Capítulo 40

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- No quiere comer y ya no sé qué más hacer – dije desesperado.

Había llamado a Micaela. Camila me advirtió que si pasaba algo – no grave - llamara a Micaela. Habían salido en más de una ocasión juntas y, después de Camila, Luisana confiaba en la morocha, novia de mi mejor amigo.

Lo pensé mucho. No quería que otra persona más supiera lo de Luisana, en este caso serían dos porque mi amigo Coco se había convertido en un complemento más de Micaela. Al final, esto iba ser un secreto a voces.

Pero estaba desesperado. Desde que pasó lo de Mariano, Luisana se cerró en sí misma en la habitación que le asigné en mi casa – no la iba a dejar sola después de todo -, no quería que le hablase, no quería comer, no quería trabajar y ni tan siquiera tenía fuerzas para ver a sus hijas.

Sus hijas.

Después de la denuncia que interpuse al bastardo de Mariano, se ordenó la custodia temporal a Mora Rojas. Eso supuso dar explicaciones a la matriarca sobre aquella situación. Evité contarle el maltrato que estaba sufriendo su hija – no era quien para contárselo y debía respetar los deseos de mi clienta – por lo que me limité en explicarle que la relación matrimonial de su hija estaba rota. Mora me pidió más detalles, no le cuadraba que tuviera la tutela temporal de las niñas cuando ambas tenían sus tutores. Intenté explicarle que la relación era más complicada de lo que imaginaba y para que eso no supusiera un trastorno para las pequeñas vimos conveniente hacerlo de aquella manera.

Es de esperar que las razones no eran suficientes ni justificadas para la mujer, pero – como ya dije- es una mujer inteligente y dejó que las cosas marcharan como le pedí. Por mi parte, le prometí una reducción de jornada que no afectara a su salario para que pudiera atender de la mejor manera posible a sus nietas.

Luisana se puso como loca cuando se enteró que su madre conocía parte de su historia. Esa misma tarde, montó en cólera y comenzó a tirarme trastos a la cabeza. Estaba asustada. Estaba viviendo una situación límite y todo se desmoronaba a su alrededor. Tenía miedo.

- Luisana

Micaela dio un par de golpes a la puerta cerrada. En el interior, Luisana se mantenía en silencio. La morocha me miró preocupada.

- ¿Cuánto lleva así?

- Dos días desde que pasó lo de Mariano

- ¿Mariano? – preguntó sin entender. Parecía que Micaela sabía menos de lo que imaginaba.

- Perdona, yo tampoco me entero de nada – se limitó a decir Coco que permanecía atrás nuestro.

Como ya dije, mi amigo era el complemento de Micaela.

- Chicos, no les puedo contar – dije. – No es cosa mía. Pero, por favor, de esto nada a Benjamín. – les rogué

Ambos asintieron.

- Micaela ayúdala – le supliqué – Estoy desesperado y ya no sé qué hacer. Estoy por llamar a Camila y...

- ¡No! – negó Micaela. – Camila tampoco debe saber nada de esto. No se perdonaría haberla dejado sola. Yo me encargo – me prometió.

Invité a mi amigo a tomar unas cervezas en la barra americana de mi cocina. Le ofrecí la lata y me senté frente a él. Coco comenzó a observarme en silencio. Sabia como hacerme hablar.

- Sé que estoy cometiendo un error. – admití bajo la atenta mirada de mi amigo.

- Más bien errores – me corrigió. – Sabemos que algo groso está pasándole a Luisana. No le contó a Micaela, pero ya sabes lo viva que es ella. Hay detalles...

♡ VIVIR O MORIR ♡ 《Benjamila》   ☆ ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora