Capítulo 29

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Antes de salir compré otro porro para tenerlo para luego, lo voy a necesitar si quiero soportar a Adonai y a Oriana.

Antes de irme a la parada de autobuses esperé a Nicolás para avisarle que voy a trabajar.

— ¿Qué haces aún aquí? — preguntó al verme en la entrada.

— Nada, voy a trabajar y quería que lo supieras — le di un beso gigante en la frente y caminé de prisa para llegar a tiempo a la parada.

En el camino prendí lo que me quedo de la mañana, y sentí como mi cuerpo se relajaba otra vez. Subí en el autobús y pague con mi carnet, me senté y solo me concentré en todo el paisaje, en las calles sin mucha importancia. Todo me parece hermoso, aunque solo sea lo mismo de siempre. Sé en que estación bajarme para llegar a la casa de los Esposito, y aunque tengo que caminar al menos diez minutos para llegar, no me importa.

Voy feliz de poder sentir la brisa fresca golpear mi rostro. Puse un poco de música en mi móvil y junto a los auriculares me perdí en un mundo paralelo, en dónde yo solo canto y disfruto mientras camino viendo todo a mi alrededor. Por un momento llegaron a mi mente cantidad de planes para mí futuro. Planes para invertir ese dinero que me he ganado en todo este tiempo, que no es para nada poco. Quiero que mis hermanos reciban buena educación, que aprendan sobre lo que les gusta, al igual que yo. Quizá buscar alguna academia de modelaje o de baile para distraerme cuando no esté trabajando.

Tantas cosas geniales qué puedo hacer, aunque solo sea en mi imaginación.

Llegué a la gran entrada de la casa, y nunca me había fijado en lo grande que es. O quizá de ahora que m parce así porque voy caminando y no en un auto.

— Hola niña Camila, el señor Adonai la espera — dijo el vigilante al verme llegar, le agradecí y entre con la misma tranquilidad de hace un rato.

En la entrada me recibió el ama de llaves con la misma amabilidad del vigilante.

— ¿Adonai está en el despacho? — pregunté antes de continuar mi camino.

— No, aún sigue en su habitación.

Asentí y caminé con el ritmo de la música por los pasillos que se me hacen infinitos, hasta que llegue a la habitación del señor don insoportable Adonai.

— Llegas tarde — fue lo primero que dijo al verme.

— Disculpe mi señor, es que lastimosamente no puedo caminar más rápido, y mucho menos puedo hacer que el puto autobús vaya más rápido. Pero no sé preocupe, no volverá a pasar.

Se quedó callado con mi respuesta, me acerque a su ordenador y luego de comprobar que no tenía ninguna reunión me asegure de ver el resto de cosas programadas. No me gusta perder tiempo, porque con él siempre hay algo que hacer.

— Administración quiere un informe completo de todo — dije lo que él ya sabe —. Pero en los documentos falta lo de la última semana.

— Busca en los otros archivos, no sé — sigue en pijama y no se ha movido de su cama. Pero como estoy feliz, me da igual.

En un momento lo encontré y prepare el informe más rápido de lo que esperaba. Recogí un poco el desastre que siempre tiene entre sus cosas y entré en su armario para buscar un conjunto de ropa deportiva para que vaya a entrenar.

— Levanta tu precioso culo de esa cama y te cambias. Tienes que entrenar, o esperas estar ahí todo el día?

— No tengo ganas de hacer nada.

— No me importa, te levantas y te mueves. No me hagas molestar que hoy tengo un gran nivel d felicidad.

A pesar de que no quiere, hizo lo que le dije. Yo continúo con mi trabajo y envio el resto de informes necesarios mientras espero que el niño salga de el "salón de belleza".

Mejor vida (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora