todos tienen sus familias y sus vidas, pero yo, cuando llego a casa, no tengo a nadie.

Su confesión me hizo recordar el momento en el que mi padre murió. Todo me descolocó. Estaba perdido. Mi padre era el pilar de casa, el que mantenía a la familia en pie y unida. Yo no era como él y estaba convencido que no podría ocupar su lugar para mi madre y para mi hermana.

♡ VIVIR O MORIR ♡ 《Benjamila》   ☆ ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora