Capítulo 17

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Dicen que hay personas que borran de su vida lo que les hace daño, pero siguen sin olvidarlo.

Es como una manera de protegerse de eso que te lastima, como si de esa manera lograras escapar de tus pesadillas.

Creo que soy una de esas personas, porque hago como si nada pasa, pero no olvido lo que me llevó a esto. Porque los recuerdos vienen una y otra vez, molestando hasta mis sueños.

De niña mamá me decía que debemos perdonar para poder soltar lo que nos hace daño. Porque eso que nos lastima y convertimos en odio solo nos consume a nosotros.

Nunca entendía a qué se refería con eso, era una especie de adivinanza para mi. Pero ahora es diferente, es como si cada una de sus palabras cobrara sentido ahora.

Sí, ahora, cuando estoy más jodida. No puedo decir que lo odio, porque no es así. Pero no espero volver a verle nunca más.

Tengo tanto miedo, que no me reconozco. Si él pudo hacerme esto, cualquiera puede también, y eso es algo que no había querido entender. Aún cuando yo creía que no, Richard seguía siendo un extraño que no conocía de nada, y me di cuenta de la manera más inesperada.

Puede que sea una tontería, pero me ha afectado tanto que no quiero ni dormir sola. Una simple bofetada pudo dañar cada parte de mi, dejando vacíos inimaginables que están acabando conmigo.

Nadie lo sabe, he sabido disimular bien. Es como si todo fuera igual que antes de eso, pero no es así.

No sé si alguien puede entender como me siento, porque ni yo puedo. Estoy en piloto automático, actúo por inercia, hago las cosas sin tener claro conocimiento de que las hago. Estoy inestable, y eso no lo puedo ocultar.

Dejé de llorar para pasar a eso de " no siento nada", "estoy bien". Ojalá y de verdad fuera así.

— Camila? — una voz que reconozco interrumpió mi pequeño análisis interno —. ¿Qué haces aquí?

— Ehh bueno, Adonai espera por mi — mi seca y vacía respuesta no parece satisfacer su pregunta.

— ¿Y por qué se supone que Adonai debe estar esperando por ti? — en todo este año viviendo aquí ha cambiado mucho.

No supe que responder, es obvio que no debería estar aquí, ni mucho menos debería tener algún contacto con Adonai.

— Porque trabaja para mí, querida Oriana — Adonai llegó al rescate, y lo agradecí internamente, porque no sé que debía decir en estos momentos —. Vamos Camila, necesito que me ayudes.

Continuamos el recorrido por la gran casa que desde hace algunos meses no pisaba, hasta ahora todo lo había hecho en la oficina, no aquí.

Él va vestido un poco informal, algo diferente para lo que estoy acostumbrada a ver. Pero sigue siendo el chico más guapo.

— Estas muy callada hoy, te sientes bien?

—Sí, no pasa nada.

Pensé que íbamos al despacho de su padre como, pero por el contrario entramos en una habitación muy espaciosa y sencilla de color blanco.

Por un instante me tense, no es que esté en mis planes acostarme con él otra vez. Aunque no estaría mal hacerlo, creo que debo empezar a pensar en cosas más importantes que solo los chicos.

Me senté en la orilla de la gran cama mientras veía que él buscaba algo como loco por todas partes, pero sigo sin hablar, no tengo ganas de hacerlo.

— Por favor Camila, necesito encontrar mi reloj rojo y no lo veo por ningún lugar.

Eché un vistazo por encima a ver si encuentro algo rojo que llame mi atención, y fue así, a un lado de mí en la cama se encuentra un muy bonito y costoso reloj rojo.

Mejor vida (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora