Capítulo 58

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Cinco minutos después de haberle enviado la ubicación a Adonai, llega. Bajo las escaleras con lentitud, no quiero moverme. Sigo llorando, pero en silencio para que nadie lo note. Aunque dudo que a alguien le importe lo que le pasa a una niña caprichosa como yo.

Está afuera del auto, imponente con su ropa casual dejando sobresalir sus tatuajes, su altura me hace sentir pequeña, pero protegida. Sin pensarlo corro hacia sus brazos que se extienden de inmediato al captar mi acción, para apretarme más contra él hasta volvernos casi una sola persona.

Mi llanto crece y no puedo parar, y el hecho de que extrañaba estos abrazos no ayuda a mi cordura.

— Todo estará bien bonita — susurra contra mi cabello mientras acaricia mi espalda buscando mi tranquilidad —. Llora, suelta todo eso que llevas tanto tiempo reteniendo. Estoy aquí para sostenerte y no dejarte caer.

Después de todo, sigue siendo alguien fundamental para mí. Escuchar su voz es como un calmante que llega poco a poco a mi sistema, para acoplarse y relajarme.

— Ven, entremos al auto, que aún hay gente rara por aquí — dice llevándome con él hasta la parte trasera del auto.

— Mi hermano me odia, tengo miedo y todos creen que soy una egoísta que solo piensa en si misma — por fin me atrevo a hablar, aún pegada a él, envuelta en su brazo derecho que me envuelve como a una bebé.

— Es normal que tengas miedo, no sabes lo que sigue y eso te hace sentir indefensa. Sí eres egoísta la mayor parte del tiempo, pero este tema va más allá de egoísmo o capricho, se convirtió en tu motor de vida. Gracias a tu proyecto, has buscado la forma de salir adelante por ti y por tus hermanos. Y tú hermano no te odia, solo no sabe todo lo que te esfuerzas a diario por ser mejor.

— Eres la única persona que me entiende — limpio mi nariz y ojos con un pañuelo que me traje. Estoy más tranquila, pero sigo con una cosa en el pecho que me hace sentir ahogada —. Yo solo iba a llamarte para avisarte que bueno, no creo que pueda ir más a trabajar.

— No hablemos de trabajo ahora — súplica en voz baja, dejando un silencio cómodo y tranquilizante entre los dos.

Me siento pequeña así con mis piernas sobre las suyas, y sus brazos rodeando mi cuerpo, mi cara en su pecho y nuestras respiraciones acopladas.

— Siento mucho todo — dije sin más, porque estoy cansada de fingir que todo va bien, cuando sé que no es así.

— Yo también lo siento bonita.

Acabo de soltar un peso de mi cuerpo, pedir disculpas no es lo que mejor se me da, y él lo sabe.

— A veces quisiera de verdad enamorarme de ti — soltar cosas como está en momentos tan sentimentales me sale natural —. Pero es que te quiero tanto, y me siento tan bien contigo que me da pánico perderte si no funciona.

— Creo que no es momento para hablar de eso Camila — se nota que está incómodo, por su cambio de postura y su repentino movimiento de pierna.

— No sé cuándo vuelva a verte. Es el momento necesario, porque ya no puedo seguir cargando con la culpa de que pude haberte lastimado. Ni mucho menos quedarme con la duda pensando que todo lo nuestro fue por causa de tu confusión.

— Escúchame bien Camila — la seriedad en su voz me eriza la piel. Levanto la mirada y sus ojos azules se clavan directo en los míos —. Tú jamás has sido una confusión, ok? Soy yo quien no tiene claro lo que quiere, y use lo nuestro como una vía de escape, pero eso no significa que no te quiera, ni que quiera verte sufrir.

— ¿Entonces estamos bien? — me siento como una idiota, preguntando eso después de que vino a rescatarme.

— Claro que sí bonita. Todo estará bien — responde junto a un beso en la frente que me lleva al pasado—. No te adelantes a nada. Espera ver cómo es la señora, que tan loca está y todo eso, y en cuanto puedas, me llamas. Yo le informo a mi padre sobre esto.

Mejor vida (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora